Carmen Aristegui: “Bukele es un fuera de serie para mal”

Foto: Faber Franco / Fundación Gabo.

Por Cristian Meléndez

Bogotá, Colombia— Carmen Aristegui es una periodista de reconocida trayectoria en México. Su cuestionamiento al poder y su defensa de la libertad de prensa en Latinoamérica la convirtieron en el objetivo de persecuciones y espionaje, pero también la hicieron destacar y ganar premios como el de la Sociedad Interamericana de Prensa, el Premio Gabo, entre otros de los más importantes de la región. 

La tarde del pasado 5 de julio, bajo la carpa del Café Libro, en el Gimnasio Moderno de Bogotá, Colombia, sede del Festival Gabo 2024, la lluvia hizo una pausa y permitió un encuentro entre periodistas de GatoEncerrado y Carmen Aristegui, para platicar sobre la situación de El Salvador y escuchar su análisis y perspectiva sobre lo que ocurre en este país centroamericano, donde Nayib Bukele mantiene el poder a pesar de que la Constitución de la República lo prohíbe. 

De acuerdo con Aristegui, Bukele es un líder “fuera de serie para mal” al que no se le puede llamar demócrata, porque rompe las reglas democráticas e intenta “aniquilar moralmente” a los periodistas y críticos. 

Esta es una parte de la plática de periodistas de GatoEncerrado con Aristegui. 

¿Qué piensa del “modelo Bukele” y su forma de mantenerse en el poder?

Bukele es un personaje, yo diría, fuera de serie.  En términos no positivos, pero fuera de serie. Es un político que ha logrado establecer un tipo de gobierno que cuenta con un amplio apoyo popular. No se puede negar que Bukele es un personaje con una aceptación social enorme, que uno lo puede imaginar y entender como producto de un tipo de eficacia gubernamental en la seguridad, a costa de otras cuestiones. Es decir, el modelo Bukele involucra un estado de excepción muy largo, inusualmente extendido, en medio del cual se realizó una elección en la cual resultó presidente, según lo que me han dicho los especialistas de carácter constitucional.

Es un político joven que ha logrado comunicarse de una manera muy potente con la mayor parte de la población, que le ha respondido con esta votación gigantesca [2.7 millones de votos]. No sé si se está discutiendo algún tipo de impugnación electoral, pero hasta donde nos quedamos los que observamos de lejos, el asunto fue un resultado rotundo.

No significa, desde mi humilde punto de vista, que esa votación monumental sea necesariamente legal. Está la discusión de si es legítima, porque la gente fue a votar por él. Entonces es una cosa muy compleja en términos de institucionalidad y de legalidad y de lo que de facto ocurre en El Salvador, con un liderazgo como el de Bukele, que ha logrado esta eficacia de desmantelar –porque lo hizo– a las pandillas.

Sí logró dotar de un grado de seguridad a quien no la tenía, al eliminar de la forma en que se eliminó la presencia organizada de las pandillas. Entiendo que fue sin los procesos judiciales correspondientes. Pues ese es el terreno donde la gente dice: a mí los procesos judiciales correspondientes me resultan menos importantes que mi seguridad.

¿Cree que existe riesgo en que los países de la región se contagien de este “modelo Bukele”?

Pues tiene varios admiradores y varios personajes que están buscando imitarlo. [Javier] Milei, por ejemplo, que envió a su ministra [Patricia] Bullrich recientemente a ver cómo El Salvador había hecho las cosas, por hablar de alguien.

Estamos hablando también de una idea que existe de que exhibir a los presuntos criminales como criminales verdaderos, rompe los debidos procesos y se entra en un choque muy fuerte entre la legalidad y la utilización política de una eficiencia, entre comillas, del tema más sensible de una comunidad que es la tranquilidad. 

¿Qué cree que es lo que logra seducir a otros países o a la misma gente de El Salvador que incluso perdió sus derechos al darle todo el poder?

Estar dispuesto a cambiar seguridad por derechos, cambiar seguridad por legalidad. Y muchas personas dicen: para qué quiero legalidad si es ineficiente. Es una sacudida brutal a la ineficiencia gigantesca de las democracias y al colapso del Estado de derecho, a la ineficacia de los gobiernos y las policías y las fiscalías. Entonces, tomar decisiones de esta naturaleza, que en la lógica legal resultan arbitrarias, pero que al final de cuentas la mayor parte de la población dice: necesitamos sacudirnos de la criminalidad. 

Yo no sé si quedó El Salvador resuelto en todos sus términos de criminalidad, no lo sé. Pero quedó una expresión política como la de Bukele, de “si todos sabemos que son ellos [los delincuentes], vamos a meterlos a la cárcel porque tienen tatuajes”. O sea, el tatuaje como un sustituto de un juicio y un cumplimiento de lo que digan los códigos.

¿Considera que hay diferencias entre los regímenes de Nicaragua, Venezuela y El Salvador?

Pues mire que hay diferencia, porque estamos hablando de dictaduras. En el caso de Bukele, hay personas, yo he escuchado a colegas suyos como los colegas de El Faro, a Carlos Dada, por ejemplo, que el día que fue la elección de Bukele esta se considera inconstitucional, a pesar del resultado abultado a su favor. Él dijo: “Empieza una dictadura”. 

Bueno, dictadura es la de [Nicolás] Maduro, dictadura es la de [Daniel] Ortega y la de Bukele es una circunstancia inconstitucional y, por lo tanto, si nos vamos al purismo de la ley, sería una dictadura, porque se impuso alguien que técnicamente no tendría derecho a estar en la elección.

De hecho violó las leyes electorales…

Pues ese es el tema, porque al final eso pudo ser posible porque hubo un paso previo. Ustedes me lo contarán mejor que yo, pero si no me equivoco un paso previo fue haberse apropiado del Poder Judicial, y al apropiarse del Poder Judicial y de todos los poderes, pudo reinterpretarse lo que entiendo que es muy claro en la Constitución, que es la no reelección. 

Allí empieza a discutirse: ¿Qué cosa es Bukele? Porque si concentra todo el poder y los demás poderes de la República están sometidos a la presidencia, pues eso ya no es democracia.

En una situación como la de El Salvador, ¿cuál es el reto que tienen los periodistas para ejercer la profesión en un país donde los derechos humanos están suspendidos?

No seré yo la que te lo cuente a ti, pero por supuesto que conocemos casos muy delicados. Por ejemplo, mencioné a Carlos Dada de El Salvador, que son personas que conozco. Sé que no puede estar ahí. O sea, si un equipo de comunicación digital o no digital tiene que irse de su país para seguir haciendo periodismo, pues ese es el principal indicador de que las cosas son muy graves para quienes se dedican a informar.

¿Cómo pueden los periodistas y medios independientes recuperar la confianza de las audiencias cuando los gobiernos desprestigian al periodismo?

Mira: no hay fórmula secreta para ese tema ni mucho menos. Este fenómeno se da en varios países, México incluido, y hay ya un patrón de conducta de varios líderes de todo el mundo que han encontrado rédito en dañar estos dos ejes principales del periodismo, que es la confianza y la credibilidad que las audiencias deben tener en sus periodistas. 

Es clarísimo que les ha traído réditos porque han ido minando la confianza en las noticias, han ido minando la confianza en los periodistas y eso habla de cualquier cosa, menos de los demócratas. 

Son actuaciones contrarias a la democracia, dañinas a la democracia, hechas por presidentes, algunos emanados de procesos democráticos, que luego se distorsionan con procesos, como el de Nayib Bukele que se reelige de esta otra manera, pero en su momento fue electo democráticamente, como fue electo democráticamente [Gustavo] Petro o como fue electo democráticamente AMLO [Andrés Manuel López Obrador]. O como han sido electos democráticamente algunos otros que, una vez ya instalados en el poder, empiezan a desmontar factores fundamentales, como la libertad de expresión o el daño directo y calculado políticamente contra críticos, opositores y periodistas.

Finalizo con esto: usted, como periodista, ¿cómo define a Nayib Bukele?

Un fuera de serie para mal.

¿Un mal necesario para la población que ha comenzado a experimentar una vida sin pandillas? 

No lo vería así, porque yo respeto, por supuesto, a una población que mayoritariamente decide lo que decida, pero aquí sí se debe mantener el filo de la crítica. Se le tiene que decir a la población, por más que haya votado por Bukele, que aquí se dinamitaron cosas esenciales de una democracia como que debe respetarse la Constitución, o procesar, meter a la cárcel masivamente a personas sin los debidos procesos judiciales… es algo que se tiene que decir… o utilizar la popularidad y la fuerza que te da la aceptación de tu pueblo para apropiarse de los demás poderes y ejercer un tipo de gobierno que se aleja de la democracia. Se debe decir. 

Por eso los periodistas y los analistas y los críticos son necesarios para las democracias y los presidentes que tratan de aniquilar moralmente a los periodistas no son demócratas. Los presidentes o líderes políticos que no aceptan que la crítica es indispensable, por más disgusto que les cause, no se les puede llamar demócratas.

Esta entrevista se realizó como parte del taller ‘El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia’, que dirigió Albert Lladó el 4, 5 y 7 de julio del 2024 en Bogotá, Colombia, como parte de las actividades del 12º Festival Gabo. El taller se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).