Relatoría del taller ‘Primero fue la imagen, luego el verbo’, con Daniel Liévano

La actividad se llevó a cabo durante el 12º Festival Gabo los días 4 y 5 de julio de 2024, y contó con 20 participantes, entre ellos ilustradores, publicistas, diseñadores y periodistas.

Por Paula Calderón Buitrago | @paulacalderon_

¿Primero fue la imagen, luego el verbo? Con esta pregunta, que a la vez es el título del taller, comenzó la primera sesión el ilustrador Daniel Liévano. El título desafía la frase bíblica, casi mitológica, “primero fue el verbo”, que sugiere que la acción primaria de la creación, ya sea por parte de las deidades o de Dios, fue el verbo, es decir, la palabra, al dar origen al universo. Sin embargo, Liévano propone una reflexión distinta: antes de la palabra, la imagen ya existía como una forma primordial de expresión y comprensión del mundo. El taller, por lo tanto, buscó explorar la idea de que la imagen es un lenguaje fundamental, capaz de preceder y complementar al verbo en la construcción de significado y comunicación.

  1. La ilustración como iluminación

La ilustración puede considerarse una forma de iluminación, ya que las ideas tienen una forma inherente, y al ilustrarlas, se les otorga luz, lo cual es algo asombroso. Incluso en su propia definición, el ilustrador tiene un papel específico: mientras que el pintor busca la belleza, el ilustrador sigue un texto o una idea previa. “Es como si empacara ese concepto y lo interpretara, ya sea un texto escrito o no, que puede provenir de una naturaleza digital o comercial”, dice Liévano.

Los primeros intentos de comunicación del ser humano sugieren que la literatura, o la escritura, posee una naturaleza visual. Al hacer registros de rayones o tachones en una piedra, se buscaba perdurar en la memoria, capturando la realidad a través de los sentidos. Por eso, Daniel Liévano cree que la lengua humana y el pensamiento pueden, en ocasiones, ir más allá de las palabras. “Existen personas que piensan en palabras, pero también hay quienes piensan en imágenes o conceptos”, asegura Liévano.

  1. Poema de palabras

Liévano cuestionó a los participantes: “Todos tenemos una forma de contribuir a la verdad. ¿Cómo se forma esa idea de verdad? ¿Cómo se expone para generar verdad?” Posteriormente, propuso un ejercicio: les pidió imaginar que en un lado hay una palabra en negrilla y, al lado derecho, otra palabra también en negrilla, sin ninguna relación aparente con la primera. Por ejemplo, “continente” en un lado y “competencia” en el otro. Luego, trazó cuatro líneas entre ambas palabras, creando un puente para conectarlas. Por ejemplo:

De “continente” se pasa a “geografía”. “Geografía” se conecta directamente con “carrera” (como una disciplina académica). “Carrera” se relaciona con “competencia”. “Competencia” con “natación”. Y “natación” con “física”.

De esta manera, se crean conexiones entre palabras que inicialmente parecían no tener relación alguna. A partir de estas conexiones, explicó Liévano, se pueden generar imágenes e ilustraciones.

  1. Conectar lo que no está conectado

Lo fundamental es la capacidad de conectar elementos que, a primera vista, no parecen estar relacionados. Esta habilidad es clave para crear imágenes, escribir, o cualquier otra forma de expresión creativa. En el caso de Daniel Liévano, su trabajo consiste en hacer imágenes, y su enfoque se basa precisamente en entrelazar cosas que a veces parecen no tener ninguna relación. Como él mismo explica: “Pueden darme un texto sobre machine learning, inteligencia artificial, y gallos en Indonesia, y mi tarea es encontrar la manera de unir estos conceptos de forma que se puedan entender de manera universal”.

Además, hay personas que asocian colores o formas con palabras. Por ejemplo, para algunos, el número nueve es amarillo, o la palabra “inocencia” se percibe como azul o blanca. Es interesante considerar cómo estas asociaciones actúan como conexiones entre palabras e imágenes en nuestra mente, aunque en ocasiones estas asociaciones ya están integradas de manera natural.

  1. La libertad en las oposiciones

Continuando con el proceso creativo en el taller, Liévano propuso un ejercicio en el que se elaboraron dos listas: en la primera se incluyeron sustantivos abstractos como soledad, tristeza y búsqueda de dignidad; en la segunda, sustantivos concretos como columpio, escalera y piscina. El objetivo era encontrar oposiciones instantáneas o antónimos para los sustantivos abstractos, dado que en el lenguaje humano tendemos a comunicarnos utilizando este tipo de contrastes. Es más fácil identificar el opuesto de conceptos como la soledad (compañía) o la tristeza (felicidad), aunque en ciertos casos puede resultar más complicado hallar un antónimo claro para sensaciones abstractas.

En contraste, los sustantivos concretos no suelen evocar antónimos de manera tan inmediata. Por ejemplo, rara vez se piensa en un opuesto para un asiento. Sin embargo, Liévano considera que los objetos, en general, tienen connotaciones y personalidades propias. Intentar encontrarles un opuesto resulta interesante, ya que esto puede generar una identidad para el objeto y ofrecer una nueva experiencia, como si tuviera una personalidad única.

Finalmente, Liévano propuso hacer una lista. Él dictó los objetos, y los participantes identificaron el opuesto de cada uno según su percepción. Al concluir, los asistentes compartieron sus resultados y exploraron las relaciones que se establecieron, y cómo estos opuestos dieron lugar a imágenes poderosas y significativas.

  1. El pensamiento irracional

Las oposiciones también son generadoras de imágenes. Aquí es donde entra en juego algo que siempre rescata Liévano: el pensamiento irracional. Este tipo de pensamiento, a menudo asociado con el lado derecho del cerebro, que se dice que es el creativo, permite generar estructuras y metáforas necesarias para expresar. Cuando queremos generar una metáfora, estas se construyen desde lo irracional.

  1. La metáfora: un puente entre lenguajes

Una metáfora, en términos prácticos y personales, es llevar un lenguaje de un lugar a otro para explicar algo más grande. Un ejemplo muy común sería decir “Tus ojos son soles”. Esta frase usa el lenguaje que ya contiene en sí metáforas o comparaciones. “Estoy sugiriendo que los ojos de la persona son los más grandes o brillantes, o que están asociados al sol, que es algo que necesitamos y que es inmenso, un cuerpo celeste esencial para la vida” explica Liévano.

Este tipo de pensamiento irracional y la creación de metáforas permiten construir imágenes poderosas que comunican ideas complejas de manera accesible y memorable.

  1. Los estereotipos 

Al observar señales éticas, como los avisos de hombre y mujer o los íconos en las señales de tránsito, se puede notar cómo están profundamente relacionados con los estereotipos que predominan en la mente humana. Estos estereotipos influyen en la manera en que las personas visualizan e interpretan el mundo que las rodea. Por ejemplo, al pensar en una montaña, lo primero que viene a la mente es un triángulo, o al imaginar un árbol, es común visualizar un tronco con un círculo en la parte superior.

En la ilustración editorial, estos estereotipos visuales se emplean con frecuencia. “Aunque la palabra estereotipo puede tener connotaciones negativas, para el ilustrador representa una fuente de recursos que puede transformarse para crear nuevas ideas” dice Liévano. Por ejemplo, la imagen de una rosa como símbolo del amor o una pareja abrazándose son estereotipos comunes. Sin embargo, al modificar estos símbolos, es posible generar nuevas interpretaciones y superar el cliché. Un ejemplo sería una espina de una rosa clavada en una pared, lo que le otorga una nueva dimensión a la idea del amor.

  1. Los estereotipos en la supervivencia 

Los estereotipos también cumplen una función evolutiva. La capacidad de identificar patrones en la realidad ha sido clave para la supervivencia humana. Hace miles de años, si las personas escuchaban un ruido que asociaban con peligro, como el acecho de un animal, reaccionaban instintivamente huyendo. Esta habilidad de asociación rápida permitió a los seres humanos sobrevivir, aunque también puede dar lugar a la paranoia, como una respuesta instintiva de mantenerse alerta. En términos visuales, estos patrones y asociaciones ayudan a conectar ideas, como se vio en el ejercicio inicial donde se asociaron elementos aparentemente desconectados.

  1. Lo poético y lo absurdo en el arte

Lo poético en el mundo, para Daniel Liévano, se manifiesta en lo absurdo, pero ese absurdo no es tan irracional como parece. A menudo, en el arte, se encuentra coherencia en lo aparentemente absurdo, aunque no siempre se pueda explicar. Por ejemplo, un cigarrillo colocado como una flauta puede no tener un sentido lógico inmediato, pero puede evocar una sensación o idea que resuene de manera inexplicable.

  1. El arte de sugerir a través de la imaginación

La famosa imagen de la mujer de espaldas que evoca un instrumento musical, obra de Man Ray, es un ejemplo perfecto de cómo la sugerencia y la omisión pueden añadir profundidad a una imagen. Al mezclar dos elementos —en este caso, una mujer y un violín—, Man Ray no muestra la totalidad de ambos, sino que deja espacio para la interpretación. Esta sugerencia en la imagen le otorga elegancia, intelecto y poder, al invitar al espectador a completar la imagen con su imaginación.

El arte también juega con las connotaciones de los objetos. Por ejemplo, comparar una copa de vino con una parte del cuerpo, como la vagina, sugiere una conexión sensual y refinada. Una copa de vino evoca un ambiente más tranquilo, íntimo y de pareja, en contraste con la connotación más robusta o fuerte que podría tener un whisky. Estos matices en las imágenes y en los símbolos permiten al espectador explorar diferentes capas de significado y generar nuevas interpretaciones.

Sobre Daniel Liévano

Nació en Bogotá, Colombia. Una parte de su trabajo se enfoca en visualizar las ideas vanguardistas de líderes de la ciencia y el arte en grandes medios de comunicación. Como ejemplos destacados están tres libros de colección ilustrados de Haruki Murakami para la editorial inglesa The Folio Society, y la portada digital sobre sostenibilidad climática para la revista The New Yorker. Liévano está interesado en la narración visual y en las relaciones formales de la semiótica general con la poesía y el arte. Su más reciente novela gráfica, La gravedad y otras sustancias, recibió la Medalla de Oro de la Sociedad de Ilustradores de Nueva York y el Premio Seymour Chwast del Museo Avant-Garde en Suiza. En 2022 fue galardonado con el primer puesto de los World Illustration Awards, otorgado por la Asociación de Ilustradores (AOI) de Reino Unido.

Sobre el taller

El taller titulado “Primero fue la imagen, luego el verbo” se llevó a cabo los días 4 y 5 de julio en la Biblioteca Pública Virgilio Barco, en colaboración con BibloRed, la Red Distrital de Bibliotecas Públicas y Espacios Alternativos de Lectura de Bogotá, como parte del 12º Festival Gabo. Durante el taller, los participantes exploraron el proceso cognitivo, lúdico, libre y caprichoso de traducir palabras en imágenes. Más allá de la habilidad para dibujar, se puso un énfasis especial en el concepto, una idea que muchos suelen abordar con cierta distancia, pero que resultó ser accesible y manejable.

La actividad se centró en capturar esencias, siempre dentro del ámbito subjetivo, lo que precisamente sirvió como detonante para una comunicación única de ideas. Se destacó que la imagen es representativa y explícita, pero también puede ser sutil y reservada. Una imagen que evoca un libro completo es una excelente representación, incluso si no lo revela todo de inmediato. Durante el taller, los participantes cazaron ideas, las modificaron y descartaron, con el propósito de experimentar con la creación de una cubierta.

Finalmente, se invitó a todos a capturar imágenes desde su perspectiva personal y a transformarlas en un símbolo visual que comunicara de manera efectiva.

Reflexiones que dejó el Festival Gabo sobre la transformación del periodismo latinoamericano: un hormiguero de medios nativos digitales

En el conversatorio ‘Hormigas, comunidades y migrantes: los medios nativos digitales en América’, moderado por el investigador Germán Rey, se lanzó el estudio El Hormiguero II. Además, se hicieron varios anuncios de lo que vendrá con la alianza entre la Fundación Gabo y Google News Initiative para este 2024.

Por Yorley Ruiz M.

Durante el encuentro de contadores de historias más esperado del año, el Festival Gabo, que se realizó en Bogotá, Colombia, del 5 al 7 de julio, la reflexión sobre el futuro del periodismo latinoamericano tuvo un espacio muy especial, pues se pudo conocer cómo la aparición y el fortalecimiento de medios nativos digitales en la región ha marcado un nuevo rumbo en el consumo y producción de contenidos informativos durante los últimos 5 y 10 años, desafiando, incluso, las formas tradicionales del periodismo que se venía haciendo hasta entonces. 

Este fue uno de los resultados que destacó el investigador colombiano Germán Rey, quien lideró el estudio El Hormiguero II, que fue presentado durante el Festival Gabo en el conversatorio ‘Hormigas, comunidades y migrantes: los medios nativos digitales en América’, en el que también participaron Juan Manuel Lucero, líder del equipo de alianzas con medios de comunicación de Google para el Cono Sur; Jennifer Ávila, directora de Contracorriente, y Mariana Alvarado, periodista y editora. 

“Vivimos una era de periodismo en transformación, y es el sentido del Festival Gabo y de la alianza que tenemos con Google News Initiative. Quiero agradecer y resaltarla, ya que ha sido absolutamente clara y respetuosa. Google tiene este programa, lo mantiene, es en apoyo al periodismo, y es algo que valoramos más allá de las discusiones que haya sobre los roles de las tecnológicas, en este caso lo importante es que se canalizan unos apoyos que no solo nos sirven para realizar estos estudios, sino, también, para mantener proyectos como el Festival con una participación tan interesante”, destacó el director de la Fundación Gabo, Jaime Abello Banfi, durante su saludo de apertura al encuentro. 

Leer más: Descarga gratuitamente el estudio El Hormiguero II

Por su parte, Juan Manuel Lucero recordó cómo inició esta alianza en 2019, mediante un primer acercamiento con Jaime Abello durante el séptimo Festival Gabo en Medellín, que dio paso a la colaboración que se mantiene actualmente con alcances destacados como:

  • El desarrollo del primer y más importante mapeo de medios nativos digitales latinoamericanos en el continente, que tuvo dos etapas, la primera fue publicada en 2022 y la segunda este año, dando paso a los entregables: El Hormiguero I y II, los cuales puedes descargar gratis aquí.
  •  El programa Red Anttena: una oferta formativa y de estímulo orientado a fortalecer los medios nativos digitales de la región con espacios virtuales, presenciales y mentorías, teniendo como guía los resultados de El Hormiguero I y II. Este año se lanzó la segunda edición con la apertura de un ciclo de clases magistrales y un taller virtual, conoce más aquí
  • Proyección de un estudio sobre desiertos informativos en la región: según lo definió Jaime Abello durante el encuentro, un desierto informativo hace referencia a “lugares donde no hay cobertura local, no hay un periodista que esté relatando lo que ocurre en esa localidad, en ese pueblo, en esa ciudad. También, a los lugares que son cubiertos por medios de comunicación con influencias publicitarias de gobierno”. Esta apuesta busca conocer los desiertos informativos que hay en Latinoamérica, un nuevo escalón de esta alianza que cada año se sigue robusteciendo. 

Teniendo en cuenta este contexto, Lucero recordó cuáles fueron esos principios y preguntas con las que inició esta alianza que se han mantenido durante los últimos cinco años: “Juntos estamos pensando siempre que el periodismo de calidad es nuestro foco, que la innovación es nuestro foco, que apoyar las nuevas narrativas en Latinoamérica es muy importante. Queríamos entenderlas teniendo métricas que fueran cuantitativas, pero también cualitativas, que nos dieran números, pero que también nos dirán mensajes, pensamientos y desafíos de todos esos medios nativos digitales”.

Hormigas en movimiento: medios y migración

El mapeo de medios nativos digitales de Latinoamérica permitió caracterizar 1.757 en 17 países, sumando las entregas de 2022 y de 2024. Este trabajo de alrededor de dos años, Germán Rey lo describió, para iniciar la conversación, como una expedición: “Es hablarles como si fuese retornar de una expedición de la que venimos muy alborozados de lo que hemos visto: una reconsideración del periodismo, una transformación del mapa del periodismo a través de unos medios pujantes, con perspectivas de nuevas narrativas”. 

Una expedición implica movimiento, y eso fue lo que también resaltó Rey al ver cómo la migración hacia Estados Unidos también ha propiciado el surgimiento de nuevos medios, dirigidos a esas nuevas comunidades con necesidades, idiomas y tradiciones particulares. 

Es por esto que, a la segunda parte de este estudio, se le sumó el análisis de 10 medios nativos digitales en Estados Unidos, ubicados en polos de migración del país, como una primera exploración. Sobre esto habló Mariana Alvarado, periodista y editora, quien se desempeñó como coinvestigadora en Estados Unidos, al señalar algunos de sus hallazgos:

  • Estos medios no solo producen en inglés y en español, también lo hacen en creole, haitiano, francés y chino.
  • Son medios enfocados completamente en sus comunidades.
  • Hacen uso de una tecnología muy diversa, según las necesidades de la comunidad. Como sus públicos son migrantes, no todos tienen acceso a computadoras, entonces buscan nuevas maneras de llegar a ellos. 
  • La inclusión en sus equipos de trabajo es muy importante para lograr ese alcance en la diversidad de contenidos. Algunos de ellos son personas indígenas, miembros de la comunidad LGBTIQ+, entre otros. 
  • Son medios que se deben 100% a las audiencias: tienen modelos de escucha activa. 

Hormigas hablando desde sus hormigueros

Por otro lado, los medios nativos digitales que surgen y se mantienen en Suramérica también cuentan con sus propios desafíos y características, según el país y contexto en el que se encuentren.Algunas de las que destacó Rey fueron: 

  • Son medios con una enorme vitalidad.
  • Son el lugar de lo innombrable.
  • Es constante la búsqueda de nuevas formas de la sostenibilidad.
  • Muchos de ellos sufren los problemas de libertad de expresión que hay por todo el continente; algunos de ellos han sido expulsados de sus países, por ejemplo, en Nicaragua. 

Jennifer Ávila, directora del medio hondureño Contracorriente, por su parte contó cómo surgió su medio en un álgido contexto político en su país en el que se necesitaban nuevos enfoques e investigaciones que dieran mayor claridad sobre lo que estaba pasando. Además, la ciudadanía estaba demandando, a través de redes sociales, otras reflexiones sobre la corrupción y la democracia que mostrara nuevos caminos. 

En ese momento, recuerda, que “querían más información y empezó a hablarse de la necesidad de más investigación, de periodistas que denunciaran. Entonces, creo que ese vacío estaba ahí muy muy claro y dijimos: ‘hay que hacer un medio investigativo’. Para ese momento ya estaba El Faro, de El Salvador, desde hace muchos años. Ya conocíamos ese medio, conocíamos otros independientes e investigativos en la región y sentíamos que en Honduras no había algo así”, relató Ávila. 

Fue así como decidieron emprender este camino, en el que además de velar por hacer un buen periodismo, también tuvieron que aprender a pensar como empresarias. “Esto también es una empresa y puede ser un negocio; todavía lo estamos descifrando. Andamos recorriendo en la precariedad, no estamos ganando dinero, estamos viendo cómo hacer las cosas porque nos mueve la pasión, pero también tuvimos claro que no podíamos seguir así reproduciendo la precariedad en el oficio”.

Teniendo en cuenta estas necesidades, Ávila y su equipo hacen revisiones anuales no solo para definir sus líneas de investigación, sino también para evaluar cómo va evolucionando la audiencia, ya que quieren hacer buen periodismo pero también impulsar las nuevas generaciones de periodistas desde su plataforma. 

Contracorriente es uno de los medios caracterizados en esta investigación que, además de propiciar datos, busca convertirse en una red dinámica y activa de medios nativos digitales donde se propicien espacios de encuentro, reflexión y formación. 

“Parte del valor de El Hormiguero es, también, poder apoyar a estos medios a partir de estos datos de la investigación, construir programas que les sirvan, no solo a nosotros, sino a otras organizaciones que también hacen investigación. La red que se ha creado a partir de este proceso es muy importante”, señaló Juan Manuel Lucero.

 

Relatoría del taller ‘De perfil se ve mejor’, con Sabrina Duque

En el marco del 12° Festival Gabo, la cronista y traductora develó sus claves a la hora de escribir sobre alguien.

Por Luisa Fernanda Gómez Cruz / @ilusa_Gomez

Escribir un perfil no es recopilar un cúmulo de datos biográficos sobre un personaje. Es lograr que lo que escribimos sobre una persona en particular hable sobre todas los demás. “Cuando vayan a escribir un perfil piensen qué es lo que la vida de esta persona me dice sobre mí mismo, qué es lo que me puedo preguntar sobre mi existencia a través de esta persona”, dijo al arrancar su taller Sabrina Duque, periodista, cronista y traductora ecuatoriana.

Periodistas, editores, docentes y estudiantes de comunicación social tuvieron la oportunidad de escuchar los secretos de Sabrina Duque al escribir un perfil, en el taller que dictó durante el Festival Gabo 2024.

Al final del encuentro, la cronista invitó a pensar en un personaje sobre el que los asistentes quisieran escribir y los acompañó en el planteamiento de la historia apuntando que “uno no está solo cuando está haciendo un perfil. Es cierto que vas a estar solo mientras escribes, pero siempre necesitas hablar con la gente en la que confías y cuyo criterio te va a acompañar”. Estas son las claves a través de las cuales la cronista ofreció su acompañamiento.

Escoger a quién perfilar

Algunas veces se trata de una asignación. Otras, de ideas que están dando vueltas en tu cabeza por años. “Para mí, es el momento en el que quiero entender todo acerca de alguien o quiero explicarme algo”, apuntó Duque. Para ilustrar este punto compartió un el proceso de estructuración de un perfil de su autoría. 

Cuando Sabrina vivía en Portugal, la cantidad de centros de estudio neurológicos que había por todas partes llamaron su atención. Esa curiosidad la llevó a descubrir que el primer Premio Nobel portugués no fue José Saramago, como comúnmente se piensa, sino António Egas Moniz, un neurocirujano. 

Encontrar esa historia “me dio la oportunidad de preguntar ¿qué tanto sabemos realmente sobre el cerebro?, ¿por qué aún no tenemos suficiente información sobre este órgano?, ¿qué es lo que el cerebro representa?”, señaló la cronista. La idea que comenzó con una pregunta (¿por qué hay tantos neurólogos en Portugal?) terminó con la escritura del perfil “Antonio Egas Moniz: el doctor que curaba la tristeza perforando cráneos”.

Escribir sobre alguien muerto

Antonio Egas Moniz vivió entre 1874 y 1955. A diferencia de perfilar a alguien vivo, a quien es posible seguir a todas partes y ser testigo de su historia, cuando se escribe un perfil sobre una persona muerta se requiere de otras herramientas de reportería. Hay que confiar en la memoria y los recuerdos —algunos quizá falsos— de quienes lo conocieron y rodearon.

Para hacer un relato verídico, sin embargo, se requiere más, como recurrir al archivo histórico, a las entrevistas que otros hicieron en vida a este personaje y leer las cartas que envió y, con suerte, los diarios que escribió. Estos elementos ayudan a hacer una reconstrucción del personaje.

Pero, como no basta con escribir sobre una persona para hacer un perfil, Sabrina Duque recomienda leer libros históricos que den contexto sobre cómo era la época que habitó ese personaje: “No hay un perfil que yo haya escrito en el que no haya revisado los libros de historia para poder tener detalles de la ciudad, de la vida en la ciudad, de cómo era por donde andaba la persona sobre la cual escribo”.

Construir una escena de la que no soy testigo

El perfil de Antonio Egas Moniz arranca con la descripción de un día de 1935, en un quirófano del Hospital Santa Marta de Lisboa: “Antonio Egas Moniz se calzó los guantes en sus manos deformes por el reumatismo, echó un ojo a la mecha acerada de su taladro y le perforó el cráneo a un paciente”. “¿Cómo construyo una escena de la que no fui testigo?”, preguntó la cronista a los asistentes al taller. Echando mano de los recursos disponibles.

Hay registros en el hospital sobre cómo fue ese día, están las fichas médicas donde se cuentan los detalles de lo que sucedía en los quirófanos. Están los profesores de la universidad que forman a las nuevas generaciones de neurocirujanos portugueses y que saben cómo se hacían los procedimientos en el pasado. “A través de todos estos apuntes y de todas estas entrevistas pude recrear esta escena. No escribí nada que tenga que ver con el clima porque no tenía esa información. Pero sí tengo la descripción de cómo se hacía el proceso, la cantidad de pacientes que atendía, el diagnóstico que se hacía de estos pacientes”, explica Duque.

Qué contar de nuevo cuando son personajes famosos

Puede que el personaje del que se vaya a escribir sea lo suficientemente famoso para que creamos que ya todo ha sido escrito. Y aún así puedes hacer la diferencia a través de tu mirada. “Es tu perspectiva, es tú análisis”, sentencia Duque. Pero la mirada, la perspectiva y el análisis no nacen en el vacío. Para encontrar un buen enfoque es preciso estar completamente informado sobre lo que vamos a escribir. La reportería es lo más importante y es la herramienta que nos conducirá a hacer algo distinto. De no contar con un buen trabajo previo es fácil caer en obviedades. 

Cómo ganarse la confianza del perfilado

No es suficiente con una entrevista con el personaje del que escribiremos para hacer un perfil. Es necesario pasar la mayor cantidad de tiempo posible con él, seguirle en su día a día, conseguir que se olvide de que estamos ahí.

La clave es la escucha. “Cuando me siento a hablar con alguien, esa es la única persona en el mundo que existe”, dice Sabrina Duque. Nada más importa y toda la atención del reportero debe estar volcada a su personaje, porque es fácil notar cuando alguien no está prestando atención. “Pero cuando escuchas con interés, la gente te cuenta sus historias”, explica la cronista.

Cómo titular

Sabrina Duque reveló a los asistentes al taller el método usado en la revista Etiqueta Negra, donde publicó sus historias: “Hazte una pregunta. ¿Qué es lo que quieres contar? ¿De qué se trata esta historia? Esa pregunta, que tiene que ser sencilla y fácil de responder, te puede dar el tono de a donde vas”.

El perfil de Fernando Pessoa escrito por Duque se titula “Pessoa, su estatua y la Coca-Cola”. “La Coca-Cola es un símbolo”, explica la autora; “es algo a lo que todo el mundo le puede dar una interpretación y una visión. Pessoa es un personaje del que todo el mundo tiene algo que decir en Portugal. Hay muchos Fernando Pessoa en la imagen de Fernando Pessoa. Pero además, él hizo un anuncio publicitario para Coca-Cola”. Así fue que encontró las conexiones para titular su perfil a la vez que despertaba curiosidad en sus lectores.

Sobre Sabrina Duque (Ecuador)

Es periodista, cronista y traductora. Sus historias han sido traducidas al portugués, italiano e inglés. En 2015 fue finalista del Premio Gabo, categoría Texto, con el perfil Vasco Pimentel, el oidor. En 2018 ganó la Beca Michael Jacobs de Crónica Viajera. Su ensayo ¿Hay vida después del Maracaná? aparece en el libro Eduardo Galeano, un ilegal en el paraíso. Ha publicado los libros Lama (Turbina, 2017), VolcáNica (Debate, 2019) y Necesito Saber hoy de tu vida (Anagrama, 2022). Es colaboradora de la sección Español de The New York Times, donde entre otras cosas edita el boletín El Times.

Sobre el 12º Festival Gabo

El Festival Gabo es posible gracias a la alianza de la Fundación Gabo con la Alcaldía de Bogotá y el Grupo Bancolombia con sus filiales en América Latina. A partir de este año, cuenta también con el respaldo de la CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, además del apoyo de más de 50 instituciones de todo el mundo.

“La tendencia a estigmatizar a los periodistas que no son sumisos parece que no es solamente de la derecha colombiana”: María Jimena Duzán

Foto: Fáber Franco / Fundación Gabo

A pesar de ser víctima de la violencia en Colombia y de ejercer una profesión amenazada y sin garantías en dicho país, María Jimena Duzán ha demostrado, a lo largo de su carrera periodística, que sea cuales fueren las circunstancias, “no se deja callar”, así como tituló un reciente episodio de su podcast ‘A fondo’, en el que se defiende de los señalamientos recibidos por parte del presidente de Colombia, Gustavo Petro.

Por Martha Amor Olaya

La entrevista me fue encargada un día antes del encuentro con ella, en medio del taller “El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia”, con Albert Lladó, en el marco del Festival Gabo 2024. Ella es un referente de quien ha sido crítica del poder, ha destapado escándalos de corrupción, ha cubierto el conflicto, y ha sido parte activa en procesos tan importantes para el país como el de paz, o para las mujeres, como el de la despenalización del aborto. 

Publicó siete libros. La historia le habría condenado si no hubiera escrito sobre Uribe,  Santos y sobre la década del horror de Pablo Escobar por el hecho de haber tenido butaca en primera fila, tan cerca que en más de una ocasión la alcanzaron las ondas explosivas, tanto en sus espacios físicos, como en su interior.  Aunque escribió el libro Mi viaje al infierno, en donde narra los hechos que rodearon el asesinato de su hermana Silvia, en él tampoco se despojó de su traje de periodista. Escribió también sobre el poder ciudadano Emputados (2014), y Para qué escribir (2020) una antología de sus trabajos. 

Me dijo:

—Tengo media hora. Solo lo hago porque es la Fundación, pero espérame un momento. Estoy aquí resolviendo algo.

Hace alusión al lío en el que está.  Pienso que se refiere a la discusión pública con el Gobierno nacional, más específicamente con el presidente Gustavo Petro y con Laura Sarabia, directora del Departamento Administrativo de la Presidencia, por un derecho de petición que le envió a Sarabia y al hermano de ésta, señalados de hacer parte de una presunta red de corrupción.  

Le digo que la entrevista es para el taller, que esté relajada.  Se ríe. Aun así, la mayor parte de la media hora estuvo seria. Su voz, grave y clara, se mantuvo en tono medio, a excepción de un momento, en el que lo levantó. 

¿Cuántas veces ha sido entrevistada y qué tan cómoda o incómoda le hace sentir ello?

Muy pocas. No me gusta, no es lo que yo hago –digamos–, porque ese es mi trabajo: yo entrevisto al otro, no me entrevistan a mí. Me parece mejor así.

Realmente no hago mucho este trabajo. Si no conozco a la persona, no, no acepto ninguna entrevista. Esto es una excepción por Jaime [Abello, director de la Fundación Gabo], porque me piden de la Fundación. Generalmente, primero hablo con la persona, la conozco, me dicen de qué es y entonces se convierte en un trabajo interesante.

Las entrevistas que hago son por algo que hice o estoy trabajando. Tienen que ver con el trabajo que yo he hecho y entonces es una cosa muy específica.

La primera columna que escribió fue a los 16 años, heredada de un espacio que tenía su padre y eso me hace pensar que decidió ser periodista muy joven, ¿desde qué edad supo que iba a ser periodista?

Empecé muy joven, exactamente de 16 años. 

¿En ese momento tomó la decisión?

Si, lo había hecho en el colegio, fundé el periódico del colegio y, después de eso, empecé a escribir. Mi papá era periodista, mi hermana y yo nos volvimos periodistas a muy temprana edad.

Me fui a estudiar a Inglaterra y, cuando volví después de un año, entré a la Universidad de los Andes a estudiar Ciencias Políticas. Mi papá se murió, y en ese momento quedaba vacía la columna que él hacía en el periódico El Espectador, entonces Guillermo Cano me dijo que por qué no hacía una columna heredando el espacio de él. Era un poco raro. Yo acababa de cumplir 17 años.

Comencé a escribir y, claro, las primeras columnas eran muy malas, y comencé no solamente como columnista sino como reportera.

¿Y recuerda cuál fue esa primera columna? ¿De qué habló?

De China.

¿Por qué cree que fue mala?

Pues porque no sabía nada, pero me tocó estudiar y siempre me ha gustado ver qué pasa en el mundo. Venía de vivir en Europa, Mao había muerto, entonces me parecía interesante la figura.

Todas las primeras columnas que hice o los primeros reportajes que hice, pues, eran malos. Todos. Uno va aprendiendo en el camino.

Si no hubiera sido periodista, ¿qué hubiera sido?

A mí siempre me gustó hacer periodismo, uno abierto; es decir yo hago periodismo visual: audio, video, me gustan las artes. Entonces es impresionantemente amplio lo que hago. Acabo de sacar un documental. Me gusta mirar a través de un lente, mirar a través de un hecho. Siempre me gustó, no hubiera sido ninguna otra cosa que no fuera periodista.

¿Qué hobby tiene? 

Me gusta escalar montañas.

¿Lo hace cada cuánto?

Día de por medio. Salgo aquí a la montaña [señala la ventana], y a la selva, a la que sea. Siempre salgo, salgo mucho, soy una periodista que sale mucho a mirar qué pasa afuera, en los territorios, que viaja, sube. Acabo de estar en Ucrania.

La entrevista que le hicieron en el periódico El País, titulada  “Aspiro a que no me maten; con eso estoy contenta”, me hace pensar que este oficio es como jugar a la ruleta rusa. ¿Así lo ve?

No, yo no creo que uno tenga que asumir como normal que el ejercicio del periodista incluye la muerte. La experiencia mía en los años de trabajo que llevo, que han sido los peores años de Colombia, me llevaron a convertirme en una corresponsal de guerra dentro de mi propio país y de eso he aprendido mucho. Yo soy víctima de ese conflicto también; entonces, pues, aprende uno muchas cosas. Pero lo que uno nunca debe acostumbrarse es a que eso se convierta en una forma de vida y por eso yo siempre he tratado de que mis reportajes y mis investigaciones todas tengan que ver, precisamente, con la necesidad de que este país se encuentre en paz.

Ahora, en la situación en la que está, que de alguna forma se percibe cierta persecución o censura, precisamente en un Gobierno de “cambio”, ¿pierde las esperanzas del fin de este tipo de situaciones históricas y sistemáticas para el periodismo colombiano? 

No, no, lo que pasa es que sí es sorprendente que el primer presidente de izquierda de un país haga lo mismo que hacen los demás. Yo pensé que eso no iba a suceder, pero la tendencia a estigmatizar a los periodistas que no son sumisos parece que no es solamente de la derecha colombiana y eso es uno de los hallazgos que he hecho. Pero, independientemente de eso, yo sí creo que lo más lamentable es que se pierda, por esta cantidad de peleas que no tienen razón de ser,  la oportunidad para que este Gobierno lleve a cabo las reformas que prometió y que yo creo que el país estaba pidiendo finalmente. Después de años de no hacer reformas –esta es una democracia que no hace reformas–, por primera vez teníamos un presidente que fue electo para que hiciera reformas y había una sociedad que quería. Incluso hasta los empresarios las querían.

Eso es lo que me parece sorprendente: que se pierda ese momento histórico tan importante en el que estábamos inmersos y se difumine ese instante en peleas que realmente no tienen nada que ver con el beneficio de un país. Y peleas que además afectan la libertad de expresión .

¿Cómo se sintió con la respuesta de Laura Sarabia a su derecho de petición, en la que le decía una y otra vez: “denuncie”?

No, yo no soy la Fiscalía. Ella se equivocó. Yo soy una periodista. La que tiene todo el poder es ella. Lo que a mí me sorprende es por qué muchas de las inquietudes que yo señalé no han llegado a la Fiscalía. Pero mi labor no es denunciar en la Fiscalía: mi labor es contarles verdades. Para lo otro están los fiscales. Yo no soy una fiscal.

Y en eso se equivoca Laura otra vez: a mí me parece que [el derecho de petición] es un recurso muy útil que se utiliza cuando precisamente las fuentes off-the-record no se pueden utilizar porque tienen miedo, han sido amedrentadas como en este caso, y les da susto dar la cara. Ese es un recurso muy lícito. 

Yo le contesto lo que ya le contesté: que iba a contrastar sus respuestas con mis fuentes y que lo que yo viera que no respondió, pues iba a insistir en que me lo respondiera así de por medio hubiesen amenazas.

¿En algún momento ha tenido dudas de lo que le ha dicho alguna fuente?

No, las fuentes las tiene uno que ir conociendo, y no es una, sino que son varias. Son fuentes que se cultivan a lo largo del tiempo y es una cosa lenta. No es producto, como dice el presidente, de conjeturas, chismes, o de cadenas de WhatsApp: es producto de una reportería que vengo haciendo hace rato, precisamente porque tengo una cantidad de fuentes que se me han acercado a plantearme unos indicios. Entonces, ¿qué hace un periodista? Pues investiga, que es lo que estoy haciendo. 

A lo largo de la historia del país, el periodismo ha logrado destapar hechos de corrupción importantes, pero al final, para las audiencias eso queda en nada. ¿Qué espera usted en esta ocasión?

No soy juez, ni fiscal; mi función no va más allá sino como periodista. En Colombia muchas de las verdades que terminan judicializadas han comenzado por investigaciones periodísticas.

Hay una historia que a usted le tocó vivir que me parece no debió ser fácil, pero no sé cómo fue para usted: el caso de Jorge Enrique Pizano, que aparece muerto, prácticamente, junto con su hijo y en extrañas circunstancias. Él previamente la había contactado para contarle que lo perseguían. ¿Cómo fue para usted puntualmente haber recibido ese ese voto de confianza y en un momento enterarse de que había fallecido, él y su hijo, de manera extraña. ¿Qué emociones experimentó?

Fue muy triste, una persona que fue totalmente acorralada por el entonces fiscal general, Néstor Humberto Martínez, y él sentía que le habían montado un proceso en su contra, que lo iban a meter preso. Y eso es lo que yo siempre he contado.

Yo lo conocí porque él se me acercó, me dijo que había hablado con muchos periodistas y no le habían puesto atención, y empecé a oírlo y empecé a investigar lo que él decía. Después de un largo proceso de reportería empecé a sacar cosas que había estudiado y entendido a través de los documentos que él había planteado. Y se volvió una fuente por eso. Yo sabía todo lo que le estaba pasando y sabía que era una víctima de toda esta historia de mordaza que se creó alrededor de Odebrecht. 

Colombia es uno de los pocos países donde no se supo nada, donde los que dieron la orden de las coimas y los que la recibieron no están en la cárcel. Están en la cárcel los intermediarios, los peces chiquitos, y además, los que no tuvieron nada que ver, como el caso de Luis Fernando Andrade que era el director de la ANI [Agencia Nacional de Infraestructura] en ese momento. No tuvo nada que ver y tiene más de ocho cargos encima. Es una de las investigaciones más impunes que yo conocí.

Las grandes redacciones de periodismo se han venido acabando, el periodismo investigativo también va perdiendo personas. ¿Cree que el periodismo de investigación tiene posibilidades de sobrevivir con la tiranía de los likes y toda esta nueva revolución que hay?

Lo que pasa es que para hacerlo se necesita plata, y la plata la daban, supuestamente, los grandes medios de comunicación, aunque en realidad fueron muy pocos los medios en Colombia que realmente hicieron unidades de investigación.

Pertenecía al grupo de una unidad de investigación que hizo El Espectador cuando comenzaba mi carrera y, obviamente, en ese momento también existía la unidad investigativa de El Tiempo; pero hoy esas unidades –desde hace mucho tiempo, yo creo que desde que los periódicos terminaron en manos de grupos económicos– son cada vez más difíciles de hacer. Aunque haya plata, no hay interés. En la época en que lo había, los dueños de los periódicos eran familias de periodistas, que tenían sus intereses, sí, pero que en el fondo eran periodistas. Era muy distinto. Entonces, claro, sí se ha afectado la calidad del periodismo de investigación.

El modelo económico de hoy es incierto. Los grandes grupos económicos están en una crisis profunda y esa falta de plata ha afectado también la capacidad de invertir en periodismo de investigación.

Sin embargo, yo no creo que el periodismo de investigación vaya a acabarse porque también hay laboratorios que se crean muy impresionantes. Eso pasó, por ejemplo, en Brasil. Acá hay experiencias muy interesantes como Cuestión Pública, por decir alguno –se me pasan otros–. Yo creo que ellos están haciendo un tremendo trabajo y hay periodistas que, como el caso mío, se volvieron un medio.

Yo tengo un pódcast que hago diario y que me sirve mucho para tener acceso a lo que está sucediendo en el país y en el mundo. Que un periodista fuera un medio, eso antes no se podía, porque las plataformas digitales estaban dominadas por los grandes medios; ahora no, y eso es bueno y es malo, pero cuando uno quiere hacer las cosas bien, hay audiencias para eso. Yo creo que como en todo hay que ajustarse a las nuevas realidades y no creo que el periodismo de investigación se haya acabado, solo ha cambiado de escenarios.

Hablando del pódcast diario, ¿cómo es un día en su vida, además del podcast? ¿Qué más hace? ¿Cómo lo organiza todo?

No me parece tan difícil porque yo siempre he hecho esto, es mi trabajo. Es lo que hago, ya tengo las antenas para eso; entonces no, no me parece que sea difícil.

Me fascina construir historias con contexto, que es lo que yo quiero hacer ahora, precisamente porque las plataformas como estas dan esa posibilidad. Antes no había; entonces, fíjese, es paradójico: muchas cosas se han acabado, pero otras cosas se hacen y dan posibilidades para crear contextos y crear historias con grises, que es lo que a mí me gusta, contrario a lo que manda en las redes. Yo estoy convencida de que el periodismo no se acabó. Dicen que las audiencias solamente oyen y ven videos de cinco minutos; también eso es falso, porque yo tengo un pódcast que dura una hora y la gente lo oye.

Un cambio abrupto de tema, pero es un tema que a mí me interesa mucho y es el feminismo. ¿Usted toma partido? 

Sí, claro.

¿Qué piensa del feminismo?

Yo soy feminista. Estoy de acuerdo con el aborto. Soy de las personas que ayudaron a crearle el ambiente y el contexto para que la sentencia de la Corte fallara a favor de la despenalización del aborto después de la semana 34. 

Yo estuve en todo por el proceso de la despenalización del aborto y la verdad es que siempre he estado de acuerdo con la necesidad de que en Colombia se respeten los derechos sociales y reproductivos de la mujer.

¿Cuál ha sido la entrevista más difícil que le ha tocado hacer?

Son tantas. Yo hago todos los días entrevistas, pero la más difícil… Yo no tengo esa respuesta. La entrevista es siempre para mí una oportunidad para aprender, leer y escuchar. Los periodistas tenemos que aprender a oír. Escuchar es un acto de humildad. Ese es un tema que muchos periodistas no entienden: entrevistar significa entender al otro. Muchos periodistas se consideran lo más importante en la entrevista cuando lo es el entrevistado.  

El entrevistador tiene que ir preparado y descubrir ese momento en el que realmente está hablando con una persona que le abre una humanidad. Esas entrevistas son las que me interesan. 

¿Cuál es su entrevista más memorable? Una de la que haya salido con la maleta llena de historias, nuevos conocimientos o verdades.

Siempre la mejor es la última que he hecho. Hice una entrevista con una periodista ucraniana que me impactó mucho porque está tratando de recuperar, de recolectar documentos sobre los crímenes de guerra que están sucediendo en su país luego de la invasión rusa. Habla con mucha altura de la necesidad de no sentir odio; eso me impresionó mucho. Estas son las cosas que siempre recojo.  Fue la última entrevista, pero todos los días tengo algo nuevo. Las entrevistas me enseñan mucho. Entonces, yo no tengo la mejor entrevista, la mejor es la última que hago siempre.

¿Cómo se prepara para una entrevista? 

Es que yo leo de todo, voy, me muevo mucho. Yo no me quedo esperando aquí; no, yo salgo. Una manera de entender es mirar; eso me ayuda a mí. Y cuando es un tema que no conozco, pues me dedico a explorarlo, a ir el sitio, a mirarlo y a leer todo lo que haya sobre esa parte de la historia, y me gusta desmenuzarla y entenderla. Eso es lo que hago: buscar las fuentes de la reportería. Siempre haciendo reportería es que uno aprende muchas cosas.

¿Usted cree en Dios?

¿Qué pregunta es esa?… No, qué… [baja la voz] Soy agnóstica.

¿Y qué tipo de lecturas son las que más le gustan? ¿Lee de todo?

Leo lo que me interesa. Me gusta la literatura, me gustan cada vez más los perfiles, las biografías también, pero no hay ningún buen autor. Ahora estoy leyendo este libro de Los médicos de Macondo porque lo voy a presentar para la Fundación. Soy una lectora de todo lo que me interesa; o sea, me interesan cosas específicas y entonces esas son las cosas que leo.

Bueno, hemos terminado. Muchísimas gracias.

Qué pena molestarla tanto. Hoy es viernes de cierre. Imagínese, yo ya mañana no podía.

***

El pacto era media hora.  Ambas lo cumplimos.

Esta entrevista se realizó como parte del taller ‘El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia’, que dirigió Albert Lladó el 4, 5 y 7 de julio del 2024 en Bogotá, Colombia, como parte de las actividades del 12º Festival Gabo. El taller se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).

Juan Ravell: “Al producir y dirigir este documental estoy marcando mi destino: no voy a regresar a Venezuela”

Foto: Cortesía María José Dugarte Bernal

Por María José Dugarte Bernal

Saco verde, pantalones a tono, mochila, unos 550 de New Balance de color beige, lentes y un cabello canoso que habla la experiencia es la imagen más clara que tengo de Juan Andrés Ravell. 

Si no fuera porque en Venezuela sus ideas, compartidas en el Chigüire Bipolar y otros contenidos de corte satírico, han sido consumidas por una generación de adolescentes y adultos jóvenes como si fuera una serie exitosa de Netflix, Juan habría pasado como un asistente más en el Festival Gabo, un sitio que reúne a gran parte de los mejores exponentes del periodismo de Iberoamérica. 

Pero ahí él era y no era uno más. Sí, a la vez. Era un comunicador social en medio de muchos. Era documentalista abriéndose espacio entre otros. Era un exiliado venezolano que, por pocos días, pudo reencontrarse con varios más en Bogotá. Y también era un testimonio vivo, pana y claro de la memoria, un término que llegó durante esta entrevista y le dio ideas para sus próximos conversatorios relacionados con A Dangerous Assignment, un documental que otra vez lo ha expuesto mediáticamente por relatar el trabajo periodístico de Armando.Info frente al caso Álex Saab.

Los pensamientos que suelta en voz alta, en medio de este festival, son la prueba de que Juan Andrés Ravell no es el mismo hombre que terminó exiliado en 2016 por presiones políticas del Estado venezolano contra su familia. 

Aunque por mucho tiempo quiso dejar atrás ese pedazo de su historia para no agudizar el duelo migratorio, una certeza más de su cambio personal y laboral es este último trabajo: “Es como hacer un poquito de terapia, tratar de contar esto”. Por eso, no hay vergüenza en hablarlo.

 ¿Cómo es estar consciente de tu país desde tan lejos? Esta es la primera pregunta porque la percepción de quienes se quedan es que la gente va perdiendo su interés en lo que deja. ¿A ti te ha pasado eso?

 Para serte sincero, yo he tratado de perder el interés en Venezuela. He tratado conscientemente de hacer trabajos que no tengan que ver con Venezuela. De hacer cosas que no involucren a Venezuela. Lo he logrado. He producido un par de podcasts para Spotify que no tienen nada que ver con Venezuela. Hice una serie de humor político para Univisión, era como una versión de Isla presidencial, pero en el espacio. A esos productos les fue chévere, les fue bien, pero no es lo mismo. Yo he tratado de insertarme en el mercado laboral internacional y he dado unos pasos que han estado bien, pero lo que se siente cuando uno trabaja con algo que entiende y comprende a profundidad, como es el caso Venezuela, hace que uno haga cosas mucho más relevantes y más importantes, que tienen más llegada. Lo he intentado, pero ahorita estoy regresando a hacer cosas de Venezuela.

¿En qué momento llegaste a decir “voy a hacer cosas relacionadas con Venezuela”? ¿Hay un hecho o un punto específico, algo que te haya hecho decir “esto es”?

Es difícil. La verdad es que no hay un momento “pivote”. No hubo algo que me hiciera decir “este es el momento”. Yo estaba trabajando en dos o tres proyectos documentales y ninguno se daba. Tenía problemas con el acceso y lo más importante en el documental es el acceso. Lo primero que necesitas es una buena historia y acceso a esa historia. Tenía historias muy buenas de Colombia, de México, pero no lograba dar el paso del buen acceso. Y en el caso de Saab, tenía a Roberto [Deniz], tenía esa relación cultivada desde hace mucho tiempo y dije: “Bueno, tengo que hacer el documental al que tengo acceso”, y ese fue el que hice.

Vimos el documental. Fueron tres años haciendo eso. ¿En qué momento le dices a Roberto que quieres hacer el documental con él? ¿Cuál fue el detonante? Porque a veces uno tiene esa idea de que “ah, Roberto es mi pana”, pero eso no es lo importante. ¿Pasó algo que te dijera que era el momento?

Sí hubo un momento, que fue cuando escuché la llamada que le hace Roberto al diputado Luis Parra preguntándole sobre el viaje que había hecho a Europa en apoyo a Álex Saab. Cuando yo escuché eso, quedé impresionado con Roberto. Yo seguía el trabajo de Roberto, lo admiraba, pero cuando vi cómo se comportó en la llamada y cómo este tipo le respondía de una forma tan vulgar y cómo lo acusaba, y cómo Roberto con mucha pausa y mucha inteligencia lo navegaba, seguía insistiendo en su pregunta, me hizo entender qué duro es Roberto, qué buen periodista. No existe mucha gente así en Venezuela. Qué increíble que esta llamada solo la estuviera escuchando yo, los periodistas y nadie más. Eso no tuvo mucha difusión más allá del mundo periodístico; entonces ahí fue cuando dije: “Esto es como un documental. Esto es materia dura”. Le comencé a preguntar a Roberto: “¿Tú tienes más llamadas? ¿Tú tienes otras cosas? ¿Y qué documentos tienes?”. Ahí empezó esa conversación y cuando a Álex Saab lo detienen en Cabo Verde ya fue como: “Estamos tarde. Tenemos que ir a Cabo Verde. Tenemos que hacer eso”. En ese momento era como si la decisión la hubieran tomado por nosotros: había que comenzar a grabar un documental.

¿Y nunca les pusieron algún “pero” por andar grabando cerca de la jefatura que sale en el documental? Porque, coño… estás persiguiendo a un tipo que buscan en todos lados. 

Sí. Aunque Cabo Verde es un país africano, tiene unas instituciones serias. No es una cleptocracia total. No soy un experto en Cabo Verde, pero no es un país demasiado inseguro. Lo que sí pasó cuando Roberto se aproximó a la casa donde estaba detenido Álex Saab, acompañado por un director de fotografía, fue que lo detuvieron momentáneamente por un par de horas. Le preguntaron qué estaba haciendo ahí y él explicó la situación. Trataron de borrar el material –no lo borraron–, pero sí tuvo su momento de tensión. Había tensión en Cabo Verde y, de hecho, hubo una ola gigantesca de fake news alrededor de la detención de Roberto. Dijeron que lo habían detenido con explosivos y que pretendía poner unas bombas en la casa de Álex Saab [entre risas].

Hay algo que me da curiosidad y es que yo no sé si tú puedes regresar a Venezuela como cualquier otra persona, porque tu nombre es reconocido y siempre es un problema, pero ¿cómo hicieron para tener gente en Caracas? Por ejemplo, grabar con drone en Caracas no es sencillo porque tienes que tener permisos. ¿Tenían aliados? 

Sí, tenemos equipo en Caracas. Muchas de las personas que nos ayudaron a grabar en Caracas no salen en los créditos por razones de seguridad. Pero sí teníamos gente en Caracas. Algunas entrevistas yo las hice por Zoom; la entrevista a Patricia Marcano [coordinadora de redacción de Armando.Info] fue así y ella estaba en Caracas. Entre Zoom, dirigir a distancia y un equipo local logramos capturar esas tomas.

Yo considero, después de haberme relacionado con el tema del humor y consumir su contenido en el Chigüire Bipolar, que el humor es una forma de hacer memoria. Radio Rochela, por ejemplo, aunque a algunos no nos guste, tiene memoria del país en cuanto a lo político, pero ahora tú estás haciendo memoria desde este punto de vista, que es documental. ¿Qué te motivó a saltar a un espacio un poquito más serio?

Me hubiese encantado que esa teoría que tú estás flotando se me hubiese ocurrido a mí antes, en otro conversatorio. “No, yo no cambié de carrera; yo solamente estoy haciendo memoria” [con tono orgulloso y en broma]. Suena muy lindo [risas]. Pero voy a ser más personal con esta respuesta: yo creo que salir, emigrar, vivir en el exilio, es una experiencia humana difícil aunque sea cómoda porque mi exilio ha sido cómodo. No te quita una nostalgia, no te quita el trauma pequeño de tu país. Para mí hacer este documental también tiene algo personal, de tratar de explicarme a mí, a mis hijos cuando crezcan y puedan verlo, y a otros por qué no vivimos ahí. Hay un elemento de tratar de entender a Venezuela con esa visión. Es como hacer un poquito de terapia, tratar de contar esta historia a mí mismo y a los que lo quieran ver. Hay un elemento terapéutico y, por otro lado, lo hice así porque no cabe el humor en esta historia…

Aunque te puedes reír…

Te puedes reír porque hay momentos que pueden dar risa, pero para mí no cabía el humor.

¿Y encuentras diferencias entre ambas formas de hacer memoria? O sea, entre el humor y el documental. 

Obviamente, el resultado final es distinto, pero igual estamos atacando al poder. Igual estamos diciendo cosas incómodas al poder. El humor es muy efectivo, pero tiene que dar mucha risa para que puedas atacar. Nosotros tenemos una regla en el Chigüire y es que el titular no lo puede leer Diosdado Cabello en [su programa televisivo] Con el mazo dando, porque al leerlo queda en ridículo. En su propia concepción debe tener su defensa. Y en el caso del periodismo pasa algo: cuando hay rigurosidad y el reporteo es muy fuerte, no lo puedes atacar. Si lo atacas, tienes que tergiversarlo. Incluso, la respuesta del Gobierno cuando salió el documental fue muy fuerte y nos atacaron muy duro.

Leer un reportaje de Armando.Info es difícil para una persona común y corriente, pero tú hiciste que este documental fuera fácil de entender ¿Crees que una parte de tu objetivo era hacer sencillo entender este problemón?

Sí, y fue un trabajón convertir esos trabajos tan rigurosos y complejos en una historia sencilla y que atrapara. Nosotros pasamos año y medio editando el documental. Ayer escuché de un documental que lo hicieron en nueve meses y yo digo: “No sé cómo hicieron. Son unos genios. Los felicito”. Fue un trabajo muy duro, de destilar y destilar, hasta que conseguimos el corazón de las cuatro investigaciones que seguimos en el documental. Una cosa que nos pasaba era que, a veces, cuando íbamos al detalle más detalle, se destrancaba lo difícil de entender de la historia. Por ejemplo, cuando tú le llegas a la investigación de la leche a través de descubrir la factura de Group Grand Limited, tú entiendes cómo en el trabajo periodístico se obtiene una información. A veces ir al hiperdetalle servía para clarificar las cosas más complejas. Igual pasa cuando Roberto investiga sobre la oficina de Álex Saab en Rusia. El dato de esta persona, María Camila Ballén, que es como la clave que le abre la puerta para entender lo que sucede en Rusia, es importante. Entonces, es un balance entre dejar mucha información fuera y dejar la información que te lleva al siguiente paso de la investigación.

¿Tú crees que tu humor se ha transformado a partir de este documental? ¿Cambió algo en tu forma de reírte de las cosas?

No sé si me amargué más haciendo esto [risa cortada]. Me gustaría retomar el humor de alguna manera, pero creo que si vuelvo a hacer humor, tendría otra característica. Trataría de que tenga más densidad… Me encantó la experiencia de hoy [en la proyección del documental], donde yo sabía que la gente se reía porque había escenas más o menos divertidas, pero me sorprendió [risa nerviosa]. No he hecho humor desde que hice el documental, pero sí te digo que me enseñó un montón sobre cómo hacer periodismo y eso lo sumaré. No solamente me pasó por trabajar con Armando.Info, sino con Frontline [el programa de documentales de PBS de donde se desprende A Dangerous Assignment]. Trabajar con la edición de los editores de Frontline fue una experiencia brutal. Eso fue un campamento militar de periodismo intensivo y lo que aprendí ahí me lo llevo.

¿Qué cosas ya no te dan risa?

A mí nunca me da risa cuando se burlan del vulnerable, pero eso es desde antes. Sigo consumiendo humor, sigo disfrutando el humor, pero creo que siempre he valorado la sátira y no sabría  decir qué no me da risa. Déjame pensar….

Tranquilo. Tómate tu tiempo…

Es muy contextual el humor. El humor que yo consumo en mi casa viendo televisión es distinto al que consumo con amigos. Yo bajo mis estándares cuando estoy con unos amigos. Ellos dicen unos chistes medio malos y yo me río [risas], pero básicamente depende del contexto.

¿Dónde está tu marca o tu sello personal en ese documental. Eso que tú dices: “Ahí estoy yo”. Porque sea lo que sea, sea un escrito periodístico, siempre hay algo de uno. Uno deja algo ahí marcado. ¿Hay algo así en ese documental?

Yo creo que las conversaciones que tuve con Roberto sobre el regreso a Venezuela. Ahí estaba yo, estaba proyectándome muchísimo. Yo le pregunto a Roberto: “¿Tú al seguir investigando esto, vas a regresar a Venezuela? ¿No vas a regresar? ¿Qué significa esto?”. Y él me dijo: “Seguir investigando significa que yo no voy a regresar a Venezuela”. Eso aplica para mí. Al yo producir y dirigir este documental estoy marcando mi destino. Entonces, creo que las cosas que tienen que ver con el exilio y ese momento de la llamada de Roberto con sus papás, eso para mí es muy personal.

¿Hubo algo que te diera ganas de llorar? Me refiero al proceso de hacerlo, no al resultado final. 

Editando casi lloro del trabajón. Te lo juro… [risas] Pero creo que, en el momento en que me entero que Álex Saab va a ser enviado a Venezuela, no lloré ni nada, pero sentí un hueco en el estómago de la frustración. Y después se me quitó porque dije: “Tengo que conseguir un camarógrafo en Bogotá que siga a Roberto, tengo que grabar a Josh [Goodman, corresponsal en Latinoamérica de Associated Press]”. Todo el trabajo ocultó el sentimiento.

La misma presión

Sí, por documentar. 

Yo creo que ese sentimiento de querer llorar, y frustrarse, nos tocó a todos porque es como cuando te roban algo.

Sí..

Solo que en este caso era un acto de justicia simbólica para un montón de gente que se murió en su casa porque la leche que no era leche le cayó mal. Eso era simbólico. Yo creo que hasta me dolió porque yo también me enfermé por la leche.

Se te aguó el guarapo ahí [tono gracioso].

Quien ha tenido que comer de esa caja entiende…

Por eso al gobierno no le llamó la atención el documental, porque mucha gente tomó esa leche o la evitó. Yo creo que la parte personal con Roberto fue muy fuerte. Los videos de la leche fueron fuertes de ver, pero estábamos muy metidos en la investigación. 

¿Ahorita qué te da más miedo: hacer humor o el documental?

El documental. Yo creo que cuando te metes con el poder, así sea con la verdad, es un mundo que conozco menos. Pero bueno, el miedo es natural, es una respuesta humana necesaria y hay que aprender a vivir con eso. Yo tampoco es que vengo de la nada: yo vengo de hacer sátira y de momentos que han sido tensos, pero esto es otro nivel. Claro, viviendo fuera de Venezuela es un poquito más tolerable. Si viviera en Venezuela, no sé si me hubiese atrevido a hacer este documental. 

Esta pregunta es random. Puedes meterle el contexto que tú quieras: ¿Tú tienes fe? ¿Mano, tienes fe?

No tanto. Yo trato de convencerme a mí mismo de no esperar el peor escenario, pero siempre contemplo los escenarios negativos. Es una cuestión de mi personalidad que tengo que trabajar, pero yo siempre veo todos los escenarios negativos; no los espero, pero los imagino. Pero para las cosas importantes, como mi familia, la salud de mi familia, en las cosas muy importantes no soy así. Con las cosas laborales sí soy como un poquito más… no pesimista, pero sí veo todos los escenarios y no estoy preñándome de ideas, de fantasías, porque me he dado muchos coñazos [risas].

Entrevista hecha el sábado 6 de julio de 2024 en el Gimnasio Moderno de Bogotá, Colombia. Ese día Juan Andrés Ravell presentó, junto al periodista de investigación Roberto Deniz, el documental ‘A Dangerous Assignment: Uncovering Corruption in Maduro’s Venezuela‘ en la Cinemateca de esta ciudad y aceptó esta entrevista como parte del taller ‘El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia’, que dirigió Albert Lladó el 4, 5 y 7 de julio del 2024 en Bogotá, Colombia, como parte de las actividades del 12º Festival Gabo. 

El taller se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).

 

Relatoría del taller ‘Comunicación cultural. La transformación de las narrativas mediante herramientas digitales’

El taller fue dirigido por Javier Sainz de los Terreros y Bernardo Pajares. Se llevó a cabo el 4 y 5 de julio en Bogotá, en el marco del 12° Festival Gabo, con la participación de 20 comunicadores y periodistas culturales.

Por Alejandra Garboza

Desde la aparición de Facebook, en 2008, la forma de comunicar cambió totalmente y la adaptación a las diferentes redes sociales que se fueron sumando con el pasar de los años se convirtió en una necesidad. Las instituciones, marcas, medios, entre otros, “tenían que estar” para llegar a sus audiencias, pero existía certeza de cómo era este proceso. 

Hoy esto no ha cambiado mucho: actualmente con la Inteligencia Artificial marcando la pauta o con el constante cambio de los algoritmos, es indispensable adaptarse para hacer un buen uso de las herramientas digitales y alcanzar los objetivos. Y es precisamente lo que vienen trabajando en el Museo Nacional del Prado, en Madrid, España, Javier Sainz de los Terreros, responsable de Comunicación Digital, y Bernardo Pajares, comunicador digital. Fueron ellos quienes se encargaron de dictar este taller, en el que explicaron la estrategia que trabajan en el museo, basándose siempre en que El Prado se tiene que abrir a todo el mundo y no solo a sus visitantes, teniendo en cuenta que un museo no es otra cosa que una máquina de comunicación.

Los ejemplos que hay que mirar

No mirar lo que se está haciendo, o en lo que está interesada la audiencia, lo único que va a hacer es que quienes estén a cargo de la comunicación de las instituciones, en este caso culturales, no puedan entrar en una conversación que existe y que es real.

“Antes dependíamos de los medios convencionales, pero ahora hay un montón de corrientes y hay que estar al tanto de todo lo que sucede alrededor y que se sale de nuestro contexto. Tenemos que conocer este imaginario”, señaló Javier, quien decidió presentar los contenidos que mueven el mundo contemporáneo como la canción “Baby Shark”, las transmisiones en vivo del concierto de Madonna o la tan cuestionada entrevista de Ibai Llanos a Lionel Messi.

Sin duda, es una nueva forma de comunicar y hay que saberlo hacer porque esto te brinda independencia, como lo que logró con su canal de Twitch el entrenador español Luis Enrique, quien después de crearlo no volvió a dar una entrevista a un medio tradicional; es decir, dominó la comunicación con su audiencia, sin la necesidad de nadie más.

Por otro lado, y volviendo al ejemplo de Ibai Llanos, el creador de contenido usó una fórmula que funciona muy bien: juntar lo viejo con lo nuevo, al presentar las famosas campanadas de medianoche en Año Nuevo a través de su canal de Twitch, algo nunca antes visto y que siempre perteneció a la televisión.  

En ese sentido, mirar se convierte en un deber imprescindible para conocer qué están detectando los creadores de contenido y así experimentar, siempre siguiendo el tono de la institución a la que se representa.

Una mirada al panorama actual

Las redes sociales no son ONGs; son empresas que también están buscando sus propios réditos, casi siempre financieros. En ese sentido, dosificar los contenidos es una necesidad, porque entonces, cuando te centras solo en una red, como fue el caso de PlayGround, apenas cambian “las reglas del juego”, el único perjudicado serás tú y tu contenido.

Otro aprendizaje de Javier y Bernardo fue que “siempre tienes que ser tú mismo en las redes; te puedes ir adaptando, pero nunca perder la esencia”, siendo fiel a los objetivos de la institución y representando sus valores en cualquier red social en la que decidan generar contenido. Esto además permitirá crear una audiencia que se sentirá conocedora y bien tratada, lo que les llevará migrar a otras plataformas con el fin de seguir conociendo más.

Con respecto a la Inteligencia Artificial, ambos la definen como una herramienta muy potente y con la que se tiene que saber qué hacer, pero algo certero que sí conocen es que les ha permitido tener procesos más fáciles, automatizando acciones mas no deshumanizando el contenido. En el caso particular del Museo del Prado han implementado el uso de IA para archivar y catalogar las obras.

La estrategia del Prado

“El Museo del Prado era una colección que estaba en Madrid, pero somos muy conscientes que eso ha cambiado y que te debes a todo el mundo; por eso hemos intentado abrirlo a través de lo digital”, mencionó Javier, quien además llama a esta estrategia “traspasar los muros del museo”, porque de esta manera las personas que no han viajado a Madrid han podido conocer las obras más emblemáticas de uno de los museos más importantes de España.

Pero antes de tener la audiencia consolidada con la que hoy cuentan, Javier, el más antiguo de los dos, empezó haciendo videos en directo en Periscope, una red ya desaparecida, pero que le permitió mostrar parte del museo que no eran accesibles al mundo, captando la atención de un público nuevo. “No se tiene que saber quién dirigió una película para que te guste. No tienes que saber la historia del cine para disfrutar del cine; lo mismo pasa con el museo: es un lugar de disfrute”.

Es así que los videos en vivo de visitas informales se convirtieron en la clave de la estrategia digital para tener una audiencia totalmente diferente a la que asistía, porque además crearon una rutina; es decir, los seguidores en ese momento esperaban el video en vivo del Prado todos los días a la misma hora.

A la pregunta de por qué empezar con videos en vivo, respondieron que se debió a la “economía del video”: al ser un video en directo no era necesario editarlos; además, de alguna manera, reflejaba frescura y cercanía.

Dichos videos fueron evolucionando, hasta llegar a los que tienen hoy, en los que han sabido combinar el arte con mensajes claros para todo tipo de público. Y algo en lo que hicieron hincapié es que estos estos videos les permitieron descubrir el talento que tenían en “casa”: todas las personas que salen trabajan dentro del museo; es decir, aprovechan todos los recursos para hacer del museo un lugar que está vivo.

La crisis convertida en oportunidad

Aunque ahora suene lejana, la pandemia mantuvo durante muchos meses en vilo al mundo entero, y precisamente, el sector cultural fue uno de los más afectados por el confinamiento obligatorio. El museo del Prado no fue la excepción: no podían abrir las puertas físicas, pero sí las virtuales, que además se abrieron para personas que nunca habían pisado Madrid.

Una vez más, los directos fueron clave para afrontar este momento. Lo que hizo Javier fue exactamente lo que venía haciendo, pero sumó una acción: invitar a que la gente se conectara a los directos y transmitir en simultáneo con el museo. Fue un éxito por donde se le viera: la audiencia se sintió parte del museo, se involucró y se comprometió.

Además, se tomaron el tiempo de contestar mensajes, llamar a los usuarios por su nombre y generar una comunidad que sabe que detrás de las cuentas del museo hay personas haciéndolas sentir bien.

Este momento les dio la oportunidad de crear una campaña que demostró la fidelidad de la audiencia: ‘¿Desde dónde nos ves?’ fue el proyecto audiovisual que crearon a partir de videos enviados por sus seguidores para celebrar el millón alcanzado en la cuenta de Instagram.

La pieza audiovisual estuvo compuesta por medio centenar de vídeos, pero en verdad recibieron muchos más, que tuvieron que dejar fuera porque era imposible hacer una pieza tan larga.

La era de TikTok

“Durante cinco meses no supimos qué hacer en TikTok, pero tienes que ser la misma persona y nosotros somos buenos hablando de arte, así que eso hicimos. Historias muy cortas, primero de un minuto y ahora de 20 segundos”, contó Bernardo, quien no dudó en reconocer que fue una adaptación difícil, pero necesaria: esta nueva red social tiene un público más joven que también disfruta del arte.

Y como eran conscientes de que tenían un público totalmente diferente al que habían amasado en las otras redes sociales, decidieron variar un poco sus contenidos. Se convirtieron en traductores de las obras de arte y empezaron a ofrecer análisis, ambos contenidos con un lenguaje muy claro y entendible por todos.

Además, durante su aprendizaje, se dieron cuenta de que en TikTok un video “demasiado editado” es percibido como publicidad y no gusta. También identificaron que los videos se ven fuera de contexto, algo que de cierta manera les beneficia porque pueden aparecer en el feed de cualquier usuario. Y finalmente no simplifican, ni banalizan el valor del Prado; lo que intentan hacer es más accesible la información para que nadie se quede atrás.

Las recomendaciones

  • Las redes sociales de una institución necesitan ser una serie de televisión y no el show de un solo personaje; por eso se deben diversificar los rostros.
  • Identificar el talento interno para trabajar con este.
  • Trabajar con otros museos para impactar en audiencias diferentes.
  • Tener en cuenta, cuando se crea contenido, que se habla a un público que probablemente no ha visitado el museo.
  • Es fundamental que hoy en día los museos sean lugares de diversión, sin perder la identidad científica.
  • La clave para lograr un impacto a partir de las redes sociales es tener el apoyo y la confianza de los directivos para tener esa libertad creativa.
  • Los valores que recomiendan que deben tener las redes sociales son: honestidad, generosidad, transparencia y autenticidad.

Sobre Javier Sainz de los Terreros

Hace diez años es responsable de comunicación digital del Museo del Prado. Es Licenciado en Humanidades y en Publicidad y Relaciones Públicas por la Universidad de Navarra y Máster en Gestión y Políticas Culturales en la City University de Londres. A partir de 2017 desarrolló una estrategia de videos en directo a través de Instagram para mostrar aspectos poco conocidos de la colección, consiguiendo gran éxito de audiencia y logrando que The New York Times la recomiende en una lista de cinco cuentas de arte a seguir. También organiza eventos digitales y realiza campañas en medios sociales por los que el Museo del Prado ha sido premiado en varias ocasiones. En 2019 consiguió para la institución el Webby Award de la International Academy of Digital Arts & amp; Sciences, galardón que celebra la excelencia en Internet.

En 2020 lanzó la cuenta del Prado en TikTok, que obtuvo millones de visualizaciones y lideró la presencia de los grandes museos internacionales en dicha red. En 2022 fue seleccionado en la lista de 50 Museum Influencers de la revista internacional Blooloop. Ese mismo año, el Museo del Prado recibió el premio ForYouFest de TikTok en la categoría de contenido educativo. Recientemente, ha recibido otro Webby Award como reconocimiento al proyecto del Prado en esa red social.

Sobre Bernardo Pajares

Es técnico en Producción audiovisual, graduado en Estudios Ingleses por la UNED y Máster de Radio por la Universidad Complutense de Madrid. En 2007 entró a formar parte de la plantilla del Museo Nacional del Prado, en España. En 2020, coincidiendo con el lanzamiento del Prado en TikTok, se unió al equipo de comunicación digital, donde se ocupa de crear contenido y gestionar las redes sociales del museo. Además, conduce el pódcast Arte compacto, un proyecto codirigido con el historiador de arte Juanra Sanz. Pajares se ha convertido en un referente para personas jóvenes y del colectivo LGTBIQ+ al abordar la historia del arte desde una perspectiva desenfadada y diversa, pero sin perder el rigor.

Sobre el taller ‘Comunicación cultural. La transformación de las narrativas mediante herramientas digitales’.

Esta actividad se realizó en el marco del 12° Festival Gabo el 4 y 5 de julio en Bogotá con la participación de 20 comunicadores y periodistas culturales. Se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, el Museo Nacional y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).

Sobre el 12º Festival Gabo

El Festival Gabo es posible gracias a la alianza de la Fundación Gabo con la Alcaldía de Bogotá y el Grupo Bancolombia con sus filiales en América Latina. A partir de este año, cuenta también con el respaldo de la CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, además del apoyo de más de 50 instituciones de todo el mundo.

Relatoría del taller ‘Periodismo y videojuegos: donde dos mundos se encuentran’, con Olivier Mauco

El CEO de Game in Society y director de más de 20 juegos, Olivier Mauco, compartió su experiencia haciendo juegos que transforman la comunicación, inspiró a pensar diferente y enseñó las claves para diseñar un videojuego que conecte con la audiencia.

Por Jaime Rodríguez Gómez

Cuando todos estaban esperando a que Olivier Mauco rompiera el silencio, sorprendió hablando en español. En su presentación dijo: “hago videojuegos para vivir”, así que la primera noticia es que es posible. 

Habló de su experiencia conectando los mundos de la comunicación y los videojuegos a través de un recorrido por los proyectos que ha realizado como CEO de Game in Society, una agencia de creación de videojuegos especializada en la producción de significado a través del juego. Con un contexto sobre la evolución del papel de los videojuegos en la comunicación y de lo que significa ‘jugar’, explicó la importancia del gaming a nivel cultural y político, siempre remitiéndose a ejemplos y casos concretos. Y, por supuesto, sin dejar a un lado el cómo –¿cuáles son las claves para conceptualizar un videojuego?–, Inspiró en los asistentes la generación de ideas y respondió preguntas, que no fueron pocas durante el taller ‘Periodismo y videojuegos: donde dos mundos se encuentran”, el cual, se realizó en dos días, el 4 y 5 de julio de 2024, en el marco del 12º Festival Gabo.

El papel de los videojuegos en la sociedad 

Los videojuegos, la gamificación y las experiencias inmersivas se presentan como una alternativa que cada vez adquiere mayor relevancia para la comunicación y el periodismo. Mauco, autor del libro GTAIV, el otro lado del sueño americano (2013), dejó claro por qué los videojuegos son mucho más que un medio para el entretenimiento. Pueden modelar mundos, reflejar y recrear imaginarios, hacer que sea posible vivir otras vidas, permitir socializar de otras maneras, promover causas, conectar instituciones con audiencias a las que de otro modo sería más difícil llegar, aprender algo nuevo, entre otras cosas. 

“Los videojuegos son una continuación de la socialización”

  1. Cuando el jugador habla de lo que ha jugado y un juego específico se vuelve un tema de conversación
  2. Cuando los jugadores se reúnen a jugar juntos en un mismo lugar, sea una casa, un salón de juegos, un estadio para ver la final de League of Legends, o en línea a través de un videojuego multijugador como Minecraft o Fornite.
  3. Cuando varios espectadores se conectan en Twitch a ver a alguien jugar. 

Los juegos modernos generan comunidad. “En Minecraft la mitad del tiempo la gente no juega; socializa”, señaló Olivier. La gente incluso se mueve en grupo de un juego a otro. Así mismo ha habido una “espectacularización de los videojuegos”, que puede verse en el fenómeno de los e-sports, que reúne a millones de espectadores y ha hecho que se profesionalice un pasatiempo. 

Esto recuerda al papel del juego en Roma Antigua, en donde los juegos eran una cuestión colectiva social. La gente se reunía a ver teatro y deportes en un mismo lugar, y lo que se presentaba era una mezcla de información y juegos. Mauco trae a colación que de hecho el verbo comunicar tiene su origen en el ‘compartir’ y en ‘ser parte de algo’.

Los videojuegos permiten comprender una situación compleja

Los videojuegos pueden ser una forma de comunicación adecuada para los retos actuales. “Las redes sociales apelan a las emociones y promueven la polarización. Frente a esto, en un juego puedes modelar la complejidad de una situación y facilitar su comprensión a través de la experiencia, mediante una pequeña simulación. Por ejemplo, puedes entender cómo funciona la piratería a través de una modelización de la economía”. 

También es posible comprender, por ejemplo, cómo funciona la desinformación. Fake (News) Inc., un videojuego realizado por Game in Society, pone al jugador en diversas situaciones en las que, inmerso en situaciones ficticias, debe fabricar noticias falsas con ayuda de herramientas de inteligencia artificial.

Uno de los pioneros en los newsgames o juegos periodísticos, Gonzalo Frasca, creó en 2003 un videojuego llamado September 12th, en el cual el jugador, desde una vista aérea, cuenta con una mira lanzamisiles para apuntar a los terroristas que caminan de lado a lado y se mezclan entre la multitud. Lo particular del juego es que no hay forma de ganar. Videojuegos como Septiembre 12th, pueden contribuir al debate público y ayudar a entender fenómenos complejos como la violencia. “En el gameplay está el mensaje”, destacó Mauco; es decir, en la experiencia que el jugador tenga según la acción que realice y sus consecuencias. La violencia, en este caso, solo reproduce más violencia. 

Los videojuegos pueden producir una nueva visión del mundo

Cuando se implementa la gamificación como sistema para cambiar un comportamiento, se genera otro orden. Es similar a lo que pasa cuando alguien usa un tarro vacío como una cesta para jugar a encestar bolas de papel. Al implementar la gamificación, se generan nuevas reglas que llevan a acercarnos de una manera distinta a lo que ya conocemos, como explica Jane McGonigal.

“Un videojuego construye un discurso”, apuntó Mauco. Por ejemplo, Grand Theft Auto IV habla, entre otras cosas, del sueño americano, y de cómo el éxito no siempre se logra de manera honesta o legal. De acuerdo con Mauco, es importante preguntarse: ¿Qué tipo de discurso van a poner ustedes en las reglas; es decir, en las condiciones de victoria y derrota de cualquier juego que hagan? ¿Qué quieren que la gente piense luego de jugar? ¿Qué es lo que el juego propone como modo de avanzar? 

Incluso, el juego, entendido como realidad fantaseada, está presente en el desarrollo infantil desde los dos años. Tiene una función psicológica. Por ejemplo, “sirve para procesar situaciones traumáticas”, explicó. 

“Los videojuegos permiten vivir otras vidas”

Un libro permite vivir otras vidas y los videojuegos comparten eso. La diferencia en el videojuego es que actúas en un mundo seguro, experimentas otras vidas a nivel de la ficción, del juego de roles; y a nivel del juego, lo importante está en la maestría que pueda alcanzar el jugador en el gameplay, en superar los obstáculos y aprender a resolver los retos que el juego le plantee para poder ‘pasarlo’, como se dice comúnmente.  

La posibilidad de hacer cosas de manera segura puede permitir aprender habilidades que podrían ser útiles en la vida real. Por ejemplo, un adolescente aprendió a manejar en Grand Theft Auto y gracias a eso pudo llevar a su abuelo al hospital.

También permiten explorar otros mundos, sean reales o ficticios. De hecho, los videojuegos son mundos en los que la gente pasa tiempo. Por ejemplo, San Andreas, la ciudad ficticia de una de las entregas de GTA, es una ciudad visitada por millones de personas. “Algunos lo hacen como turistas”, agregó Mauco. 

Los videojuegos pueden recrear formatos existentes o plantear formas nuevas de comunicar

Existen videojuegos que de alguna forma son versiones digitales de prácticas existentes en la comunicación. En estos casos se trata de infografías, crucigramas, caricaturas y cosas por el estilo. Por ejemplo, los llamados cartoon games, que muestran personajes como el expresidente Bush esquivando balas, son versiones interactivas de las ya conocidas caricaturas de prensa. 

Por otro lado, existen videojuegos documentales como Bury Me, My Love, de The Pixel Hunt, que plantean nuevas formas de comunicar, mezclando elementos de novela gráfica y animación, con formas de interactuar con el entorno, que en conjunto permiten adentrarse en un contexto específico a través de la perspectiva de una pareja que intenta huir de la guerra en Siria. Proyectos como este tratan de la realidad y al mismo tiempo ponem en juego las posibilidades expresivas de este medio interactivo. 

Otros casos exploran la capacidad de interactuar con la audiencia para conocer su opinión respecto a un tema, como el documental interactivo Fort McMurray, en cuyo diseño participó Olivier Mauco. En él, se presentaban en formato de video diversas entrevistas a políticos, representantes de la industria e integrantes de la sociedad civil para conocer opiniones en contra y a favor de las prácticas relacionadas con la explotación de crudo en la provincia de Alberta, Canadá. Semanalmente, los jugadores podían debatir entre sí y votar. Los videojuegos pueden ser un medio participativo y de comunicación en doble vía.

Los videojuegos ya no se valoran únicamente por su calidad técnica

Desde comienzos de los ‘90 surgió la prensa especializada en videojuegos. En las revistas de entonces se solían hacer reseñas y análisis de los videojuegos como productos informáticos, centrándose en sus cualidades técnicas. Si se tiene una prensa que se enfoca en lo técnico, por ejemplo, como la cantidad de polígonos o el nivel de realismo de la imagen, esto es lo que el público va a empezar a valorar. Esto ayudó a definir el gusto. Actualmente, con la revolución online y el surgimiento de creadores de contenido, empieza a hablarse de los videojuegos de una manera más amplia, incluyendo, por ejemplo, la historia, las reglas y la experiencia de juego.

Los retos de siempre desde un medio distinto

Los retos de la comunicación no han cambiado. Sigue siendo clave llegar a la audiencia objetivo y lograr que esta se conecte lo suficiente con el contenido como para que quiera dar el siguiente paso, que puede ser: querer saber más sobre el tema tratado, compartirlo con otros, apoyar una iniciativa, cambiar su comportamiento, visitar un lugar, aprender una nueva habilidad o participar cívicamente en la sociedad. 

Ir a donde está la audiencia 

Se debe conocer la audiencia, entendiendo en dónde se encuentra y cuál es su lenguaje. Por ejemplo, si a quien queremos hablarle no va al museo, pero queremos motivar a que vaya, y se trata de una persona que prefiere usar su tiempo libre jugando videojuegos, tal vez una forma efectiva de hacerlo es mediante un videojuego que pueda jugar en su casa y despierte su interés por visitar el museo. Este es el caso del juego Prisme 7, un videojuego que se puede jugar en PC, Mac y dispositivos móviles, desarrollado por Game in Society para el Centro Pompidou, que, con el objetivo de alcanzar nuevas audiencias, se dirige principalmente a personas entre los 14 y 25 años. En este juego los jugadores pueden recorrer espacialmente siete niveles inspirados en siete formas de concebir el arte en relación con el color y la luz, basándose en los artistas más importantes que hacen parte de la colección del museo.  

“La tendencia de los museos es hacer experiencias localizadas directamente en los museos; que la gente vaya al museo”, afirmó Mauco. Con Prisme 7, queríamos que el museo fuera a la gente, que es una manera distinta de pensarlo”, explicó. 

Tener un propósito claro

El propósito puede ser diverso. Como en cualquier campaña de comunicación, el propósito puede consistir, por ejemplo, en dar a conocer una iniciativa, promover un lugar o incentivar la asistencia a un evento. El tipo de proyecto a realizar dependerá del resultado esperado y de la audiencia objetivo.

Por ejemplo, con el fin de combatir el abstencionismo en Francia, Games in Society, en colaboración con el Parlamento Europeo, realizó la campaña Europe – Race To Democracy. Su principal componente consistió en una pista de carreras virtual realizada en Rocket Racing, que es un juego multijugador al que se puede acceder a través de Fornite. En esta pista, los jugadores tienen la oportunidad de competir en un circuito conformado por edificios icónicos de diversos lugares de Europa, incluyendo la sede del Parlamento Europeo, donde se encuentran las banderas de los países que hacen parte de la Unión Europea. Asimismo, al recorrer el circuito, los autos de los competidores pasan obligadamente debajo de algunas vallas en las que puede leerse: “European Election”, “6 – 9 June 2024” y, “Use your vote”, siendo este último el mensaje central de la campaña, o lo que se denomina en este ámbito, “llamado a la acción” (call to action). El mensaje es claro y directo: “Ve a votar”.

Los videojuegos también pueden ser un medio potente para sensibilizar y movilizar alrededor de diversas causas, como, por ejemplo, la protección del Amazonas y las culturas de los pueblos indígenas que habitan la selva. Xingu es un videojuego realizado para Fornite, a la espera de ser lanzado, que ha sido diseñado para invitar a sus jugadores a descubrir la vida cotidiana, la cultura y el patrimonio de las tribus Xingú de Brasil, a través de una aventura en medio de la selva. Con este juego se espera contribuir a la recaudación de fondos para la preservación ecológica y cultural.

Hablar en el lenguaje del público

Los videojuegos pueden servir de puente para establecer un diálogo cuando existen brechas entre las instituciones y la gente, o entre universos distintos, como, por ejemplo, entre los gamers y las tribus Xingú. “Si la audiencia objetivo juega, haz un juego o algo que tenga elementos de juego”, señaló Mauco. Esto es importante no solo porque el mensaje va a llegar a la audiencia con mayores probabilidades, sino porque, como en el caso de Europe – Race to Democracy, hay un mensaje político de fondo para el jugador: “el político piensa en mí, estoy en su mundo”, destacó Olivier.

En el caso de Prisme 7, por un lado, invierte la forma de conectar instituciones y audiencias haciendo que el museo vaya al público. Por otro, esta “mezcla de juego educativo y pieza de comunicación”, como la llamó Olivier, no es un tour virtual convencional como podría pensarse a primera vista. No es una réplica digital de los espacios del Centro Pompideu, sino que, consiste en una traducción de principios artísticos a unas mecánicas y una estética visual determinada que tiene como objetivo brindar una experiencia de juego interesante, divertida y potencialmente educativa para el público al cual se dirige. 

Cómo explicó Mauco, primero a la gente debe gustarle, luego puede aprender, e incluso animarse a replicar la información. Dicho de otra forma, para que guste no basta con que se trate de un juego, sino que su diseño debe responder a lo que le gustaría jugar al público.

Conocer al jugador

No todos los públicos son gamers. Si bien hay quienes dedican gran parte de su tiempo libre a jugar, hay personas que juegan de manera casual y otras que nunca juegan. Sin embargo, ya sea que jueguen o no, la mayoría de las personas suelen usar aplicaciones, por lo cual, incluso para este público, una aplicación para dispositivos móviles con elementos de juego puede funcionar. 

Por ejemplo, para incentivar el turismo en el Louvre Lens y sus alrededores, la agencia territorial quería entrenar a su población para que estuviera preparada para cualquier situación de recepción con un turista. Como resultado, surgió el proyecto Tourist Mania, que consiste en una aplicación que promueve el aprendizaje y memorización de 110 sitios turísticos en la zona y ayuda a tener una comprensión de las demandas y tipologías de turistas. Este tipo de aplicaciones se conoce como’ juego serio’, ya que su principal propósito no es la pura diversión, sino el aprendizaje. Tourist Mania ha sido implementada por personal de recursos humanos y estudiantes de hotelería de la región, gracias en parte a que las reglas de juego, las mecánicas y la forma de avanzar es entendible para personas que no son jugadores dedicados.

Pensar si el videojuego puede ser un pilar de una estrategia de comunicación más amplia

“Un problema de comunicación no siempre requiere el desarrollo de un juego”, aclaró Mauco. A veces la solución puede ser un evento o una experiencia inmersiva inspirada en un videojuego. También en ocasiones un videojuego puede ser tan solo un pilar que haga parte de una estrategia de comunicación. Conviene preguntarse ¿qué es lo que el videojuego va a reemplazar en un problema de comunicación específico? 

“El problema no es producir un videojuego”, sino importar elementos del juego en la comunicación. A veces, solo se trata de ofrecer “otra manera de estar presente”, como señaló Mauco al hablar de Meuse Rider. Este es un juego de realidad virtual en el que el jugador puede pasear en bicicleta por diferentes lugares emblemáticos del departamento de Mosa en Francia. Ha sido creado para invitar a la gente a descubrir su territorio y se usa en ferias comerciales para animar a la gente, así como en sitios turísticos para fomentar las visitas. “Los tours virtuales son una manera de comunicar”, dijo Olivier. 

Pensar en la mediación de la experiencia de juego

A veces, para alcanzar el propósito, no basta con que la audiencia tenga acceso al juego y lo juegue por su cuenta, sino que la experiencia de juego requiere del acompañamiento de alguien. 

Por ejemplo, con Meuse Rider no se busca que la audiencia lo juegue en su casa, sino que lo juegue en las ferias y sitios específicos donde la estrategia de comunicación se despliega. Esto hace necesaria una mediación, que puede ser alguien que guíe y contextualice la experiencia en los stands donde se instale este juego.

Esta mediación también es necesaria por razones logísticas y técnicas: el uso de gafas de realidad virtual. Para poderlo jugar se requiere un equipo de hardware específico (unas gafas Meta Quest), que no todo el mundo tiene en su casa. Por lo cual la estrategia de comunicación incluye brindar el acceso al jugador a este equipamiento, además de la ayuda de una persona que indique las instrucciones básicas de uso. Por otro lado, si al final se eligió hacer un juego de realidad virtual, fue porque, entre otras cosas, el componente in situ de la campaña lo hacía viable.

La mediación puede ser clave especialmente cuando se trata de usar videojuegos para entrenamiento o educación. Por ejemplo, la popular saga de videojuegos Assassin’s Creed ha sido usada por muchos profesores de historia como una herramienta educativa, aprovechando un modo de juego llamado ‘Discovery Tour’, que le permite al jugador explorar ciudades antiguas sin la obligación de realizar misiones o matar gente.

Una persona puede jugar en este modo de exploración en Assassin’s Creed y, sin ningún tipo de guía, tener un proceso de aprendizaje tangencial. Es decir, que, luego de jugar, quiera saber más sobre Egipto. Sin embargo, la mediación de un profesor puede garantizar que se desarrollen aprendizajes específicos de manera intencional, haciendo preguntas específicas, por ejemplo.  

Hacerlo desde cero solo cuando sea necesario

Hay plataformas que agilizan el desarrollo y publicación de videojuegos. Como lo importante es comunicar y no hacer videojuegos porque sí, a veces no es necesario desarrollarlos desde cero, sino hacer un uso estratégico de lo que ya exista.

Si la audiencia está en Fornite, por ejemplo, tiene sentido crear una isla allí, como lo muestran los casos de Europe – Race to Democracy y Xingu. Estos proyectos fueron desarrollados mediante la plataforma Unreal Editor para Fornite (UEFN), utilizada para hacer mundos para este juego.  

Otras plataformas de videojuegos multijugador como Roblox y Minecraft también permiten a los usuarios crear mundos y juegos para que otros jugadores los exploren. Algo similar ocurre con plataformas de creación de experiencias VR (realidad virtual) como Chat VR, que cualquier persona podría empezar a usar.

Hacer que lo jueguen y hablen de él

Al hacer un juego, no basta con publicarlo y hacer que esté disponible. Esto no va a asegurar que el público objetivo lo conozca y luego decida jugarlo. Según Mauco, “por cada dólar invertido en desarrollo debe ir un dólar en marketing”.

Actualmente “la mitad del contenido en Youtube y Twitch es de gente que juega”, por lo cual la experiencia de ver gente jugando y hablando de un juego es clave en la estrategia de comunicación. Los publicistas suelen contratar creadores de contenido (streamers) para que jueguen los videojuegos lanzados, ya que “cuando un streamer habla de un juego, no lo describe: lo muestra”, y así amplifica el contenido, llegando a más personas y haciendo que se cree una comunidad alrededor.

Es importante pensar en cómo se va a hablar del juego, tanto para el momento de su publicación (para que los streamers se refieran a él de una manera conveniente y los jugadores sepan más o menos qué esperar), como para las fases iniciales de desarrollo, ya que es indispensable que la experiencia que promete sea comprensible para las organizaciones aliadas y patrocinadores. Para esto puede ser útil usar expresiones en las que se lo compare con videojuegos con características similares, aunque se trate de una idea completamente diferente a algo hecho antes. Una recomendación es, por ejemplo, referirse a la idea del juego diciendo cosas como “este videojuego es como un Call of Duty pero con algunas diferencias…”, o “es parecido a un FIFA, pero en lugar de un balón…”. 

Por otro lado, es estratégico mostrarlo en eventos dónde se encuentre la audiencia. Por ejemplo, como parte de la estrategia de comunicación de Prisme 7, el juego fue presentado en el Paris Games Week, haciendo que muchos gamers lo conocieran.

Hacer alianzas para poder producirlo 

Desarrollar un videojuego no es posible sin financiamiento. Cuando se trata del desarrollo de juegos para la comunicación, dado que el probablemente el modelo de financiación no va a depender de la cantidad de usuarios que compren el juego, ni de las compras que haga el público dentro de éste, por lo general, la alternativa más frecuente es buscar apoyo y financiación de entidades gubernamentales, o de organizaciones y empresas que tengan interés en apoyar causas de responsabilidad social o que compartan los objetivos del proyecto.

Otra vía en el campo del periodismo es hacer alianzas entre medios tradicionales y medios digitales.

Diseñar un videojuego

“Lo principal es tener una visión clara. Después hay que conformar un equipo, tener el tiempo para hacerlo y afrontar el flujo de trabajo (workflow o pipeline)”, que incluye las decisiones de diseño, entre ellas, por ejemplo, definir cómo se va a ver a nivel estético o cómo va a ser la experiencia de juego en cada momento. 

Para darle forma a un videojuego en la industria algunos suelen utilizar el método conocido como ‘las 3Cs’, por las palabras en inglés camera (cámara), controller (controles) y character (personaje), para lo cual previamente debe definirse el tipo de jugador al que se dirigirá el videojuego. El objetivo del juego, las reglas y las historias y el espacio son otros elementos igual de importantes.

El tipo de jugador: ¿quién lo debería jugar?

Es útil hacer un perfil del jugador para conocer sus gustos, afinidades y expectativas. Algunas de las preguntas que pueden ayudar a identificar esto son:

  • ¿Cuál es su nombre completo? 
  • ¿Cuántos años tiene?
  • ¿A qué se dedica? (trabajo, estudio, etc.)
  • ¿Qué le gusta hacer? (pasatiempos, aficiones)
  • ¿Qué intereses tiene que puedan estar relacionados con el proyecto? (ej. museos, turismo, naturaleza, etc.)
  • ¿Cómo es su práctica de juego? (ej. en cualquier momento del día, solo, en su casa, etc.)
  • ¿Qué tipo de jugador es? (puede usarse la clasificación de Richard Bartle, quién plantea en un diagrama cuatro tipos de jugadores: triunfadores, exploradores, socializadores y asesinos, de acuerdo a la preferencia que tengan entre actuar e interactuar, y entre relacionarse con el mundo presentado o relacionarse con otros jugadores).
  • ¿Cómo jugará a tu juego? (ubicación, duración media de una partida, etc.)

Los controles: ¿cómo se va a manipular?

Para poder jugar, el jugador debe tener determinadas habilidades que le permitan manipular los controles. No es lo mismo jugar en un dispositivo móvil, que, en una consola de videojuegos o unas gafas de realidad virtual, “así que piensa primero en la accesibilidad y en tu público”. También es importante pensar “cómo el juego va a movilizar la capacidad de coordinación motriz y mental, y si la dificultad está en los reflejos o en la reflexión”.

La elección de la pantalla dependerá del tipo de público.” ¿Tu público está en el móvil, en el PlayStation o en las gafas de realidad virtual? De eso dependen muchas decisiones, entre ellas, la dirección artística”.

La cámara: ¿cuál va a ser el punto de vista?

La perspectiva sobre el espacio influye en el discurso y en la interpretación que el jugador haga. La cámara puede ser subjetiva como en los juegos de FPS (first-person shooter o disparos en primera persona) como Call of Duty, y hacer que el jugador sea el personaje. La cámara puede estar en tercera persona y mostrar un protagonista con una identidad clara, como en Super Mario Bros o Grand Theft Auto. La cámara indica qué es lo que se está simulando. Por ejemplo, en FIFA, la cámara simula el punto de vista de una transmisión televisiva de un partido de fútbol. No es la simulación de un partido en el cual el jugador actúa como un futbolista, sino que controla a los jugadores que están en el campo desde un rol de coach, que a su vez, tiene una influencia directa sobre lo que sucede.

El personaje: ¿quién juega y qué rol ficticio desempeña?

“Hay tres niveles de personaje: el jugador, el ficticio y el práctico”, explicó Mauco. Por ejemplo, en Super Mario Bros el jugador desempeña el papel de héroe. Al mismo tiempo hay una identificación con el personaje ficticio de Mario. Y, a nivel práctico, Mario funciona a su vez como un cursor que le permite al jugador moverse en el espacio e interactuar con los elementos del entorno. En este ejemplo, “héroe”, “Mario” y “cursor”, corresponden a los tres niveles de personaje.

Así mismo, los jugadores pueden encarnar al personaje a través de un avatar, que puede: 

  1. Ser ficticio, como en el ejemplo de Super Mario Bros, como Kratos (God of War), o Lara Croft (Tomb Raider).
  2. Ser un segundo yo, cuando el jugador crea un personaje propio como ocurre en los juegos en línea.
  3. Estar ausente o ser omnisciente, como en los juegos de fútbol o de gestión como Age of Empires.

El objetivo: ¿qué debe hacer el jugador para completar el juego?

El objetivo “debe ser claro y la manera de lograrlo también”. No debe ser ni demasiado complejo ni demasiado fácil. “Si el objetivo es ir del punto A al punto B, hacer que eso sea interesante”. 

Las reglas: ¿qué acciones pueden realizarse y qué consecuencias tienen las acciones?  

Una regla puede basarse en una ley de la física o una variación de ella, como, por ejemplo, poder hacer un doble salto en el aire. Puede referirse a la manera de avanzar o interactuar dentro del juego, como “pasar de A a B al pulsar un botón”. Una regla también puede ser parte de la ficción, como, por ejemplo, si en el mundo del juego se puede o no usar armas, o como en Super Mario Bros, “si chocas con un champiñón y además tocas una estrella, eres superpoderoso”.

Las reglas influyen en el tipo de discurso que se quiere comunicar. Lo ilustró Mauco con un ejemplo: “Si quieres hacer un juego sobre el pacifismo y la manera de avanzar es matando, puede que no haya coherencia entre las mecánicas, la historia y la ficción”.

La historia

La arquitectura de las historias puede ser lineal, de caminos que se bifurcan y pueden tener distintos finales, de caminos paralelos con un mismo final, de caminos bifurcados que se reencuentran en ciertos puntos, o con estructura de red de historias interconectadas. Algunas de estas arquitecturas ofrecen mayor libertad y el jugador puede tener una experiencia diferente al volver a jugar el juego. Por ejemplo, en GTA o Assassin’s Creed, que tienen una arquitectura de historias interconectadas, la narrativa está vinculada a las zonas y personajes con las que el jugador puede hablar, y al mismo tiempo el jugador puede elegir las misiones que quiere hacer, sin un orden estricto. Esto es común en los juegos de mundo abierto.

El espacio

El diseño del espacio del juego tiene un significado en sí mismo. “Puedes transmitir un mensaje solo con la arquitectura y a través de la forma de explorar el mundo”, explicó Mauco. Por ejemplo, si luego de la aventura el jugador vuelve al mismo punto, hay un sentido cíclico de transformación.

Sobre Olivier Mauco

Se ha enfocado en estudiar el vínculo entre los videojuegos y la sociedad. Es director de videojuegos, docente de videojuegos en Sciences Po Paris y doctor en Ciencias Políticas. Ha escrito tesis doctorales sobre políticas y libros sobre videojuegos, entre ellos GTAIV el otro lado del sueño americano (2013) y Videojuegos: ¿fuera de control? (2014). Creó y dirige Game in Society, una agencia de creación de videojuegos especializada en la producción de significado a través del juego, los mundos del arte, la cultura, las políticas públicas y la psicología del comportamiento. Fue productor de Prisme 7, el primer videojuego para el Centro Pompidou, y de juegos, metaversos y colecciones de NFT para instituciones públicas. Participó en la creación de newsgames y videojuegos sobre noticias falsas.

Sobre el 12º Festival Gabo

El Festival Gabo es posible gracias a la alianza de la Fundación Gabo con la Alcaldía de Bogotá y el Grupo Bancolombia con sus filiales en América Latina. A partir de este año, cuenta también con el respaldo de la CAF -banco de desarrollo de América Latina y el Caribe, además del apoyo de más de 50 instituciones de todo el mundo. Este taller fue posible gracias a la alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte -SCRD y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá -BibloRed y al apoyo de la Embajada de Francia en Colombia.

Anna Surinyach: “Si encontramos un lenguaje para fotografiar el poder, la ciudadanía se movilizaría más”

Foto: Cortesía Silvena Pashova

En un momento de cambio de estilo fotográfico, Anna Surinyach busca retratar el poder, trazar un relato en torno a los procesos de toma de decisiones sobre las políticas migratorias que hacen que, cada año, miles de personas pierdan
la vida –y la dignidad– en el mar.

Por Silvena Pashova

La imagen de una mujer amamantando a dos niños en el contexto de la crisis del Sahel es la primera que interpela y genera preguntas a Anna Surinyach. Desde entonces, esta fotógrafa documental ha ubicado en el mapa movimientos migratorios y ha puesto rostro a personas afectadas por crisis humanitarias y vulneraciones de derechos humanos. Es cofundadora y editora de la Revista 5W, un medio alternativo e independiente que pone el foco y explica lo que pasa en el mundo; profundiza en temas y problemáticas que, a menudo, no aparecen en los medios tradicionales. Su trayectoria ha sido reconocida por el Premio Desalambre 2020 y, más recientemente, su último trabajo fotográfico “Mar de luto” se ha abierto camino entre los proyectos finalistas del Festival Gabo en la categoría Fotografía.

Nuestro encuentro iba a producirse inicialmente en una de las bulliciosas carpas desplegadas con motivo del Festival Gabo en el Gimnasio Moderno de Bogotá (Colombia). No obstante, a petición de Anna, nos desplazamos a una carpa considerablemente más pequeña, íntima y silenciosa, destinada exclusivamente a la prensa, ubicada en el mismo recinto habilitado para esta cita anual de referencia para el periodismo. El cambio de set cobra sentido con la serenidad y sosiego que, desde el primer momento, irradia Anna. Al principio se muestra distante. No obstante, su naturalidad, que se realza con su mirada honesta y su predisposición a ser preguntada, pronto lo envuelve todo en un clima de familiaridad. Casi de complicidad.

Un diván de piel color marrón. Dos sillones blancos. Una mesita de centro de madera maciza y patas de mimbre. Una lámpara de salón, una planta de estatura humana y un foco superior.

Pregunta: ¿Cómo es la fotografía de Anna Surinyach?

Se divisa una media sonrisa en su rostro. No responde al instante, reflexiona, busca las palabras adecuadas. 

Respuesta: Es difícil responder porque está en un momento de cambio absoluto. Absoluto no porque mantiene la base documental. Lo que sí te puedo responder más fácil es que la fotografía es la herramienta que he escogido para contar historias. Sigue siendo la herramienta principal de mis proyectos, aunque cada vez siento que hay proyectos donde la fotografía está, pero utiliza también otras herramientas. 

Ahora estoy en un proceso de cambio de una fotografía absolutamente periodística, que es la que me enseñaron en la universidad, el fotoperiodismo clásico: reporteas lo que ves en la escena, no interfieres en la escena, llegas, cubres y te vas, lo que te hacen creer que es objetivo, documentar la realidad; pero con los años, me he dado cuenta de que para hablar de comunidades vulneradas este tipo de fotografía estigmatiza, más que ayuda. En los momentos en los que estamos viviendo pierdes el control de las imágenes; imágenes que yo he hecho para denunciar hechos muy vinculados a la inmigración se han utilizado para fines absolutamente contrarios. 

He ido mutando mi estilo fotográfico. He pasado de creer en este fotoperiodismo clásico, que me gusta, sigo consumiendo y como editora gráfica de la revista  [5W], lo publico; pero para determinados proyectos, creo que hay que ir más allá y saltarse las normas que nos enseñaron a los periodistas fotógrafos que teníamos que cumplir. De hecho, mi último proyecto, “Mar de luto”, cuando lo empecé a enseñar a editores que me conocen, me dijeron: “Te has pasado al otro bando”. Y ese otro bando es el de la fotografía más documental, fotografía más montadamás creación de imágenes que fotoperiodismo. Sin embargo, en algunos proyectos, sigo haciendo fotoperiodismo clásico, que es necesario, pero no es suficiente ahora mismo para determinadas historias.

“Imágenes que he hecho para denunciar hechos muy vinculados a la inmigración se han utilizado para fines absolutamente contrarios”.

P: Si tuvieras que definir tu fotografía con pocas palabras, ¿cómo sería?

R: Lo que intento es que mis fotografías generen preguntas, más que estas sean muy explícitas. Ir más allá de esta idea que nos han hecho creer que una imagen vale más que mil palabras. Últimamente intento que las fotografías insinúen y, para ello, que generen preguntas. A lo mejor así es como brevemente defino o intento hacer fotografía.

P: ¿De qué manera buscas establecer una conexión con la persona que estás fotografiando?

R: Depende de qué tipo de historia estás haciendo. Si estás haciendo una historia de reporterismo clásico, como, por ejemplo, Bucha (Ucrania) en el momento en que la gente ucraniana logra liberar la ciudad rusa, llegas a un sitio donde están pasando cosas, las calles están llenas de cadáveres, la gente está todavía que no sabe muy bien qué está pasando… allí, el acercamiento tiene que ser más de “sensación”, ver si estás molestando. Es verdad que era un contexto donde la gente quería que se documentara, por eso, era fácil trabajar. En estos contextos, documento lo que pasa y luego intento hablar con las personas. 

“Intento que las fotografías insinúen y, para ello, que generen preguntas”.

Pero en proyectos más de largo recorrido, como “Mar de luto”, el acercamiento es muy largo, hablo con las personas previamente. Son procesos diferentes. Una cosa es una operación de rescate, donde tú estás allí, primero haces fotos del momento y luego buscas historias. Ahora busco proyectos donde empiezo a buscar historias y luego a hacer fotografía. Son dos maneras diferentes de acercarte a la gente. Con el tiempo también aprendes si molestas, porque en determinados contextos hacer fotografías molesta. Y cometes errores: tienes que pedir perdón muchas veces y es ahí donde vas conociendo también cuáles son tus fortalezas como persona –ya no como fotógrafa– y cómo debes acercarte. 

Anna habla con un ritmo paulatino. Realiza pausas que anticipan que algo relevante se viene. Muestra una sensibilidad humana especial y empatía por las personas protagonistas de sus historias. Gesticula con movimientos de manos. Junta las manos cuando quiere enfatizar algo.

Pero sí que les digo mucho a los alumnos que las fotografías sin información no sirven. Si tienes un reportaje fotográfico donde para las diez fotos tienes el mismo pie de foto “Rescate en el Mediterráneo, julio de 2023”, eso tiene una validez periodística limitada. En cambio, si tú me puedes contar de dónde salieron [las personas migrantes], cómo y cuánto pagaron –simplificando mucho–, para ello tienes que hablar con la gente. Yo suelo hablar mucho con la gente. En cambio, yo he estado en contextos donde he visto a algunos fotógrafos trabajar durante mucho tiempo sin hablar con nadie. Entonces, vale: tienes fotografías muy estéticas denunciando lo que está pasando, pero si no hablas y sientes un vínculo con las personas, no sirve de nada.

“Las fotografías sin información no sirven. Si tienes un reportaje fotográfico donde para las diez fotos tienes el mismo pie de foto, eso tiene una validez periodística limitada”.

P: Recuperando lo que decías: en crisis migratorias, la fotografía tiene una gran capacidad de denuncia social, pero también está el peligro de banalizar esta realidad y deshumanizar a la persona migrante. Como fotógrafa de movimientos de población y crisis humanitarias, ¿cómo garantizas que tus fotografías retraten a las personas de forma digna, sin caer en la victimización?

R: En esto también he mutado. Es verdad que hay una parte del fotoperiodismo que sirve para denunciar. Está bien seguir fotografiando las pateras en el mar, seguir fotografiando muertos en las pateras, pero no es suficiente para contar las migraciones. Por eso, creo que muchas veces el relato gráfico de las migraciones se queda en las fronteras o en las rutas, y eso genera un tipo de imagen que, como decía al principio, tiende a reforzar estereotipos. Llevo pensando nuevas maneras de narrar, ya que creo que no es suficiente con hacer un retrato dignificando a la persona, porque eso lo decimos mucho y no sabemos ni qué significa. Por mucho que yo intente en un rescate fotografiar a las mujeres de una manera donde no estén llorando [aludiendo a las imágenes que suelen salir en la prensa diaria] e intente hacer que las mujeres estén en otra actitud, estamos hablando de uno de los peores momentos de su vida, que es el momento del cruce

En 5W estamos intentando contar la historia de otra manera, meter contexto, contar las irregularidades que estaban pasando, lograr accesos a centros de primera acogida. Pero yo vi que las imágenes no eran suficientemente dignas, yo no dejaba de fotografiarles como personas migrantes, recién llegadas, sufriendo, aunque yo intentase otras maneras. A raíz de eso, empecé un proyecto, que se llama #Boza, que es un proyecto en el que yo no hago ninguna foto [ríe por lo insólito que puede eso parecer], sino que junto a otra fotoperiodista francesa, Séverine Sajous, hicimos un cortometraje donde contamos los procesos migratorios con las imágenes que las personas hacen durante estos procesos. No les dábamos cámaras y les decíamos que se fotografiaran, sino que llegaban, hacíamos talleres, veíamos lo que llevaban en sus teléfonos móviles y con todo lo que llevaban hicimos un cortometraje. Ahí es donde logramos realmente enseñar los procesos migratorios de otra manera. Estas personas fotografiaban los procesos como ellos querían hacerlo, se fotografiaban a sí mismas como ellas querían fotografiarse y mostrábamos lo que ellas estaban enseñando en sus redes sociales.

A esta altura de nuestra conversación, Anna se explaya con desenvoltura, acompañando su explicación con algunos ejemplos, historias reales de las personas protagonistas de sus trabajos fotográficos y reflexiones sobre qué significa retratar las migraciones de esa “otra forma”. Combina su relato con suaves movimientos de manos. En ocasiones, utiliza sus manos para dibujar su relato con movimientos circulares en la mesita de centro.

Explica que el cortometraje, que se enmarca en un proyecto más amplio, “Selfie de las migraciones”, también les ha servido como herramienta pedagógica en los institutos para visibilizar una realidad a menudo silenciada por los medios de comunicación tradicionales. 

A través del ejemplo de Aminata, una chica que llegó a las Islas Canarias en patera, y cuya vida no dista de las jóvenes de su entorno –ya que hace vida social, cuida su imagen y se hace selfies–, mostraron que hay otras imágenes que explican las migraciones más allá de la foto mainstream de la chica desamparada que llega en patera. Son imágenes que no retratan a las personas migrantes como víctimas o sujetos pasivos, sino que las dignifican y empoderan mostrando sus procesos vitales. 

P: Claro, estamos hablando de la complejidad del fenómeno migratorio, que va más allá del momento de emergencia que se suele retratar. Entiendo que debemos ampliar la mirada.

R: Sí, y no solo eso. En las migraciones y, en general, en temas de vulneración de derechos humanos, hemos tendido a fotografiar a la gente que sufre estas vulneraciones, pero no quiénes deciden cómo se van a vulnerar los derechos humanos. Fotografiar el poder es muy difícil, fotografiar la toma de decisiones es muy difícil. Deberíamos fotografiar quiénes son los que están decidiendo la política de fronteras en el mar y cómo son esos procesos. En vez de fotografiar procesos migratorios, fotografiar procesos de ley [la política de migración y asilo de la Unión Europea en el mar]. Si encontramos un lenguaje para fotografiar el poder, la ciudadanía se movilizaría más. Hemos normalizado la muerte en las fronteras, una patera con cadáveres; yo también. Como sociedad europea, hemos normalizado muchas cosas que abren diarios. Debemos dejar de poner el foco en la persona vulnerable y ponerlo en quién vulnera. 

El último proyecto, #Boza, que de momento se centra en las desapariciones y el desamparo de las familias, visibiliza eso. En el mar, en los últimos 5 meses, han desaparecido 5.000 personas contabilizadas, pero solo el fondo del mar sabe realmente cuántos han desaparecido. Estas cifras son atroces y hay que denunciarlas. Este era mi reto a nivel visual: cómo visibilizar estas muertes que Europa quiere invisibilizar. Eso yo creo que más o menos lo he logrado, pero hay una segunda parte de este proyecto en la que estoy trabajando: ¿cómo representar de manera visual y cómo generar imágenes que hablen de esa toma de decisiones? Que hablen de quién está decidiendo que estas personas mueran en el mar. No tengo la respuesta de cómo lo haré, pero creo que es importante poner el foco ahí.

“Hemos tendido a fotografiar a la gente que sufre las vulneraciones, pero no quiénes deciden cómo se van a vulnerar los derechos humanos. Fotografiar el poder es muy difícil”.

A las víctimas les ponemos demasiado foco. Y aunque somos muchos los que intentamos poner el foco de forma honesta, sincera e intentando establecer diálogo -hemos avanzado mucho desde los años 70 de cómo se fotografiaba en ese momento-; seguimos demasiado enfocados en las víctimas, creo que hay que girar el foco hacia arriba.

P: Entiendo. ¿Y cuál ha sido la historia más memorable que has contado a través de tus fotografías? ¿Y por qué lo es?

R: Para mí, fue muy importante la historia de Sara Traoré  o de Ulet, que tienen mucho que ver con el proyecto “Mar de luto”. Son dos de las historias que hicieron que me pusiera el reto de seguir contando las muertes en el mar. 

Ulet es un chico que rescató Médicos sin Fronteras (MSF) cuando estaba a punto de llegar a Europa, después de haber sido esclavizado en Libia. Estaba solo, era menor de edad, era somalí. Cuando lo rescataron, estaba mal, le pusieron suero y cuando se encontró mejor, pidió salir a cubierta, se desplomó y murió. Cuando llegó el barco al puerto –yo estaba ahí–, bajaron a Ulet en un ataúd. Hice fotos que fueron portada en muchos periódicos en Italia. En ese momento, hicimos mucha presión porque el gobierno del pueblo donde habían desembarcado, Vibo Valentia, dijo que no había sitio en el cementerio para enterrar a Ulet. Esto pasa mucho: hay mucha presión en los puntos de llegada. Estas fotos sirvieron para movilizar al gobierno para que encontrasen un espacio en el cementerio. Más allá de eso, en 2015 una muerte en un barco de rescate era portada. 

A Sara Traoré, una niña de dos años y medio, que había salido de Libia con su madre y su hermano, la conocimos cuando era huérfana. Su madre estaba muerta en la patera y su hermano había caído en el agua durante la travesía. Ahí estaba con Agus Morales [periodista, director de Revista 5W y pareja de Anna] y los dos estábamos muy pendientes de si el hermano estaba contabilizado en estas muertes y desapariciones en el mar. No logramos verlo nunca en ninguna lista, y ahí dijimos: hay muchas muertes y desapariciones que pasan desapercibidas. Esta niña se ha quedado huérfana por culpa de una política europea que mata. 

Estos dos casos son los que dije…[no termina la frase]. Esto pasó en 2015 y 2017, y el proyecto lo estoy sacando ahora en 2024, pero son de esas historias que te quedan, y necesitas seguir trabajando en estos temas para seguir hablando de lo que pasa.

“Hay muchas muertes y desapariciones que pasan desapercibidas. Esta niña se ha quedado huérfana por culpa de una política europea que mata”.

P: Llegados a este punto, quiero que hagas el ejercicio de dar un salto atrás en el tiempo, en tu niñez. ¿Cómo era Anna Surinyach de pequeña? ¿Te gustaba ya la fotografía?

R: [Se ríe] No, no me gustaba la fotografía. Aunque hacía fotos porque a mi padre le gustaba aún menos y siempre me daba esas cámaras desechables para que hiciera fotos de los viajes y luego álbumes. Pero no tenía especial interés en eso. De hecho, mis padres son médicos y yo tenía muy asumido que yo iba a ser médico.

De pequeña era muy deportista. Así que, si algo me define de pequeña, es el deporte; estaba siempre con mil movidas de deporte. El interés por la fotografía… Recuerdo una de las primeras imágenes que me generó preguntas, que me interpeló –que es otra de las funciones del periodismo– fue una imagen de Sebastião Salgado. Yo no sabía entonces quién era. Yo estaba con mis padres en casa de unos amigos [entonces Anna tenía 9 o 10 años], abrí un libro, sobre el Sahel, de repente veo una imagen de una mujer amamantando a dos niños. No era nada explícita. Muchas de las fotografías de Salgado, ahora mirándolo con perspectiva, aunque sea referente, no sería un fotógrafo en el que me fijaría.

Reconoce que hay que tener en cuenta que eran tiempos pasados y que los lenguajes fotográficos han evolucionado mucho.

Recuerdo preguntar a mis padres: ¿qué está pasando aquí?, ¿por qué estos niños están así? Esa fue la primera vez que vi que la fotografía tenía el poder de interpelar. Luego cuando hice la solicitud en la universidad, me inscribí a medicina, pero el día antes cambié y dije: “Yo no quiero ser médico, quiero ser periodista”. Pero era más bien un tema de aventura, poner el cuerpo al límite, yo quería ver lo que pasaba en otros sitios, ir a la guerra. Siempre digo, y me avergüenza un poco, pero creo que hay que ser sincera, yo empecé en periodismo como una cosa de aventura, tenía curiosidad por explorar. [Admite que ahora eso lo critica mucho y considera que el periodismo no debe ser así].

Lo que pasa es que sí que estaba muy vinculada a derechos humanos, a movilizaciones en Barcelona. Fui mezclando la aventura con el compromiso. Lo que tenía claro, después de meterme en periodismo, es que mi lenguaje era la fotografía, y fue, en parte, por fotografías como la de Salgado. Las imágenes siempre me han interesado mucho. Cuando empecé en MSF me di cuenta de que hay mucha injusticia. Me fui especializando en migraciones. Incluso, como parte de mis errores, tengo que decir que yo iba, fotografiaba, pero sin pensar mucho. Nuestras generaciones, cuando salíamos de la universidad tendíamos a fotografiar mucho, y pensar poco en lo que fotografiamos. Fui sintiendo que las fotos sirven, pero no si no hay algo más detrás para contar. Así, fui comprometiéndome en temas cada vez más específicos y en otra forma de hacer fotografía. 

He hecho cosas que ahora nunca haría, no digo fotografiar a un muerto en primer plano, porque eso yo nunca lo he hecho, sino en aproximaciones que han sido absolutamente colonialistas sin yo ser consciente de que lo eran. Esto sirve para aprender y desaprender.

P: Hablando de equivocarse y pedir perdón, ¿puedes compartir algún error durante tus primeros años de ejercicio del fotoperiodismo?

R: Uno de los que cuento y enseño bastante es cuando yo había estado en Sudán del Sur, un par de veces. Primero cuando se independizó Sudán de Sudán del Sur y luego con la guerra civil en Sudán del Sur. Cada vez que iba ahí, estaba peor la situación humanitaria. Ahí trabajaba con MSF, veíamos y sentíamos que daba igual todo. Era muy difícil meter temas de Sudán del Sur en medios más allá de una nota de color alguna vez.

Empezamos a pensar en hacer algo a través de los colegios. Yo empecé a fotografiar bodegones de los juguetes que se hacen los niños en los colegios con el barro o con lo que tienen. La idea era enseñar cómo estos niños hacen juguetes en los campos de refugiados e ir a los colegios en Barcelona y que los intentasen hacer también. En realidad, era una excusa para entrar a los colegios y hablar de Sudán del Sur.

Con precisión, exactitud y dando todos los detalles, Anna empieza un relato explicando cómo deambulaba por los campos de refugiados en busca de niños jugando con estos juguetes con la intención de capturar una imagen natural, donde no hubiera injerencia por parte de la fotoperiodista, es decir, donde ella no interfiriera. Su principal error fue hacer fotos de niños y niñas, cuyos nombres no conocía, y sin pedir permiso a los padres.

Hubo un momento en que lo publicamos, y yo pensé: son menores y no tengo el permiso de sus padres. La situación no les victimizaba, estaban jugando, así que el proyecto era bueno. El fallo es –y es colonialista absoluto– pensar que los niños de Sudán del Sur tienen menos derechos que los niños de Barcelona. Si yo me voy a Barcelona a fotografiar niños en un parque, el segundo día me han venido a detener… Detener, no, pero denunciar seguro.

Eso que me pareció buena idea, al final era un ejemplo de la mirada colonialista que yo tenía, aunque llevaba años intentando descolonizar y buscando otras formas de narrar. No se puede ir a Sudán del Sur y fotografiar solo cadáveres en las calles; hay que hacerlo para denunciar, pero no es suficiente. Este proyecto se me ha quedado clavado… Fue buena idea para entrar a los colegios, pero sin el permiso de los padres… Solo he conservado dos fotografías que sí que tengo autorización grabada, hice entrevista a los padres y sé el nombre de los niños. El resto las he guardado en el cajón.

“Es un ejemplo de la mirada colonialista que yo tenía, aunque llevaba años intentando descolonizar y buscando otras formas de narrar”.

P: ¿Recuerdas cuál fue la primera fotografía, cuadro o póster que colgaste y que sentías que te representaba en aquel entonces?

Comienza con la explicación de algo realmente curioso. Uno de esos misterios o coincidencias propias del azar, más que del destino.

R: Cuando empecé a trabajar con MSF, esa foto de Salgado que estaba en el libro, él la había hecho en MSF y ellos tenían copias de la misma foto, que, además, no es la típica foto de Salgado. Cuando vi eso, dije “eso es una señal”. Fue como “esa primera foto” que me ha acompañado bastante. Es la primera que colgué.

Aunque nunca ha sido una persona de colgar fotografías, me explica que últimamente sí que ha empezado a tener fotos de colegas de la profesión a los que admira. Se ríe tiernamente mientras me explica que su madre tiene colgadas en casa fotografías de su primera exposición de MSF e, incluso, que ha contratado a un pintor para que las estampara en la puerta del garaje de su casa.

P: Volviendo al nuevo estilo fotográfico que estás ensayando últimamente, ¿cómo es tu proceso artístico y creativo? ¿Cómo es el antes, durante y después de capturar la imagen en cámara?

R: Es la primera vez que trabajo así. Más allá de los retratos, ya que en fotoperiodismo está aceptado que montes un retrato. Es el primer proyecto.

Hace una pausa, mientras gira en círculos su preponderante anillo, rectifica cuando piensa en #Boza, explica que en este proyecto, pese a no montar fotos, sí que emplean otra forma de contar en la que hace un proceso creativo real. 

Es el primero donde pienso cómo contar visualmente algo, hago la investigación y hago todo lo necesario para que esas imágenes funcionen. En “Mar de luto” son imágenes de desaparecidos en el mar, en las que yo he tenido que aprender a bucear. Lo que hago es coger las imágenes con las que los familiares buscan a estas personas desaparecidas. Quería una imagen donde esta fotografía estuviese sumergida en las aguas donde esta persona desapareció. Tenía muy claro eso. El proceso era cómo hacer eso. Había una parte muy importante de investigación periodística: llegar a las familias, tener los permisos, entender qué estaba pasando. Por otra parte, estaba el proceso creativo, cómo imprimir esas imágenes para que se vayan hundiendo en el mar de una manera que quedase bien. Es la primera vez que hago esto, pero lo he disfrutado mucho. Creo que, al final, el resultado ha hecho que mucha gente me diga que es una “forma muy diferente de contar esta realidad”, “me ha hecho pensar mucho”, “son imágenes fuertes”. Y al final son imágenes donde las personas están sonriendo, pero tú sabes que están en el fondo del mar.

A lo mejor en 5 años, veo el proyecto y no estoy tan segura como ahora, pero viendo la reacción que está teniendo la gente

Con humildad, Anna no lo expresa con palabras, pero se puede percibir que está contenta con el resultado y la acogida del público. 

Yo no quiero que la gente llore, sino que se movilice, pero si eso causa una cierta emoción, y esa emoción se la lleva alguien a casa, está bien. Tampoco pretenderemos cambiar la ley de fronteras en Europa con cuatro fotos. Estoy viendo, y eso no me lo esperaba, más allá de que la gente no es consciente del número de personas que mueren en los mares, mucha gente que ha sufrido procesos de desaparición –por ejemplo, Colombia o México, países que están atravesados por las desapariciones por la falta de identificación de víctimas, la falta de asumir responsabilidades en el mar; algo que ha pasado en muchos países–, se siente muy vinculada a eso. Eso es muy bueno, no me lo esperaba, pero es una capa que quiero trabajar.

Anna se abre nuevamente y comparte generosamente un encuentro reciente con una periodista mexicana, Marcela Turati, experta en contar las migraciones en su país. Explica que las dinámicas que se viven en las desapariciones son siempre las mismas –desamparo de la familia, falta de cierre de los duelos, certificados de desaparición, limbo legal, parafraseando a la propia Anna– tanto si se dan en el mar o en otro contexto, como el de México. La problemática trasciende el mar.

“No quiero que la gente llore, sino que se movilice. Si eso causa una cierta emoción, y esa emoción se la lleva alguien a casa, está bien.”

P: ¿De qué referentes bebías cuando empezaste a fotografiar? ¿Han cambiado desde que estás en este nuevo proceso creativo?

Bebí mucho del fotoperiodismo clásico del que hablaba: James Nachtwey, para mí era referente [antes de proseguir, hace una aclaración: me dice que, el hecho de que ya no los consuma, no les resta importancia como grandes fotoperiodistas], Lynsey Addario, hay cosas que me siguen gustando, pero son periodistas muy clásicos. 

Empieza una enumeración elocuente. Se nota que lo hace con conocimiento de causa

Stephanie Sinclair, John Moore –hace migraciones y él sí está intentando nuevos lenguajes también–, me gustaba mucho Sebastião Salgado, en su momento, pero ahora me parecen imágenes absolutamente estéticas; no es lo que me interesa ahora, aunque entiendo el valor de lo que ha hecho Salgado. En España, Cristina García Rodero, sigue siendo referente: los temas que cubre, cómo los cubre, su compromiso por los temas. Todos fotógrafos de conflicto. Aunque lo sigo, ya no es el tipo de fotografía que me acaba de atraer ahora mismo. 

Además, en la revista [5W] veo mucho, se me hace muy repetitivo todo. Hay una manera muy unificada de contar el conflicto, las migraciones, temas de género, lucha por la tierra en Latinoamérica, es todo muy homogeneizado. Mis referentes solían ser los que lideraban estas maneras de narrar y ahora intento buscar otros referentes. Primero, tengo mucho interés en lo que están haciendo las personas a nivel local, ahora en la revista intentamos publicar –es un esfuerzo consciente– trabajos como los de Esther Mbabazi, que es una fotógrafa ugandesa; Ana Reyes Morales, es filipina; Carole Alfarah, siria, que ofrecen otras formas de narrar situaciones en sus países. Por ejemplo, estamos acostumbrados a narrar Filipina con fotografías de Natchwey, contar la guerra siria con fotografías de Ricardo García Vilanova. Ves las imágenes de Alfarah y García Vilanova… y los relatos son muy diferentes. Mis referentes están cambiando. Estas chicas están contando sus países y no lo hacen de forma consciente; es otra forma de ver, evidentemente, y lo cuentan de otra forma. Para mí, mucho más espontánea y natural.

Luego también yo digo que he pasado de ir a Visa Pour L’Image, que es el festival clásico de fotoperiodismo de conflicto en Perpiñán, a ir al Arlés [Francia], que son maneras creativas de contar temas documentales. 

Reprende una enumeración de nombres y apellidos, que representan fotoperiodistas referentes para ella: Felipe Romero, Cristina de Middel, Laia Abril…

Estoy buscando gente que haya abordado temas sociales, eso sí, para mí es importante, desde una forma más artística, más pensada, utilizando nuevos lenguajes.

Finaliza diciendo que, pese a estar inmersa en esta forma más artística de contar historias, sigue siendo muy analítica, por lo que busca trabajos que se entiendan y tengan una base documental sólida.

P: En tus coberturas fotográficas, más allá de los equipos fotográficos, ¿qué no te puede faltar en tu mochila de viaje?

R: [Suelta una carcajada] Suero. Es lo único que intento no dejarme nunca. Soy muy fácil, soy de cargar pocas cosas. Ahora, últimamente, como tengo una niña, siempre llevo algo de ella. Llevo una goma de ella en la cámara o ella me da un peluche y lo llevo. Pero puedo reportear sin eso. Incluso para venir aquí, me dio un muñequito [se enternece]. Yo le mando fotos de sus peluches por el mundo. Intento crema solar, pero eso se me olvida. Suero, nunca.

P: Hablando de cubrir la actualidad internacional, ¿cómo lidias con el aluvión de imágenes en circulación por medios digitales? ¿Cómo marcar la diferencia ante esta realidad?

R: Pensando, haciendo proyectos que tengan sentido. Hay dos maneras: o eres el primero en llegar a un sitio para denunciar algo, entonces sí, fotoperiodismo clásico. Por ejemplo, en la matanza en Bucha, Santi Palacios, un fotógrafo español, llegó primero, y Bucha es muy simbólico en la guerra en Ucrania porque fue el primer territorio que liberaron; y él entró el primero. Esas imágenes son fotoperiodismo clásico; en ese momento, no tienes tiempo de pensar. Son fotos de denuncia, todo lo bien compuestas que podía. Es la primera vez que se veían cadáveres de civiles en las calles en Bucha. Esta forma sigue teniendo validez. Pero esto no suele pasar porque antes de periodistas, van a llegar civiles y van a correr imágenes. La única manera que tenemos, yo creo, es pensar en cómo contar las historias. 

La editora gráfica del Washington Post dijo una vez, y yo siempre la cito, pero me lo hago casi como mío: “Los fotógrafos documentales tenemos que conseguir hacer que la gente vea lo que no se ha dado cuenta de que hay o que la gente vea las cosas de una manera que no sabía que se podían mirar”. No contarás en exclusiva nada en tu vida –puede pasarte una vez en la vida–, sino lo que tienes que intentar es contar lo que ha pasado desapercibido por el público, que la gente no lo ha visto de la manera en que tú les puedes enseñar. Esta es, para mí, la única manera que tenemos.

Lo que estoy viendo también es que la gente joven que quiere hacer temas así tiene una creatividad, una manera de narrar, una frescura en contar, algo que a nosotros nos cuesta más por lo que hemos bebido. Creo que vamos a ver –y estamos viendo ya– formas de narrar y contar que para nosotros han pasado desapercibido y ellos nos enseñan. Para mí esta es la clave.

“Intentar contar lo que ha pasado desapercibido por el público, que la gente no lo ha visto de la manera en que tú les puedes enseñar”.

P: En “Mar de luto”, has hecho una cobertura fotográfica desde una mirada diferente, centrándote en una realidad poco retratada: el impacto emocional que el desplazamiento, las desapariciones y las muertes de las personas migrantes tienen en sus familiares y comunidades de origen. En este sentido, ¿cuál es la cobertura que te pesa más?

Todos los familiares de personas desapercibidas están anímicamente mal. Yo cuento que lo estoy pasando peor en este proyecto que fotografiando muertos en Ucrania o la exhumación de una fosa en Ucrania, que es como muy impactante de ver. 

Por ejemplo, la historia de Maimouna, que es parte de [“Mar de Luto”]. Cuando ella salió mandó un mensaje a su hermano, le dijo “cuando recibas una llamada perdida de un número español da gracias a Dios porque querrá decir que he llegado. No lo sabe nadie más que tú; reza por mí. Me voy a la patera.” Estaba embarcando en la patera, se escucha de fondo en el mensaje. Maimouna no llegó nunca. Cuando conocimos a la madre, Maimouna llevaba dos meses desaparecida. Ni la madre ni el hermano habían podido hablar con nadie, no sabían qué hacer, nadie les había informado de nada, no habían podido poner una denuncia… Por suerte, viajamos con el líder de la comunidad africana negra en Canarias, que sabe muy bien cómo contar de manera culturalmente cercana, porque él es senegalés, lo que estaba pasando.

Anna hace una pausa repentina. Desbloquea un recuerdo.

El otro día [se ríe], viniendo en el avión, estaba trabajando mucho, necesitaba parar y vi un trozo de Los juegos del hambre. Ahí hay una frase y me dije “la voy a utilizar porque es tal cual mi proyecto”. Y es “solo hay algo más poderoso que el miedo, y es la fe”. En este proyecto he visto esto muchísimo; en todos los procesos migratorios es así. La madre de Maimouna necesita creer que su hija está viva. 

Reprende el relato desalentador de Maimouna, una historia que ilustra la realidad de tantas personas migrantes. Me explica durante dos minutos que, por mucho que Mame, el líder comunitario antes mencionado, intentase insinuar a la madre de Maimouna que su hija estaba desaparecida o muerta, la mujer no reaccionaba. 

Esta mujer se pasó diez minutos sin llorar, sin inmutarse físicamente. Le repetía constantemente: “No lo entiendo, me lo puedes volver a contar”. Al final dijo, “Ah vale, lo entiendo: mi hija está en el fondo del mar. Gracias.” Sin ni siquiera inmutarse. Me hubiera impactado menos que se hubiera puesto a llorar a esa manera de asumir eso. Eso que no pueden ni llorar, lo veo en muchas familias. 

Esta es la historia con la que arranca su último trabajo “Mar de luto”. Esta historia es la que permitió también que, durante tres años, este proyecto se fuera cociendo a fuego lento. La ejecución duró tan solo 5-6 sesiones, aparte de las previas clases de submarinismo. Repentinamente, agita las manos con más ímpetu. Son imágenes “fuertes” las del proyecto, como ella misma las califica. Se abre y explica que, una vez hecho su proceso creativo y publicado el proyecto, esto le generó dudas y miedos a la hora de enviarlas a las familias por lo que representaban, por el dolor que podrían generar. Al fin y al cabo, son fotos muy claras que muestran a sus hijos e hijas en el fondo del mar. Tienen un simbolismo descomunal. Le sienta mal pensar cómo el proyecto puede afectar a las familias, aunque estas generalmente piden que se dé visibilidad, se denuncie y se haga justicia, algo que este proyecto logra.

Son dudas que siempre estarán y el problema sería no tenerlas. Si no las tuviéramos, es lo que nos haría realmente cínicos.

P: Es inevitable preguntarte: ¿cubrir estas realidades desgarradoras afecta a tu salud mental? ¿Tienes estrategias que te ayuden a hacer más llevadero este oficio?

Yo me cuido muy poco en eso. Lo sé. Soy consciente. Creo en la importancia de cuidar la salud mental porque he visto a alguna gente colapsar. Puede ser que yo colapse. Tener una hija ayuda porque ella te hace desconectar rápido. Ella es también la parte que nos desvincula [refiriéndose a Agus Morales, periodista, director de Revista 5W y pareja de Anna] del trabajo. Sí que es verdad que ha habido momentos que he necesitado parar. Por ejemplo, en MSF, cuando iba a Sudán del Sur, no podía procesar lo que estaba viendo; luego me iba a República Dominicana, después a Bolivia a reportear. Veía una cantidad de injusticias que no podía procesar y tampoco estaba muy tranquila con lo que estaba haciendo: no podía ni pensar si tenía sentido y ahí yo lo llevaba mal, necesitaba parar mucho más y necesitaba estar un mes sin viajar porque no podía asumir más. Pero ahora, como los procesos y proyectos que hago son tan largos… 

Confiesa que, pese a que algunas de las actividades que hace como parte de su trabajo –como, por ejemplo, charlas– le agotan emocionalmente, si no las hiciera tampoco estaría tranquila consigo misma.

“Creo en la importancia de cuidar la salud mental porque he visto a alguna gente colapsar. Puede ser que yo colapse”.

Ahora mi intranquilidad es encontrar la manera de fotografiar hacia arriba, el poder y la toma de decisiones. No estaré tranquila hasta que no encuentre esta manera. A lo mejor, debería tener estrategias [de gestión emocional], a lo mejor, de aquí a 5 años, ya no puedo hacer estos temas, pero ahora siento que tengo ganas de mirar hacia arriba.

Vuelve a ilustrar su explicación con un ejemplo. Esta vez de algo que le pasó durante su estancia en Bogotá con motivo del Festival Gabo. En un bar, una mujer le cuenta el periplo de violencia, maltrato y estrecheces económicas que ha vivido. Ahí sí, ella pensó: “No puedo asumir más. A lo mejor es un síntoma de no saber gestionar bien”.

Ahora solo hago desaparecidos en el mar, que es lo que controlo, gestiono y en lo que realmente creo que debo meter mi esfuerzo intelectual. Ahora no me metería a hacer un tema de violencia en Colombia porque profesionalmente no podría asumirlo y seguramente emocionalmente tampoco. Lo gestiono como puedo.

“Ahora mi intranquilidad es encontrar la manera de fotografiar hacia arriba, el poder y la toma de decisiones”

P: Pese a ser de esas clásicas preguntas que siempre te hacen, no puedo acabar sin preguntarte: ¿Puedes darnos un adelanto sobre qué tipo de trabajos nos esperan de Anna Surinyach?

La parte de “Mar de luto” expuesta está muy centrada en desapariciones, pero hay otra parte sobre lo que pasa en el mar, qué pasa con los cadáveres de las personas que se encuentran en las pateras y que el mar expulsa. Quiero ver cómo son los procesos de identificación de los cadáveres de las personas desaparecidas en el mar, aparte de lo que te he estado contando sobre cómo los procesos de decisión están haciendo que todo esto esté pasando. Esto me puede llevar diez años.

También estoy con un proyecto pequeño, que estoy disfrutando mucho, y el proceso creativo se sale del fotoperiodismo clásico. Es un proyecto de acogida familiar en Barcelona.

Una breve interrupción. De repente, se asoma una joven, miembro del equipo organizativo del Festival Gabo, con dos bolsitas de palomitas en las manos. Llega en el momento adecuado. Son pasadas las 2:30 pm y el hambre hace sus primeros estragos. Con nuestras palomitas en mano, terminamos nuestra conversación, en una atmósfera cada vez de mayor familiaridad y complicidad, con unos últimos cuatro minutos y medio de entrevista sobre el desamparo que viven los jóvenes migrantes cuando cumplen la mayoría de edad en Barcelona, ciudad donde residimos las dos habitualmente. 

Compartimos perspectiva. Vemos la necesidad de que estas personas puedan reintegrarse, conectarse nuevamente con la sociedad, establecer nuevos y más sólidos lazos con un entorno saludable. Vemos en estos procesos de acogida una oportunidad, sin duda. Debemos aprovecharlos. Darlos a conocer entre la gente. Promocionar la acogida del “otro”. Es una cuestión de humanidad, enriquecimiento cultural y mejora de sus oportunidades. Pero, sobre todo, y creo que es algo compartido entre las dos, es una cuestión de justicia y dignificación de unas personas que han sido vulneradas, manoseadas por el poder, arrancadas muchas veces de sus territorios, forzadas a desplazarse, condenadas a la pobreza.

***

Esta entrevista se realizó como parte del taller ‘El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia’, que dirigió Albert Lladó el 4, 5 y 7 de julio del 2024 en Bogotá, Colombia, como parte de las actividades del 12º Festival Gabo. El taller se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).

Una conversación más allá del arte de la poesía con Ahmad Mohsen

Por Angie Daniela Martínez Aldana

Con un sentir genuino Ahmad Mohsen, periodista, poeta y traductor literario, nos cuenta la experiencia profunda del artista, desde las fragmentaciones sociales que nos acontecen como seres en busca del sentido. Un sentido que propone en su obra Vine a cantar una herida al mundo (poemas para Palestina), en la cual nos adentramos. Hemos de imaginar un futuro mejor para nosotros y nosotras, pero esto no será posible si no entendemos el dolor en todos sus matices. 

La sensibilidad, el ser del artista y la valentía que encarnan las “metáforas naturales” –como él llama a gran parte de sus poemas– nos invitan a cuestionar el mundo que nos han contado, sus raíces egipcias denotan una espiritualidad que no es de estas tierras, y tampoco ajenas a ellas. Este encuentro se llevó a cabo en el jardín del Gimnasio Moderno de Bogotá, sede principal del 12º Festival Gabo 2024. En esta ocasión no nos acompañaba la magia del fuego ni el canto de nuestros ancestros, algo inherente a nuestra esencia humana, pero sí los tenues rayos de sol, la ligera lluvia y los sonidos diversos de un colectivo que se une alrededor del conocimiento y el libre pensamiento

Retomo la frase que mencionaste en tus historias en redes sociales: “Viva el arte valiente”, y me gustaría conocer cómo llevas tu vida desde el arte que creas, cómo piensas tu poesía para que llegue a otras personas.

Ahora en unas circunstancias excepcionales de la vida, de la historia, de la humanidad, yo siento que es, no sé si llamarlo responsabilidad, pero tal vez hace parte del arte mismo que se toque por lo que sucede.

Vine a ofrecer mi corazón
Y ¿qué haría el corazón
al niño degollado
al lado de su peluche
manchado de sangre?

El arte no puede ser indolente, el arte no puede ser ciego. El otro día escuché el discurso de una actriz que estaba recibiendo un premio y ella dijo algo como: “Ellos quieren amenazarnos, quieren meternos miedo para que no hablemos”. Pero nosotros somos artistas y si nos dan premios por ser artistas, no pueden pedirnos dejar de ser. Ser artista es ser alguien que sensibiliza y se sensibiliza; si no hace esto, dejaría de ser artista.

En tu obra Vine a cantar una herida al mundo, en el poema “Semillas de agua” relatas “Cuando el pan se vuelve sangre”. En este caso quiero preguntarte ¿qué alimento nos queda en la vida?

Pienso mucho en el poder de la metáfora –y en las metáforas naturales que tienen el carácter de la pluralidad de sentidos– que en sí misma se puede materializar, se puede imaginar como concreta y visible. Yo pienso que las metáforas que están en este poema hacen referencia a imágenes que se han visto. “Cuando el pan se vuelve sangre”: este verso es la imagen de la llamada “Masacre de la harina”. Es cuando están brindando ayuda humanitaria en Gaza y distribuyen bolsas de harina para que la gente haga pan. Cuando llegan las bolsas de harina, van cantidades de personas a buscar esta ayuda, y llegan tanques de guerra israelíes a disparar: matan a más de cien personas. Las imágenes que quedaron después de ese día fueron muy impactantes, porque son las bolsas de harina manchadas de sangre. Siento que la mayoría de las imágenes que están en estos poemas las hice a propósito, en una cosa que se podría llamar “poesía documentalista”. A mí me parecía que no había que inventar imágenes más allá de lo que se ve, de lo que se vive: eso es suficientemente fuerte, solamente que hay que procesarlo en la escritura.

Hablando de las historias diversas que nos invita el Festival en este 2024, me gustaría que me contaras cómo podemos atravesar el dolor desde la realidad que vivimos para poder integrarlo en nuestra vida. 

Ahora hay dos fases: la primera fase es vivir con el dolor y la segunda fase es qué hacer con el dolor. El poema, por ejemplo, siento que tiene dos partes: 90% es el poema y el otro 10% es la última frase, es ¿qué hacer? ¿qué hacer? ¿qué hacer? Y al final termino diciendo ”sembramos agua”, una metáfora abierta a la posibilidad de hacer lo que se pueda frente a la oscuridad, frente a los incendios, frente al horror. Hay otro poema que se llama “Muero porque no muero”, un verso de Santa Teresa de Ávila, y está dedicado a una periodista palestina asesinada. Tal vez es uno de los poemas en dónde hay más dolor, más cuestionamiento a qué hacer, llevar ese dolor e ir al mar, con ese dolor que es como piedras y ver que el agua, como si despedazara esas piedras del dolor y las volviera como unas piedrecitas muy chiquitas y luego se disuelven en el agua. Esa agua es eso misterioso en lo que siempre se busca una fuente de supervivencia. 

Recordé también, en esos momentos en los que sentìa mucho dolor, los versos de un poeta egipcio con su poema “Queda mucho”. Empieza diciendo “Yo no voy a vender la esperanza a la gente / pero tampoco le voy a vender la desesperanza. / No voy a vender una idea a la gente que mañana pueda cambiar y ser totalmente lo contrario, / y no voy a poder callar una voz en mi cabeza y decirle ‘basta ya, no vale la pena’. / La vida es dificil, juega a lo dificil / tú eres el que agranda las cosas”. Hablándole a su mente, dice: “Deja de llorar, deja de escribir, deja de llamar, de ser bobo o ser bueno”. Llega un momento en el que cierra diciendo: “Pero una parte en mí siempre me dice ‘no, decir no es igual que no decir“‘. Esa parte que uno no sabe de dónde le viene, cuando uno ve que un gesto mínimo puede generar algo que hace que las cosas no sigan siendo iguales, a veces es muy dificil porque las circunstancias son tan atroces que puede parecer que nada está al alcance. No tengo respuestas para qué hacer en estos grados. Pero es una pregunta en la que pienso mucho últimamente; he pensado, por ejemplo, en cuando se pierde toda gana de vivir durante circunstancias tan duras, ¿qué se puede buscar? La belleza. Pero a veces el horror puede impedirte sentir y ver la belleza, pero igual te pones frente a ella y ves qué sucede. 

Me miré a los ojos
y vi en mi cara
el horror del mundo,
el horror al mundo.

¿Qué hacemos con la indiferencia que nos carcome la sangre y nos impulsa al olvido de otros?

Es una pregunta muy difícil, porque ahora, entre nosotros, hablando con palabras, pensando en ideas abstractas, podemos decir “sensibilizar”. Pero, en realidad, cuando uno lleva esta palabra a la vida, y cuando uno piensa en conversaciones que tiene con personas que parece que no tienen activados ciertos chips de la simpatía con el otro, yo creo que no es que no los tengan activados, sino que hay una deformación del otro muy grande en el pensamiento de muchas personas. Y en esto estamos, en una lucha contra algunos aparatos muy grandes de medios de comunicación que siempre demonizan al otro, lo deshumanizan incluso. Hay mucha gente que le da igual el cambio climático o el maltrato animal; para ellos todo lo que no es humano no tiene valor. Si todo lo que no es humano no tiene valor, entonces vamos a quitarle el carácter humano a ciertos humanos: los llamamos terroristas, los llamamos guerrilleros, los llamamos vándalos.

Quise matar en mí
al asesino,
al genocida,
al verdugo.

El miedo es el gran enemigo, la desfiguración del otro, volverlo demonio. Creo que esta idea muestra que el otro es una cosa. No hay otros que hacen crímenes, hay criminales; no hay personas que cometen errores, hay bestias. Así es muy fácil eliminar a ese otro y eso me parece muy grave. 

¿Cómo podemos imaginar nuestro lugar como periodistas para integrar buenas acciones y lograr ver la transformación social?

Cuando empecé a escribir un medio árabe, me pidieron escribir con ellos un artìculo mensual sobre Latinoamérica. Yo tenía una idea previamente pensada sobre el tema de los carnavales y la violencia, y luego eso coincide con el Paro Nacional en Colombia. Pero yo tenía muy claro que no iba a escribir una descripción del paro como si fuera una noticia. Eso es lo menos relevante y lo menos influyente que puede ser. Hay manifestaciones en Colombia para reivindicar ciertos derechos, pero ¿qué efecto tiene esto en los lectores? Realmente nada: todos los días estamos expuestos a estas noticias. Yo elegí hablar un poco sobre la historia de Colombia desde la independencia y luego pasar por la historia del conflicto armado: cómo inició, cuánto duró y qué consecuencias tuvo en el país, para llegar a lo que está sucediendo en un paro, saber qué significa. Por otro lado, considero que las herramientas y el conocimiento que se aprende en el Festival Gabo se pueden mostrar para contrarrestar esos poderes mediáticos y llevar ciertas realidades a las personas de una manera que nos haga sentir verdaderamente cercanos. 

¿Cómo crees que podemos homenajear a los periodistas asesinados, que han sido símbolo de valentía en las guerras de nuestros tiempos? 

El número de los periodistas asesinados en la franja de Gaza está acercándose a 200. En un solo día asesinaron a 12. Hay un poema que se llama “Elegía”, dedicado a Hamza Wael AI-Dahdouh, periodista asesinado por un dron israelí el 7 de enero de 2024, hijo del corresponsal de Al Jazeera en la franja de Gaza. En los primeros meses del genocidio él estaba trabajando y bombardearon su casa, mataron a su esposa, su hija, dos nietos y el hermano menor. Unos meses después estaba Hamza cubriendo las masacres que se estaban cometiendo y él estaba en el centro de la franja, yendo al sur. Con un dron bombardearon el carro en el que estaba con otro periodista y los mataron a los dos. Esa noticia, para mí, no era una simple noticia: ellos habían asesinado a una persona que yo conozco. Luego, en mayo del mismo año, vi la noticia de que habían asesinado a una periodista que se llamaba Ola Al Dahdouh.

Como quien camina a su muerte
camino la vida
Piso la tierra que giro
como quien corta caminos,
rompo el camino de la muerte.

Este hecho también fue muy impactante. Esa misma periodista antes de morir había presentado tres denuncias diferentes frente a la Corte Internacional de Justicia por las masacres a los periodistas. Creo que el mayor enemigo de Israel actualmente en la franja de Gaza son los periodistas: ellos no quieren que esto se cubra, no quieren que esto se narre, y para ellos los periodistas son objetivos directos.

Cantar embellece la herida
del mundo,
pero el niño herido
quiere un vaso de agua,
y yo le dibujo
bellos oasis de luz.

***

La esencia humana busca encontrarse en la oscuridad compartida, asó parezca que somos lejanos a ella. Ahmad contempla la realidad desde otras perspectivas para recordarnos que estamos en el mismo lugar. 

Esta entrevista se realizó como parte del taller ‘El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia’, que dirigió Albert Lladó el 4, 5 y 7 de julio del 2024 en Bogotá, Colombia, como parte de las actividades del 12º Festival Gabo. El taller se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).

Carmen Aristegui: “Bukele es un fuera de serie para mal”

Foto: Faber Franco / Fundación Gabo.

Por Cristian Meléndez

Bogotá, Colombia— Carmen Aristegui es una periodista de reconocida trayectoria en México. Su cuestionamiento al poder y su defensa de la libertad de prensa en Latinoamérica la convirtieron en el objetivo de persecuciones y espionaje, pero también la hicieron destacar y ganar premios como el de la Sociedad Interamericana de Prensa, el Premio Gabo, entre otros de los más importantes de la región. 

La tarde del pasado 5 de julio, bajo la carpa del Café Libro, en el Gimnasio Moderno de Bogotá, Colombia, sede del Festival Gabo 2024, la lluvia hizo una pausa y permitió un encuentro entre periodistas de GatoEncerrado y Carmen Aristegui, para platicar sobre la situación de El Salvador y escuchar su análisis y perspectiva sobre lo que ocurre en este país centroamericano, donde Nayib Bukele mantiene el poder a pesar de que la Constitución de la República lo prohíbe. 

De acuerdo con Aristegui, Bukele es un líder “fuera de serie para mal” al que no se le puede llamar demócrata, porque rompe las reglas democráticas e intenta “aniquilar moralmente” a los periodistas y críticos. 

Esta es una parte de la plática de periodistas de GatoEncerrado con Aristegui. 

¿Qué piensa del “modelo Bukele” y su forma de mantenerse en el poder?

Bukele es un personaje, yo diría, fuera de serie.  En términos no positivos, pero fuera de serie. Es un político que ha logrado establecer un tipo de gobierno que cuenta con un amplio apoyo popular. No se puede negar que Bukele es un personaje con una aceptación social enorme, que uno lo puede imaginar y entender como producto de un tipo de eficacia gubernamental en la seguridad, a costa de otras cuestiones. Es decir, el modelo Bukele involucra un estado de excepción muy largo, inusualmente extendido, en medio del cual se realizó una elección en la cual resultó presidente, según lo que me han dicho los especialistas de carácter constitucional.

Es un político joven que ha logrado comunicarse de una manera muy potente con la mayor parte de la población, que le ha respondido con esta votación gigantesca [2.7 millones de votos]. No sé si se está discutiendo algún tipo de impugnación electoral, pero hasta donde nos quedamos los que observamos de lejos, el asunto fue un resultado rotundo.

No significa, desde mi humilde punto de vista, que esa votación monumental sea necesariamente legal. Está la discusión de si es legítima, porque la gente fue a votar por él. Entonces es una cosa muy compleja en términos de institucionalidad y de legalidad y de lo que de facto ocurre en El Salvador, con un liderazgo como el de Bukele, que ha logrado esta eficacia de desmantelar –porque lo hizo– a las pandillas.

Sí logró dotar de un grado de seguridad a quien no la tenía, al eliminar de la forma en que se eliminó la presencia organizada de las pandillas. Entiendo que fue sin los procesos judiciales correspondientes. Pues ese es el terreno donde la gente dice: a mí los procesos judiciales correspondientes me resultan menos importantes que mi seguridad.

¿Cree que existe riesgo en que los países de la región se contagien de este “modelo Bukele”?

Pues tiene varios admiradores y varios personajes que están buscando imitarlo. [Javier] Milei, por ejemplo, que envió a su ministra [Patricia] Bullrich recientemente a ver cómo El Salvador había hecho las cosas, por hablar de alguien.

Estamos hablando también de una idea que existe de que exhibir a los presuntos criminales como criminales verdaderos, rompe los debidos procesos y se entra en un choque muy fuerte entre la legalidad y la utilización política de una eficiencia, entre comillas, del tema más sensible de una comunidad que es la tranquilidad. 

¿Qué cree que es lo que logra seducir a otros países o a la misma gente de El Salvador que incluso perdió sus derechos al darle todo el poder?

Estar dispuesto a cambiar seguridad por derechos, cambiar seguridad por legalidad. Y muchas personas dicen: para qué quiero legalidad si es ineficiente. Es una sacudida brutal a la ineficiencia gigantesca de las democracias y al colapso del Estado de derecho, a la ineficacia de los gobiernos y las policías y las fiscalías. Entonces, tomar decisiones de esta naturaleza, que en la lógica legal resultan arbitrarias, pero que al final de cuentas la mayor parte de la población dice: necesitamos sacudirnos de la criminalidad. 

Yo no sé si quedó El Salvador resuelto en todos sus términos de criminalidad, no lo sé. Pero quedó una expresión política como la de Bukele, de “si todos sabemos que son ellos [los delincuentes], vamos a meterlos a la cárcel porque tienen tatuajes”. O sea, el tatuaje como un sustituto de un juicio y un cumplimiento de lo que digan los códigos.

¿Considera que hay diferencias entre los regímenes de Nicaragua, Venezuela y El Salvador?

Pues mire que hay diferencia, porque estamos hablando de dictaduras. En el caso de Bukele, hay personas, yo he escuchado a colegas suyos como los colegas de El Faro, a Carlos Dada, por ejemplo, que el día que fue la elección de Bukele esta se considera inconstitucional, a pesar del resultado abultado a su favor. Él dijo: “Empieza una dictadura”. 

Bueno, dictadura es la de [Nicolás] Maduro, dictadura es la de [Daniel] Ortega y la de Bukele es una circunstancia inconstitucional y, por lo tanto, si nos vamos al purismo de la ley, sería una dictadura, porque se impuso alguien que técnicamente no tendría derecho a estar en la elección.

De hecho violó las leyes electorales…

Pues ese es el tema, porque al final eso pudo ser posible porque hubo un paso previo. Ustedes me lo contarán mejor que yo, pero si no me equivoco un paso previo fue haberse apropiado del Poder Judicial, y al apropiarse del Poder Judicial y de todos los poderes, pudo reinterpretarse lo que entiendo que es muy claro en la Constitución, que es la no reelección. 

Allí empieza a discutirse: ¿Qué cosa es Bukele? Porque si concentra todo el poder y los demás poderes de la República están sometidos a la presidencia, pues eso ya no es democracia.

En una situación como la de El Salvador, ¿cuál es el reto que tienen los periodistas para ejercer la profesión en un país donde los derechos humanos están suspendidos?

No seré yo la que te lo cuente a ti, pero por supuesto que conocemos casos muy delicados. Por ejemplo, mencioné a Carlos Dada de El Salvador, que son personas que conozco. Sé que no puede estar ahí. O sea, si un equipo de comunicación digital o no digital tiene que irse de su país para seguir haciendo periodismo, pues ese es el principal indicador de que las cosas son muy graves para quienes se dedican a informar.

¿Cómo pueden los periodistas y medios independientes recuperar la confianza de las audiencias cuando los gobiernos desprestigian al periodismo?

Mira: no hay fórmula secreta para ese tema ni mucho menos. Este fenómeno se da en varios países, México incluido, y hay ya un patrón de conducta de varios líderes de todo el mundo que han encontrado rédito en dañar estos dos ejes principales del periodismo, que es la confianza y la credibilidad que las audiencias deben tener en sus periodistas. 

Es clarísimo que les ha traído réditos porque han ido minando la confianza en las noticias, han ido minando la confianza en los periodistas y eso habla de cualquier cosa, menos de los demócratas. 

Son actuaciones contrarias a la democracia, dañinas a la democracia, hechas por presidentes, algunos emanados de procesos democráticos, que luego se distorsionan con procesos, como el de Nayib Bukele que se reelige de esta otra manera, pero en su momento fue electo democráticamente, como fue electo democráticamente [Gustavo] Petro o como fue electo democráticamente AMLO [Andrés Manuel López Obrador]. O como han sido electos democráticamente algunos otros que, una vez ya instalados en el poder, empiezan a desmontar factores fundamentales, como la libertad de expresión o el daño directo y calculado políticamente contra críticos, opositores y periodistas.

Finalizo con esto: usted, como periodista, ¿cómo define a Nayib Bukele?

Un fuera de serie para mal.

¿Un mal necesario para la población que ha comenzado a experimentar una vida sin pandillas? 

No lo vería así, porque yo respeto, por supuesto, a una población que mayoritariamente decide lo que decida, pero aquí sí se debe mantener el filo de la crítica. Se le tiene que decir a la población, por más que haya votado por Bukele, que aquí se dinamitaron cosas esenciales de una democracia como que debe respetarse la Constitución, o procesar, meter a la cárcel masivamente a personas sin los debidos procesos judiciales… es algo que se tiene que decir… o utilizar la popularidad y la fuerza que te da la aceptación de tu pueblo para apropiarse de los demás poderes y ejercer un tipo de gobierno que se aleja de la democracia. Se debe decir. 

Por eso los periodistas y los analistas y los críticos son necesarios para las democracias y los presidentes que tratan de aniquilar moralmente a los periodistas no son demócratas. Los presidentes o líderes políticos que no aceptan que la crítica es indispensable, por más disgusto que les cause, no se les puede llamar demócratas.

Esta entrevista se realizó como parte del taller ‘El arte de la pregunta: la entrevista como dialéctica, narración y dramaturgia’, que dirigió Albert Lladó el 4, 5 y 7 de julio del 2024 en Bogotá, Colombia, como parte de las actividades del 12º Festival Gabo. El taller se realizó en alianza con la Alcaldía Mayor de Bogotá, a través de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y la Red Distrital de Bibliotecas Públicas – BibloRed, con el apoyo de Acción Cultural Española gracias a su Programa para la Internacionalización de la Cultura Española (PICE).