Juan Ravell: “Al producir y dirigir este documental estoy marcando mi destino: no voy a regresar a Venezuela”

Foto: Cortesía María José Dugarte Bernal

Por María José Dugarte Bernal

Saco verde, pantalones a tono, mochila, unos 550 de New Balance de color beige, lentes y un cabello canoso que habla la experiencia es la imagen más clara que tengo de Juan Andrés Ravell. 

Si no fuera porque en Venezuela sus ideas, compartidas en el Chigüire Bipolar y otros contenidos de corte satírico, han sido consumidas por una generación de adolescentes y adultos jóvenes como si fuera una serie exitosa de Netflix, Juan habría pasado como un asistente más en el Festival Gabo, un sitio que reúne a gran parte de los mejores exponentes del periodismo de Iberoamérica. 

Pero ahí él era y no era uno más. Sí, a la vez. Era un comunicador social en medio de muchos. Era documentalista abriéndose espacio entre otros. Era un exiliado venezolano que, por pocos días, pudo reencontrarse con varios más en Bogotá. Y también era un testimonio vivo, pana y claro de la memoria, un término que llegó durante esta entrevista y le dio ideas para sus próximos conversatorios relacionados con A Dangerous Assignment, un documental que otra vez lo ha expuesto mediáticamente por relatar el trabajo periodístico de Armando.Info frente al caso Álex Saab.

Los pensamientos que suelta en voz alta, en medio de este festival, son la prueba de que Juan Andrés Ravell no es el mismo hombre que terminó exiliado en 2016 por presiones políticas del Estado venezolano contra su familia. 

Aunque por mucho tiempo quiso dejar atrás ese pedazo de su historia para no agudizar el duelo migratorio, una certeza más de su cambio personal y laboral es este último trabajo: “Es como hacer un poquito de terapia, tratar de contar esto”. Por eso, no hay vergüenza en hablarlo.

 ¿Cómo es estar consciente de tu país desde tan lejos? Esta es la primera pregunta porque la percepción de quienes se quedan es que la gente va perdiendo su interés en lo que deja. ¿A ti te ha pasado eso?

 Para serte sincero, yo he tratado de perder el interés en Venezuela. He tratado conscientemente de hacer trabajos que no tengan que ver con Venezuela. De hacer cosas que no involucren a Venezuela. Lo he logrado. He producido un par de podcasts para Spotify que no tienen nada que ver con Venezuela. Hice una serie de humor político para Univisión, era como una versión de Isla presidencial, pero en el espacio. A esos productos les fue chévere, les fue bien, pero no es lo mismo. Yo he tratado de insertarme en el mercado laboral internacional y he dado unos pasos que han estado bien, pero lo que se siente cuando uno trabaja con algo que entiende y comprende a profundidad, como es el caso Venezuela, hace que uno haga cosas mucho más relevantes y más importantes, que tienen más llegada. Lo he intentado, pero ahorita estoy regresando a hacer cosas de Venezuela.

¿En qué momento llegaste a decir “voy a hacer cosas relacionadas con Venezuela”? ¿Hay un hecho o un punto específico, algo que te haya hecho decir “esto es”?

Es difícil. La verdad es que no hay un momento “pivote”. No hubo algo que me hiciera decir “este es el momento”. Yo estaba trabajando en dos o tres proyectos documentales y ninguno se daba. Tenía problemas con el acceso y lo más importante en el documental es el acceso. Lo primero que necesitas es una buena historia y acceso a esa historia. Tenía historias muy buenas de Colombia, de México, pero no lograba dar el paso del buen acceso. Y en el caso de Saab, tenía a Roberto [Deniz], tenía esa relación cultivada desde hace mucho tiempo y dije: “Bueno, tengo que hacer el documental al que tengo acceso”, y ese fue el que hice.

Vimos el documental. Fueron tres años haciendo eso. ¿En qué momento le dices a Roberto que quieres hacer el documental con él? ¿Cuál fue el detonante? Porque a veces uno tiene esa idea de que “ah, Roberto es mi pana”, pero eso no es lo importante. ¿Pasó algo que te dijera que era el momento?

Sí hubo un momento, que fue cuando escuché la llamada que le hace Roberto al diputado Luis Parra preguntándole sobre el viaje que había hecho a Europa en apoyo a Álex Saab. Cuando yo escuché eso, quedé impresionado con Roberto. Yo seguía el trabajo de Roberto, lo admiraba, pero cuando vi cómo se comportó en la llamada y cómo este tipo le respondía de una forma tan vulgar y cómo lo acusaba, y cómo Roberto con mucha pausa y mucha inteligencia lo navegaba, seguía insistiendo en su pregunta, me hizo entender qué duro es Roberto, qué buen periodista. No existe mucha gente así en Venezuela. Qué increíble que esta llamada solo la estuviera escuchando yo, los periodistas y nadie más. Eso no tuvo mucha difusión más allá del mundo periodístico; entonces ahí fue cuando dije: “Esto es como un documental. Esto es materia dura”. Le comencé a preguntar a Roberto: “¿Tú tienes más llamadas? ¿Tú tienes otras cosas? ¿Y qué documentos tienes?”. Ahí empezó esa conversación y cuando a Álex Saab lo detienen en Cabo Verde ya fue como: “Estamos tarde. Tenemos que ir a Cabo Verde. Tenemos que hacer eso”. En ese momento era como si la decisión la hubieran tomado por nosotros: había que comenzar a grabar un documental.

¿Y nunca les pusieron algún “pero” por andar grabando cerca de la jefatura que sale en el documental? Porque, coño… estás persiguiendo a un tipo que buscan en todos lados. 

Sí. Aunque Cabo Verde es un país africano, tiene unas instituciones serias. No es una cleptocracia total. No soy un experto en Cabo Verde, pero no es un país demasiado inseguro. Lo que sí pasó cuando Roberto se aproximó a la casa donde estaba detenido Álex Saab, acompañado por un director de fotografía, fue que lo detuvieron momentáneamente por un par de horas. Le preguntaron qué estaba haciendo ahí y él explicó la situación. Trataron de borrar el material –no lo borraron–, pero sí tuvo su momento de tensión. Había tensión en Cabo Verde y, de hecho, hubo una ola gigantesca de fake news alrededor de la detención de Roberto. Dijeron que lo habían detenido con explosivos y que pretendía poner unas bombas en la casa de Álex Saab [entre risas].

Hay algo que me da curiosidad y es que yo no sé si tú puedes regresar a Venezuela como cualquier otra persona, porque tu nombre es reconocido y siempre es un problema, pero ¿cómo hicieron para tener gente en Caracas? Por ejemplo, grabar con drone en Caracas no es sencillo porque tienes que tener permisos. ¿Tenían aliados? 

Sí, tenemos equipo en Caracas. Muchas de las personas que nos ayudaron a grabar en Caracas no salen en los créditos por razones de seguridad. Pero sí teníamos gente en Caracas. Algunas entrevistas yo las hice por Zoom; la entrevista a Patricia Marcano [coordinadora de redacción de Armando.Info] fue así y ella estaba en Caracas. Entre Zoom, dirigir a distancia y un equipo local logramos capturar esas tomas.

Yo considero, después de haberme relacionado con el tema del humor y consumir su contenido en el Chigüire Bipolar, que el humor es una forma de hacer memoria. Radio Rochela, por ejemplo, aunque a algunos no nos guste, tiene memoria del país en cuanto a lo político, pero ahora tú estás haciendo memoria desde este punto de vista, que es documental. ¿Qué te motivó a saltar a un espacio un poquito más serio?

Me hubiese encantado que esa teoría que tú estás flotando se me hubiese ocurrido a mí antes, en otro conversatorio. “No, yo no cambié de carrera; yo solamente estoy haciendo memoria” [con tono orgulloso y en broma]. Suena muy lindo [risas]. Pero voy a ser más personal con esta respuesta: yo creo que salir, emigrar, vivir en el exilio, es una experiencia humana difícil aunque sea cómoda porque mi exilio ha sido cómodo. No te quita una nostalgia, no te quita el trauma pequeño de tu país. Para mí hacer este documental también tiene algo personal, de tratar de explicarme a mí, a mis hijos cuando crezcan y puedan verlo, y a otros por qué no vivimos ahí. Hay un elemento de tratar de entender a Venezuela con esa visión. Es como hacer un poquito de terapia, tratar de contar esta historia a mí mismo y a los que lo quieran ver. Hay un elemento terapéutico y, por otro lado, lo hice así porque no cabe el humor en esta historia…

Aunque te puedes reír…

Te puedes reír porque hay momentos que pueden dar risa, pero para mí no cabía el humor.

¿Y encuentras diferencias entre ambas formas de hacer memoria? O sea, entre el humor y el documental. 

Obviamente, el resultado final es distinto, pero igual estamos atacando al poder. Igual estamos diciendo cosas incómodas al poder. El humor es muy efectivo, pero tiene que dar mucha risa para que puedas atacar. Nosotros tenemos una regla en el Chigüire y es que el titular no lo puede leer Diosdado Cabello en [su programa televisivo] Con el mazo dando, porque al leerlo queda en ridículo. En su propia concepción debe tener su defensa. Y en el caso del periodismo pasa algo: cuando hay rigurosidad y el reporteo es muy fuerte, no lo puedes atacar. Si lo atacas, tienes que tergiversarlo. Incluso, la respuesta del Gobierno cuando salió el documental fue muy fuerte y nos atacaron muy duro.

Leer un reportaje de Armando.Info es difícil para una persona común y corriente, pero tú hiciste que este documental fuera fácil de entender ¿Crees que una parte de tu objetivo era hacer sencillo entender este problemón?

Sí, y fue un trabajón convertir esos trabajos tan rigurosos y complejos en una historia sencilla y que atrapara. Nosotros pasamos año y medio editando el documental. Ayer escuché de un documental que lo hicieron en nueve meses y yo digo: “No sé cómo hicieron. Son unos genios. Los felicito”. Fue un trabajo muy duro, de destilar y destilar, hasta que conseguimos el corazón de las cuatro investigaciones que seguimos en el documental. Una cosa que nos pasaba era que, a veces, cuando íbamos al detalle más detalle, se destrancaba lo difícil de entender de la historia. Por ejemplo, cuando tú le llegas a la investigación de la leche a través de descubrir la factura de Group Grand Limited, tú entiendes cómo en el trabajo periodístico se obtiene una información. A veces ir al hiperdetalle servía para clarificar las cosas más complejas. Igual pasa cuando Roberto investiga sobre la oficina de Álex Saab en Rusia. El dato de esta persona, María Camila Ballén, que es como la clave que le abre la puerta para entender lo que sucede en Rusia, es importante. Entonces, es un balance entre dejar mucha información fuera y dejar la información que te lleva al siguiente paso de la investigación.

¿Tú crees que tu humor se ha transformado a partir de este documental? ¿Cambió algo en tu forma de reírte de las cosas?

No sé si me amargué más haciendo esto [risa cortada]. Me gustaría retomar el humor de alguna manera, pero creo que si vuelvo a hacer humor, tendría otra característica. Trataría de que tenga más densidad… Me encantó la experiencia de hoy [en la proyección del documental], donde yo sabía que la gente se reía porque había escenas más o menos divertidas, pero me sorprendió [risa nerviosa]. No he hecho humor desde que hice el documental, pero sí te digo que me enseñó un montón sobre cómo hacer periodismo y eso lo sumaré. No solamente me pasó por trabajar con Armando.Info, sino con Frontline [el programa de documentales de PBS de donde se desprende A Dangerous Assignment]. Trabajar con la edición de los editores de Frontline fue una experiencia brutal. Eso fue un campamento militar de periodismo intensivo y lo que aprendí ahí me lo llevo.

¿Qué cosas ya no te dan risa?

A mí nunca me da risa cuando se burlan del vulnerable, pero eso es desde antes. Sigo consumiendo humor, sigo disfrutando el humor, pero creo que siempre he valorado la sátira y no sabría  decir qué no me da risa. Déjame pensar….

Tranquilo. Tómate tu tiempo…

Es muy contextual el humor. El humor que yo consumo en mi casa viendo televisión es distinto al que consumo con amigos. Yo bajo mis estándares cuando estoy con unos amigos. Ellos dicen unos chistes medio malos y yo me río [risas], pero básicamente depende del contexto.

¿Dónde está tu marca o tu sello personal en ese documental. Eso que tú dices: “Ahí estoy yo”. Porque sea lo que sea, sea un escrito periodístico, siempre hay algo de uno. Uno deja algo ahí marcado. ¿Hay algo así en ese documental?

Yo creo que las conversaciones que tuve con Roberto sobre el regreso a Venezuela. Ahí estaba yo, estaba proyectándome muchísimo. Yo le pregunto a Roberto: “¿Tú al seguir investigando esto, vas a regresar a Venezuela? ¿No vas a regresar? ¿Qué significa esto?”. Y él me dijo: “Seguir investigando significa que yo no voy a regresar a Venezuela”. Eso aplica para mí. Al yo producir y dirigir este documental estoy marcando mi destino. Entonces, creo que las cosas que tienen que ver con el exilio y ese momento de la llamada de Roberto con sus papás, eso para mí es muy personal.

¿Hubo algo que te diera ganas de llorar? Me refiero al proceso de hacerlo, no al resultado final. 

Editando casi lloro del trabajón. Te lo juro… [risas] Pero creo que, en el momento en que me entero que Álex Saab va a ser enviado a Venezuela, no lloré ni nada, pero sentí un hueco en el estómago de la frustración. Y después se me quitó porque dije: “Tengo que conseguir un camarógrafo en Bogotá que siga a Roberto, tengo que grabar a Josh [Goodman, corresponsal en Latinoamérica de Associated Press]”. Todo el trabajo ocultó el sentimiento.

La misma presión

Sí, por documentar. 

Yo creo que ese sentimiento de querer llorar, y frustrarse, nos tocó a todos porque es como cuando te roban algo.

Sí..

Solo que en este caso era un acto de justicia simbólica para un montón de gente que se murió en su casa porque la leche que no era leche le cayó mal. Eso era simbólico. Yo creo que hasta me dolió porque yo también me enfermé por la leche.

Se te aguó el guarapo ahí [tono gracioso].

Quien ha tenido que comer de esa caja entiende…

Por eso al gobierno no le llamó la atención el documental, porque mucha gente tomó esa leche o la evitó. Yo creo que la parte personal con Roberto fue muy fuerte. Los videos de la leche fueron fuertes de ver, pero estábamos muy metidos en la investigación. 

¿Ahorita qué te da más miedo: hacer humor o el documental?

El documental. Yo creo que cuando te metes con el poder, así sea con la verdad, es un mundo que conozco menos. Pero bueno, el miedo es natural, es una respuesta humana necesaria y hay que aprender a vivir con eso. Yo tampoco es que vengo de la nada: yo vengo de hacer sátira y de momentos que han sido tensos, pero esto es otro nivel. Claro, viviendo fuera de Venezuela es un poquito más tolerable. Si viviera en Venezuela, no sé si me hubiese atrevido a hacer este documental. 

Esta pregunta es random. Puedes meterle el contexto que tú quieras: ¿Tú tienes fe? ¿Mano, tienes fe?

No tanto. Yo trato de convencerme a mí mismo de no esperar el peor escenario, pero siempre contemplo los escenarios negativos. Es una cuestión de mi personalidad que tengo que trabajar, pero yo siempre veo todos los escenarios negativos; no los espero, pero los imagino. Pero para las cosas importantes, como mi familia, la salud de mi familia, en las cosas muy importantes no soy así. Con las cosas laborales sí soy como un poquito más… no pesimista, pero sí veo todos los escenarios y no estoy preñándome de ideas, de fantasías, porque me he dado muchos coñazos [risas].

Entrevista hecha el sábado 6 de julio de 2024 en el Gimnasio Moderno de Bogotá, Colombia. Ese día Juan Andrés Ravell presentó, junto al periodista de investigación Roberto Deniz, el documental ‘A Dangerous Assignment: Uncovering Corruption in Maduro’s Venezuela‘ en la Cinemateca de esta ciudad y aceptó esta entrevista como parte del taller ‘El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia’, que dirigió Albert Lladó el 4, 5 y 7 de julio del 2024 en Bogotá, Colombia, como parte de las actividades del 12º Festival Gabo. 

El taller se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).