Países difíciles de contar

Cuatro experiencias periodísticas en América Latina.

El periodismo es difícil por sí mismo, cada historia trae complejidades a quien la quiere contar, pero hay circunstancias que complican más el oficio. El tercer día del Premio GGM comenzó con una conversación entre cronistas de Venezuela, México, Nicaragua y Colombia, donde hacer periodismo implica un reto adicional.

Luz María Tobón, periodista del diario El Mundo, de Medellín, moderó la charla.

¿Cuál pregunta quieren responder ustedes cuando hacen periodismo?

Carlos Chamorro (Nicaragua. Director de dos programas de televisión y del diario digital confidencial.com.ni): La pregunta que trato de responder a través del periodismo es cómo puedo producir información confiable que sea útil para la sociedad, cómo acercarme a la verdad de la información, algo vital para las decisiones que toma una sociedad democrática.

Patricia Nieto (Colombia. Es periodista desde hace veintitrés años. Se ha enfocado en la investigación del conflicto armado de su país): Desde que comencé a hacer periodismo hay dos preguntas que han guiado mi trabajo: ¿Cómo contar el dolor? ¿Cómo se cuenta el horror, lo que no tiene nombre?

Boris Muñoz (Venezuela. Es colaborador de medios independientes como ProDaVinci.com, y The New Yorker): Yo he querido tratar de entender cómo un país desciende progresivamente a la anomalía, eso es lo que ha pasado en Venezuela durante los últimos veinte años. También me interesa comprender la relación entre el poder y la información, contar lo que pasa detrás de lo que muestran las pantallas del poder mediático. Hacer periodismo desde medios alternativos, porque los canales tradicionales han colapsado.

Alejandro Almazán (México. Es periodista freelance y colabora usualmente con la revista Gatopardo y Milenio. Acaba de ganar el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo, en la categoría de crónica y reportaje): Yo vengo de una comuna muy violenta, y siempre me he preguntado cómo la violencia de un solo barrio se multiplica en la ciudad y el país. También trato de responderme para qué sirve el periodismo, cómo repercute lo que hacemos.

¿Cuáles son los obstáculos en sus países para responder las preguntas que se hacen como cronistas?

Carlos Chamorro: En Nicaragua quedan muy pocos medios independientes. Hay una cooptación mediática que dificulta contar la verdad. La primera dama, por ejemplo, asegura que la información, para que llegue “incontaminada” a los ciudadanos, solo puede pasar por los medios oficiales. El gobierno actual no considera a la prensa independiente como interlocutora.

Patricia Nieto: En Colombia se negó por muchos años la existencia de la guerra. Y cuando eso sucede, el periodista es visto como el loco de la casa, se presta poca atención a sus investigaciones, se lo deja solo. Esa situación lo llevó a ser un país de mentiras, a ocultar la realidad que pasaba, generalmente, en las zonas rurales. Y cuando un país se instala en la mentira, el periodista pierde credibilidad.

Boris Muñoz: Sucede algo parecido a lo que cuenta Carlos Chamorro. La hegemonía mediática que ha logrado el gobierno venezolano impone una agenda light, y desaparece los temas que verdaderamente necesitan discutirse. Mi sensación es que la realidad venezolana no está siendo contada. Se ocultan grandes temas y se niega un conflicto social que causa veinte mil muertos al año. Desde el año 2005, por ejemplo, el gobierno dejó de reportar las cifras de homicidios, buscando que el tema salga de la agenda.

Alejandro Almazán: Mi país tiene muchos de los problemas que ya han mencionado. En él los medios tradicionales también son muy cercanos al poder, y dependen del dinero que este les da. Casi todos los medios se han rendido y muestran una realidad en la que parece que no hubiera guerra, ni narcos, ni desaparecidos. Sin embargo, hay pocos medios que sí están contando esas historias.

Otro problema es la indiferencia de la gente por la violencia, y al mismo tiempo la fascinación por la violencia.

Además, todos los actores del conflicto están sobre los periodistas: los políticos, la policía, los militares o los narcos, todos se sienten amenazados por hacer su trabajo. Hay muchos reporteros asesinados en México.

¿Cómo hacen ustedes para saltar las barreras en su profesión?

Alejandro Almazán: Yo trato de hacerlo contando cómo las personas se organizan en nuestro país. Narrando esas iniciativas que sacuden, que conmueven, que muestran cómo el estado ignora al ciudadano. Creo que el periodismo que sabe escuchar también es escuchado.

Boris Muñoz: Mi visión es pesimista, pues en Venezuela la prensa se ha desinstitucionalizado. Los periodistas están solos. Para poder hacer mi trabajo me he refugiado en las corresponsalías extranjeras para poder contar esa realidad. De todas formas hay iniciativas pequeñas que insisten en contar la realidad, y son las que a largo plazo tienen más valor.

Patricia Nieto: No dejando de hacer lo que sabemos y nos gusta, persistir en este oficio. Hay que abrir posibilidades narrativas a otras formas de expresión que salen del texto.

Ojalá tuviéramos la capacidad de provocar que los periodistas de las ciudades hagan trabajos colectivos. Eso nos protegería mucho y nos permitiría contar historias que los otros medios no cuentan.

Carlos Chamorro: No sometiéndonos a la autocensura. Explorar plataformas múltiples, como la televisión por internet. La relación con los ciudadanos depende la calidad del periodismo que hacemos.

En la ronda de preguntas del público, Jaime Abello, director de la FNPI, destacó el trabajo de los cuatro periodistas, quienes publican en proyectos independientes. Para él, es necesario que el periodismo salga a buscar a la gente, y encuentre la forma de llegarle a una ciudadanía dormida. A pesar de que los grandes medios no suelan hacer las investigaciones que la sociedad necesita, el hecho de que sobreviva una minoría disidente tiene un impacto a largo plazo: se deja una información que no desaparece. “La ciudadanía se construye a largo plazo desde las minorías. Los propietarios de los medios tienen miedo, miedo de ser expropiados, de tocar intereses, y por eso no se meten. Entonces los periodistas pueden crear medios alternativos, que por su contenido tienen muchísimo más valor que solo altas cifras de audiencia”, concluyó Abello.

Gabo periodista contado por sus amigos

Resumen del coloquio “Imágenes inéditas e historias no contadas sobre El Otro y otras aventuras del Gabo periodista”
Por Juan David López

Entre todos los invitados suman más de cuatrocientos años, algo así como cuatro veces y media la vida de García Márquez o cuatro veces la de las estirpes condenadas a cien años de soledad. Tantas vidas juntas en el escenario de un auditorio no podían tener sino una razón y una consecuencia: la razón es que Gabo hizo parte fundamental de algún momento de sus vidas, personales y profesionales; la consecuencia, un perfil a voces hecho a manera de tertulia sobre las historias inéditas del Gabriel García Márquez periodista. Y sin embargo, ni sumando cuatrocientos años, parece posible terminar de conocer al Maestro, fundador e inspirador de la FNPI.

Los invitados fueron el argentino Rodolfo Terragno, el puertorriqueño Héctor Feliciano y los colombianos Daniel Samper Pizano,  Mauricio Vargas, Pilar Calderón, Ricardo Ávila y Jorge Alfredo Vargas.

Terragno sería el cómplice de Gabo en uno de sus proyectos editoriales. La creación de un diario que se llamaría El Otro, y del cual lo único que García Márquez tenía claro era el nombre. Más tarde sería también responsabilizado por Gabo de que no saliera. El Otro no se trataba de un diario complementario, como infería Terragno del nombre, sino de un homenaje de García Márquez a Jorge Luis Borges, un homenaje fallido, valga decirlo. “El Otro fue una ficción vivida. Ni él ni yo pensamos que el diario fuera a salir”, cuenta Terragno.

El Otro fue un proyecto posterior al Nobel de Literatura de García Márquez, pero en la década de los cincuenta, mientras trabajaba en El Universal de Cartagena siendo todavía un jovencito, ya había emprendido un proyecto editorial con Guillermo Dávila, ‘El Mago’, un linotipista del diario. Ese proyecto recibió el nombre de El Comprimido, porque la idea era economizar. El Mago viajó desde Bogotá para llegar a la tertulia, y sin estar programado, terminó haciendo parte de este rompecabezas sobre la vida de Gabriel García Márquez.

‘El Mago’ tardaba dos horas poniendo en linotipo lo que a García Márquez le tomaba una hora escribir. A fin de economizar, El Comprimido se redujo a la nada, convirtiéndose, en palabras de García Márquez, en “el primer diario metafísico del mundo”. Apenas duró seis días. Para el último, el editorial anunciaba la despedida bajo el título “Tirando la última piedra”.

Pero Gabo estaba lejos de tirar su última piedra. Apenas estaba comenzando. En los años setenta, durante la alternancia bipartidista del Frente Nacional en Colombia, y como consecuencia de esta, surgieron movimientos como el M-19, pero también surgieron opciones mediáticas como Alternativa, una revista de izquierda crítica del contexto político del bipartidismo.

Daniel Samper Pizano no trabajó en Alternativa, de hecho, nunca estuvo vinculado directamente con ningún proyecto de Gabo. Pero era cercano al equipo, y esto le permite decir que “Alternativa era una revista política, pero sobre todo, era una revista periodística” que “quiso hacer un periodismo honrado, profesional, y reflejar a quienes nunca llegaban a la gran prensa”. Aunque Samper Pizano dice que era una revista realmente democrática, también asegura que es un error vincular directamente la actividad periodística con la militancia política. Pero es precisamente esa la faceta de Gabo que se puede leer a través de Alternativa: un hombre que combinó sus ideales políticos con el ejercicio de la escritura, tanto desde el periodismo como desde la literatura.

Ya en los noventa, una generación de periodistas jóvenes, entre los que estuvo Jorge Alfredo Vargas, pudo tener a García Márquez como maestro en una sala de redacción de televisión, entre 1992 y 1997, cuando fue transmitido el noticiero QAP. Como editor de televisión, Gabo alargaba las historias en vez de cortarlas. En su defensa decía que “Hay que saber contar bien las historias”.

Apenas un año después de que QAP dejara de transmitirse, Gabriel García Márquez ya estaba en otro proyecto. Desde entonces y hasta 2006, la revista Cambio estuvo a cargo de la sociedad Abrenuncio S.A,, y de esa etapa de la revista hicieron parte no solo Gabo, sino también Mauricio Vargas Linares, Pilar Calderón y Ricardo Ávila. La manera de enseñar de Gabo era situándose como compañero, como un par.

Es difícil separar al García Márquez periodista de su faceta humana. Por eso, este ejercicio de perfilar a Gabo fue más allá de sus proyectos editoriales. Significó hablar de Mercedes, y de la entrevista que le hiciera Héctor Feliciano; de la relación complementaria que significa para los dos el matrimonio; hablar de las entrevistas hechas por Samper Pizano, el hombre que más lo ha entrevistado en la vida aprovechándose de su punto débil: la pasión por las buenas historias.

Es probable que todas las voces se armonicen en torno a una idea. Gabo ha sido un periodista intrépido, atrevido, inquieto.. En cada proyecto ha dejado su marca, editorial y personal. Si García Márquez de verdad cree que el periodismo es el mejor oficio del mundo, es porque así lo ha vivido.

“Tienes que volver adicto al editor”: Giannina Segnini

Competir con el día a día es uno de los retos más fuertes del periodismo investigativo, más aún cuando se hace desde los grandes medios tradicionales. ¿Cómo abrir espacio al periodismo investigativo desde las salas de redacción convencionales?

La ganadora del Reconocimiento a la excelencia periodística del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo, Giannina Segnini, conversó con María Teresa Ronderos, directora de VerdadAbierta.com, y con Rosental Alves, director del Centro Knight de Periodismo en las Américas, sobre su trabajo en el diario La Nación de Costa Rica.

“Antes había una unidad de investigación, y era yo, literalmente una unidad”, pero después, contó Giannina, esta se fue ampliando. Para explicar cómo lo hizo, la costarricense utiliza una metáfora fuerte. Para ella, es como ser un dealer que provee las primeras dosis de heroína gratis a sus consumidores para volverlos adictos. “Tienes que volver adicto al editor”, dice. Las primeras investigaciones las hizo en su tiempo libre, sin dejar de cumplir con otras funciones. Después, fue el editor el que le pidió más. Giannina no solo creó la Unidad de Investigación de La Nación. Hizo algo más difícil: creó la necesidad.

Sin embargo, es probable que ninguna sala de redacción permita que un equipo se dedique exclusivamente a hacer periodismo investigativo durante largos períodos de tiempo. Por eso, Giannina cuenta que en La Nación trabajan en distintos niveles, a corto, mediano y largo plazo. Ella recuerda la frase de Gabriel García Márquez: “La investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición”.

El periodismo de datos como una de las principales herramientas del periodismo de investigación bien puede permitir investigaciones de largo aliento, pero también permite la corroboración rápida de afirmaciones coyunturales. De ahí que las unidades investigativas de los diarios puedan responder también a las necesidades dictadas por las coyunturas.

Giannina compartió con el público algunas de las experiencias que la llevaron a merecer el premio a la excelencia periodística, relacionadas con casos de corrupción. Resaltó que para esto es necesario conformar equipos con diferentes especialidades: “¡Lo más sensato es trabajar en equipo!”. En su caso, el equipo está conformado por tres periodistas y dos programadores, pero acuden regularmente a personal de otras áreas, como auditores, de acuerdo con lo que necesiten.

Además de ser ganadora, Giannina se ha mostrado como una mujer espontánea, cercana, apasionada con su oficio y transparente en su trabajo. Ahora más que nunca, su carrera es un referente del periodismo en Iberoamérica.