Relatoría del ‘Taller de crónica: un espejo de lo real’, con Joseph Zárate

Por: David Lara Ramos

Para escribir una crónica moderna han de cumplirse tres etapas. Tres momentos que constituyen la esencia del trabajo del cronista, eso establece el maestro peruano Joseph Zárate.

Primer momento: la idea, la cual hay que pensarla no solo desde el punto de vista temático sino desde las emociones, sensaciones, sentimientos y conocimientos que se quieren transmitir al lector. Para el maestro, una crónica posee dos niveles: la historia y las ideas contenidas en ella. Eso implica reflexionar y pensar sus abordajes.

Segundo momento: la reportería, una fase que Joseph Zárate definió como el encuentro con el otro. En una crónica hay personas, acciones, conflictos y resoluciones, elementos que llamó los ladrillos que permiten construir la casa de la crónica. En la reportería el periodista ha de encontrar y seleccionar muy bien esos ladrillos, soportan la estructura del relato.

Tercer momento: la escritura: tiene una conexión muy estrecha con la reportería, dado que esas búsquedas aportan al proceso de narrar y cómo se van a contar. Zárate reiteró la importancia de “exponerse” a formas de arte como el cine, la literatura, la música, igualmente la necesidad de leer buena poesía, porque en ella se encuentran matices del lenguaje y formas de escritura que alimentan nuestros textos.

Asistieron 20 periodistas de Iberoamérica que fueron seleccionados para el ‘Taller de crónica: un espejo de lo real’bajo la dirección de Joseph Zárate.

Primer momento: la idea 

Al abordar el tema de la historia y las ideas inmersas en ella, Joseph Zárate fue claro en establecer la naturaleza diversa de la crónica y sus posibilidades narrativas. Hizo alusión a la comparación de la crónica con un ornitorrinco hecha por el escritor mexicano Juan Villoro.

En esa diversidad, la crónica toma elementos de la literatura. Toma del cuento la brevedad y la concreción; de la novela, su estructura narrativa; del teatro, los diálogos y el manejo de las escenas. Del ensayo, las formas de argumentar y cómo se sustentan esos argumentos. De la autobiografía, elementos para exponer asuntos personales que aportan al relato.

El escritor peruano Julio Ramón Ribeyro aseguró que en sus cuentos buscaba entregar la historia sicológica de una decisión humana, para Zárate eso es trascendental. El trabajo del cronista no está tanto en denunciar un hecho o un problema social sino en llegar al interior de la persona. Una crónica trabaja con el material más humano.

Un cronista es un historiador de lo etéreo, aquello que no se registra en los libros de historia. Es un historiador del presente, parafraseando a la escritora Svetlana Alexiévich.

Un cronista trabaja las emociones, esas experiencias que se graban en la mente. En ese sentido, un cronista no solo cuenta lo que ve, o no solo hace eso, sino que trata de darle sentido al caos y transmitir un conocimiento sobre la vida. Es importante establecer cuál es la idea contenida en la historia, aquello sobre lo que el cronista quiere que el lector reflexione, analice, cuestione, se pregunte.

Para establecer esas dos capas de una crónica, Zárate citó su historia sobre Máxima Acuña, una mujer campesina que se enfrenta a una compañía minera que la quiere expulsar de su casa y su territorio. La idea contenida en la historia tiene que ver con la vanidad, porque con el oro se hacen joyas, también está la idea de progreso, para Máxima Acuña, la idea de progreso es sembrar su tierra. Para la compañía minera está en destruir unos lagos para extraer el oro. Entonces, el cronista lleva al lector a que piense en esas ideas universales a través de su narración.

En la historia debo resolver las preguntas:

  • ¿Cuál es la trama que quiero contar?
  • ¿Cuál es el contexto o circunstancia de esa historia?
  • Si fuera una película ¿Cómo sería la sinopsis?

En la idea debo resolver las preguntas:

  • ¿De qué trata la historia?
  • ¿Qué conocimiento quiero transmitir?
  • ¿Sobre qué aspecto de la condición humana quiero reflexionar/ discutir?

La crónica es un género que no pretende una realidad objetiva, intenta cuestionar esa realidad que se muestra a través de una historia. Es un género de las dudas, de las propias dudas del cronista.

Esas ideas inmersas en la crónica permiten reflejarnos a nosotros mismos, lo que nos sucede adentro, lo que pensamos. La cita del escritor David Foster Wallace cerró esta reflexión sobre la idea: “La literatura se trata de saber qué rayos es el ser humano”. La crónica permite también buscarnos, por eso termina siendo un espejo, el espejo de cada cronista, aquello que él quiere reflejar con material real, verificable.

La historia de un hombre en particular es el espejo en el que se pueden reflejar sentimientos universales: amor, impotencia, odio, ambición, desamor, vanidad. “Por eso cuando termino de leer un texto termino siendo otra persona”, dice Zárate. Un texto debe conmover, debe invitar a la reflexión sobre las personas que han tenido una dificultad, un conflicto, una tragedia.

Segundo momento: la reportería 

Zárate planteó su reflexión sobre el ejercicio de la reportería a partir de una frase del cronista estadounidense, David Foster Wallace, quien aseguró que la escritura se trata de “aprender a pensar: ir en contra de nuestra falla de origen”.

Es dejar de pensar que somos el centro del universo. Es una postura contra la vanidad, contra el propio ego. La reportería se trata entonces de salir de uno mismo para intentar comprender al otro. Frente al otro vale la pena preguntarse ¿Cómo se logra acceder a la vida de una persona? ¿Cómo comenzamos a conocerla y a entenderla? ¿Qué necesitamos para conseguirlo?

La entrevista, el diálogo, la cercanía son algunos recursos. Cada historia tiene su propio recorrido, sus propias dinámicas de trabajo que a veces nos la va dando esa idea de “ir en contra de nuestra falla de origen”. Eso permite enriquecer la historia, ir en contra de nuestros preconceptos. Las historias se abren cuando indagamos en otras posibilidades de las personas.

En términos formales una historia tiene personajes, acciones, conflictos y resolución de esos conflictos, encontrar esos elementos es la base del trabajo del reportero. Son los ladrillos con los que se edifica la estructura de la crónica.

Hacer reportería es ir en busca de los detalles que construyen la humanidad del otro, esos detalles son parte del carácter de las personas con las que dialogamos.

Hacer reportería es como tener una cita con alguien que nos interesa, parafraseando al escritor Gay Talese. Las personas son nuestra motivación. Cuando nos interesa una historia nos obsesionamos con ella y nos ponemos al servicio de esas personas.

Zárate estableció que hay diversos métodos de trabajo, dado que no siempre se tiene el tiempo o el dinero suficiente para hacer la reportería que uno anhela. Por eso, antes de comenzar hay que resolver tres aspectos:

  1. Inmersión:¿Cuánto tiempo vas a dedicar a la reportería?
  2. Acceso:¿Cómo llegar a los lugares, al entorno, a las personas?
  3. Conocimiento:¿Sabes lo que se ha publicado? ¿Cuánta información debes leer, reunir, subrayar? ¿A cuánta gente tendrás que entrevistar?

Zárate planteó las fuentes en dos columnas: fuentes testimoniales, que hay que clasificar en personajes principales y secundarios. Estos personajes nos aportan acciones, recuerdos, escenarios, ideas, detalles de la personalidad de la gente. Y fuentes documentales: diarios íntimos, libros, películas, fotografías, datos que aportan contexto, explicaciones, argumentos, cifras, ideas. Esas dos fuentes se interconectan. Se agrega entonces la observación, la mirada, la interpretación, las experiencias del cronista al resolver sus propias dudas sobre la historia.

Hacer un mapa de fuentes es fundamental. Zárate las ubica en círculos. En el círculo más externo está la opinión pública y los expertos que conocen sobre el tema. En un círculo intermedio están los familiares, amigos, colegas y antagonistas. En el centro está la persona, los instantes, los aspectos de su vida. Esos círculos no necesariamente se trabajan en ese orden. Zárate dijo que él se sienta a dialogar primero con las personas que componen los dos círculos externos para luego abordar a la persona con la que hará la entrevista principal.

La entrevista, recurso esencial en la reportería

La entrevista es el arte del vínculo, es crear intimidad con la persona a través de un diálogo, a través de preguntas preparadas o espontáneas. La entrevista se asume con gran respeto.

Las preguntas son llaves que abren puertas interiores que conducen a recuerdos, emociones, conflictos, experiencias reveladoras, significativas. Así se crea una intimidad acelerada, eso es una entrevista en profundidad.

En la entrevista hay que tener temas preparados pero no hay que seguir necesariamente un guion. Hay que pensar en preguntas que revelen detalles de la historia. Cualquier elemento por muy insignificante que parezca como el color de un vestido, un anillo, un arete, una cicatriz puede abrir una línea dramática de la historia.

Hacer una entrevista es conectar con la persona, el maestro sugiere:

  • Iniciar la conversación con preguntas sencillas
  • Mostrar real curiosidad por la persona
  • Escuchar antes de hablar
  • Aprender a usar el silencio
  • Evitar las distracciones
  • No le cuentes tu vida al entrevistado (eso depende, a veces sí)

Una pregunta aparentemente banal puede desbordar ríos narrativos inmensos, no son preguntas para obtener un dato, no… Son preguntas para tratar de construir metáforas, realidades que permitan construir un sentido sobre la existencia.

Hacer preguntas que exijan respuestas descriptivas, que reten a las personas a dar respuestas inesperadas. “Nuestro trabajo consiste en convertir al entrevistado en un contador de historias”, aseguró Zárate.

Es muy importante tener una relación de empatía y paciencia con nuestros entrevistados. A veces se hace necesario entrevistar al mismo personaje varias veces. Al respecto, Zárate citó a la escritora Svetlana Alexiévich, quien asegura que ella reflexiona junto a la personas sobre aquello que le ocurrió y cómo aquello ha cambiado su manera de ver el mundo. Eso es la entrevista.  Luego, nuestro propósito es escribir esas historias de la manera más justa y precisa.

Tercer momento: la escritura 

La escritura no tiene que ver con sentarse frente a una computadora, es cómo se ha procesado la historia dentro de ti, para luego transformarla en palabras. Ese proceso de interiorizar las historias arranca con la comprensión de las notas, grabaciones, registros, todo aquello que hemos encontrado en la reportería.

Son muchos elementos al tiempo. El momento de la escritura es exigente. En realidad muchas acciones que realizamos nos permiten dar con las claves de cómo vamos a escribir: los versos de un poema, el ritmo de una canción, las formas del diálogo, todo eso tiene que ver con la escritura. Es importante para darle originalidad a lo que se escribirá.

La crónica trabaja con recursos de la literatura, pero hay que respetar el pacto que tenemos con nuestros lectores. No podemos inventar hechos, datos, para que la historia alcance un mayor dramatismo. Esa es la diferencia con la literatura de ficción. Los cronistas no inventamos nada. Nuestro texto refleja la forma como hemos ordenado el caos con nuestras propias dudas o interpretaciones.

Hay que tener conciencia de la naturaleza del género. Es periodismo literario. Luego hay periodismo y hay literatura. La crónica tiene la posibilidad de interpretar un hecho, eso es pensar la realidad. Su interpretación pesa en el relato; lo hace distinto. El cronista, por supuesto, se hace responsable de esa interpretación.

Cuando se está en el trabajo de campo hay que pensar las escenas que el texto va a reproducir. Luego de tener un buen número de escenas se establece un orden, es la manera en que se administra la experiencia de lectura.

La escena es la unidad básica de la narración. Contiene: personaje, tiempo, lugar, acción, punto de vista. Una escena es como una fotografía en movimiento, ocurren acciones, pero también está la mirada, el punto de vista de quien reconstruye ese momento.

Zárate dijo que para adentrarse en los elementos de la escena utiliza las preguntas básicas del periodismo de forma profunda.

  • ¿Quién? Que en una noticia es un nombre, en la crónica se convierte en un personaje. Se presentan sus manías, sus características físicas. En la crónica, ese quién tiene rostro, vestimenta, tono de voz, maneras de hacer las cosas.
  • ¿Qué? Se convierte en acción. Es una secuencia de actos, la reconstrucción de hechos concretos.
  • ¿Dónde? Se convierte en el escenario. Las características del espacio, sus contextos históricos, se interpreta el lugar, se agregan las sensaciones del cronista al recorrerlo.
  • ¿Cuándo? Se convierte en una cronología, en detalles y matices que da el tiempo.
  • ¿Cómo? Se convierte en un proceso, descifrar la pregunta ¿cómo pasó? tiene que ver con lo que pasa en el interior de las personas, las razones internas de sus actos.
  • ¿Por qué? Se convierte en causa, motivo. Se trata de establecer la historia de una decisión humana, como afirmó el escritor peruano Julio Ramón Ribeyro.

Zárate dijo que él es como un fotógrafo, un retratista que captura fisonomías, gestos, hábitos, vestimentas, gustos, defectos, atributos físicos y de la personalidad. Hay que convertir el nombre de una persona en una entidad con nervio y sustancia.

Una cicatriz en las manos puede revelarnos contextos. Cómo vive la persona, de qué vive, las labores que realiza, las vivencias de esa comunidad, cuentan historias que cargan significados, contextos, conocimientos.

Hay niveles de comunicación en la escritura que guardan relación con las palabras y las intenciones. Escribir, por ejemplo: José Gómez es divertido, eso no comunica mayor cosa. Si decimos todas las mañanas José Gómez se levanta y baila lambada en la cocina, hay otras sensaciones, aspectos particulares de la vida de las personas que el escritor cuenta en su texto.

La descripción

A veces se cree que si se describe un lugar estamos ante una escena, no es así. Una descripción carga una intención. Muestra detalles, construye una atmósfera, revela el estado de ánimo que el mismo cronista tuvo ante esa experiencia. Para llevarlo al texto es importante marcar la longitud de la frase, la puntuación, los incisos; también es importante mostrar cómo se va de un lugar a otro para entregar al lector la mirada del cronista. Hay que cuidarse de las descripciones que no tienen ningún propósito. Los detalles se quedan en la mente del lector porque le sugieren algo, es la manera en que el lector se siente atraído para conocer las personas que protagonizan la historia.

No es solo describir para construir párrafos y párrafos porque quizá se tiene la idea errada de que la crónica es descripción, no. Cada detalle que llevo a mi texto ha de mostrar unidad, carácter, cohesión con la historia.

El arco narrativo  

Para explicar el arco narrativo de una crónica, Zárate habló de su crónica del niño Osman Cuñachí, miembro de la comunidad awajún, que fue afectada por un derrame de petróleo. Es el hecho que saca a las personas de su cotidianidad. Eso genera una serie de problemas, riesgos, conflictos, peligros que van escalando hasta llegar a la crisis, al clímax del relato, luego viene la resolución de ese conflicto. “Esa es una estructura clásica, sencilla y es lo que entrego en ese relato. A veces cuando comenzamos en el género intentamos estructuras complejas y a veces puede resultar confuso, preferí narrar estos hechos con una estructura sencilla”, explicó el maestro.

La clave es ir más allá de los hechos y la información que se tiene sobre el conflicto o la tragedia que se ha reporteado. Se trata de acceder a la parte emocional de la historia.

Para cerrar el taller, Zárate presentó una cita de la poeta Chantal Maillard que refleja el proceso de la escritura y sus dificultades: “Escribo para que el agua envenenada, pueda beberse”. El cronista también debe hacerlo.

Sobre el maestro

Recibió el Premio Gabo 2018 en la categoría Texto, el Premio Ortega y Gasset 2016 a Mejor Historia o Investigación Periodística y el Premio Nacional PAGE 2015 de Periodismo Ambiental creado por la ONU. Fue subeditor de las revistas Etiqueta Negra y Etiqueta Verde. Ha colaborado con diversos medios como The New York Times (Estados Unidos), Courrier International (Francia), Internazionale (Italia), Revista 5W (España), Agencia Pública (Brasil), GK (Ecuador) y Ojo Público (Perú). Su trabajo ha sido incluido en los libros Un mundo lleno de futuro (2017), Eduardo Galeano, un ilegal en el paraíso (2016), Ciudades visibles (2016), Latinoamérica se mueve (2016) y ¡Atención! (2015), antología que reúne diez reportajes de autores latinoamericanos publicados en Alemania.

Tiene un máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona y recibió la beca Ochberg 2018 del Dart Center for Journalism & Trauma de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. Fue editor en IDL-Reporteros y editor en residencia en Radio Ambulante. Actualmente es profesor de Periodismo Literario en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Es autor de Guerras del interior (Debate, 2018), libro de crónicas sobre conflictos socio-ambientales causados por la explotación de oro, madera y petróleo en los Andes y la Amazonía, y que ha sido traducido al inglés, italiano y polaco.

Por sus crónicas sobre el trabajo funerario durante la pandemia de Covid-19 en Perú ganó el Premio Nacional de Periodismo 2020 y fue nominado al True Story Award 2020/21, que reconoce al mejor periodismo narrativo publicado alrededor del mundo.

Sobre el Festival Gabo y el Premio Gabo

Son convocados por la Fundación Gabo, que inspirada en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, busca promover espacios de reflexión y debate y exaltar el periodismo ético, riguroso, innovador y de servicio público.

El Festival Gabo y el Premio Gabo son posibles gracias a la alianza de la Fundación Gabo con los grupos SURA y Bancolombia, con sus filiales en América Latina.

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La reportería: los ladrillos que sustentan la crónica

Por: David Lara | Foto: Unsplash

La crónica tiene dos niveles. Uno, la historia y dos, la idea contenida en esa historia. En la historia está la trama, los contextos. En la idea está el conocimiento, las sensaciones humanas que el cronista quiere transmitir. Con estos dos conceptos comenzó el segundo día del ‘Taller de crónica: un espejo de lo real’, que dirige el cronista peruano Joseph Zárate, al que asisten 20 periodistas de Iberoamérica.

“Cualquier pieza narrativa, un perfil, una crónica, un pódcast, una historieta, un reportaje, debe contener esos niveles que abren una ventana hacia otro ser humano, hacia el conocimiento de toda una comunidad”, comentó Josehp Zárate.  

Luego de tener clara las visiones y niveles de la crónica, se abrió la reflexión en torno a la reportería. Zárate dijo, que era la etapa que más disfrutaba, porque era poder encontrarse con el otro. Presentó un esquema con los elementos que contiene una crónica periodística: personajes, acciones, conflictos y resoluciones. “Hallar cada uno de esos ladrillos es la base de la reportería, con esos ladrillos se construye la casa del relato”. 

Tres preguntas en torno a la reportería

¿Cómo logramos acceder a la vida de una persona? ¿Cómo comenzamos a conocerla y entenderla? ¿Qué necesitamos hacer? Fueron las preguntas que motivaron el diálogo inicial. Además, una frase del libro Esto es agua, del escritor David Foster Wallace, quien dice que escribir es “aprender a pensar: ir en contra de nuestra falla de origen”. Zarate agregó que es una idea muy poderosa: “Ir en contra de nuestra falla de origen”, porque la crónica trata lo que le sucede al otro, de lo que piensa el otro, la crónica se convierte entonces en el espacio para que ese otro sea comprendido. 

David Foster asegura que hay que apartarse de una idea que está en el ser humano: pensar que es el centro del mundo. El cronista ha de luchar contra su propio ego. Se trata de escribir un texto sobre otro ser humano sobre una comunidad, para hacerlo, el cronista ha de ir en contra de su falla de origen, de sus propias vanidades. 

Para Zárate, al hacer reportería hay que salir de uno mismo para entender, escuchar, sentir al otro. Esa idea está en un plano más allá de lo periodístico, toca el sentido humano que nos ayuda a mirar distinto, a abandonar los preconceptos y los prejuicios. 

Al respecto, citó su crónica sobre Edwin Chota, líder de la comunidad indígena asháninka, que vivió en la selva amazónica peruana, cerca de la frontera con Brasil. Chota se enfrenta a los traficantes de madera y es asesinado. Cuenta Zárate que al ir en contra de su falla de origen, pudo ampliar el perfil, la visión de Edwin Chota y narrar, entre otros asuntos, que había abandonado a su familia para dedicarse al activismo, a la defensa de la selva. Gracias a ello fue posible presentar otros matices del personaje. “Cuando dejamos atrás esas ideas preconcebidas, las historias se abren. Describir es aprender a pensar”, como dice Foster Wallace, eso debe estar en la mente del cronista. 

Hacer reportería es tratar de capturar la mayor cantidad de detalles. Esos detalles no solo vienen de la observación, vienen también de las preguntas que se hacen para comprender la naturaleza de las personas con las que dialogamos. 

Leyó un texto del escritor Elías Canetti: “Revisar una vida en vez de por los años según sus contenidos, como: todos los terrores, todas las sorpresas, todas las metamorfosis, todas las entradas y salidas, todos los contrastes, todas las esperanzas, todas las enemistades, todas las desgracias, todas las satisfacciones, todos los castigos”.   

Canetti nos pide que al acercarnos a una persona busquemos otros elementos que también hacen parte de su humanidad.

¿Cómo conseguimos ese nivel de cercanía? Para dar respuesta a esa pregunta, Zárate presentó una idea del escritor Gay Talese, quien compara a la reportería con la idea de tener una cita, de salir con una pareja que nos gusta. Ese es el interés que tenemos en construir la historia, el gusto de investigarla. 

Si estamos interesados en alguien queremos estar con esa persona, pero también saber aspectos de su vida, de su existencia: “Me pasa que sueño con los personajes, te obsesionas con sus relatos, con sus vidas, te obsesionas con la forma de encarar la reporetería y te pones al servicio de ella, porque deseas escribir una gran historia”, comentó Zárate. 

Las fuentes se conectan

Las diversas fuentes se integran para dar conexiones y contextos al relato. En tal sentido privilegió los testimonios, los diálogos. Las voces de las personas que lleva a la crónica. También están las fuentes documentales que son trascendentales para hallar detalles del pasado, registros fotográficos sobre los protagonistas en otras épocas. Conocimientos que dan sentido, trascendencia al relato. 

Las fuentes testimoniales y las documentales se interconectan, se apoyan. Adicionalmente, hay que sumar las labores de observación e interpretación de esa realidad y las experiencias del reportero en su trabajo de búsqueda. 

La entrevista 

Zárate dijo que la herramienta que más usa es la entrevista, cuyo éxito está en el tipo de preguntas que se plantean. Hay que hacer preguntas que exijan respuestas descriptivas, que reten a las personas a dar respuestas inesperadas. “Nuestro trabajo consiste en convertir al entrevistado en un contador de historias”, aseguró.  

Sobre la forma de trabajar la entrevista Zárate mencionó que Talese hacía la misma pregunta varias veces en espera de la mejor respuesta de su entrevistado. Comentó que la escritora Svetlana Alexiévich ha dicho que más que entrevistar a una persona lo que hace es reflexionar junto a ella sobre lo que ocurrió, sobre cómo esos hechos han impactado en la manera de ver el mundo, sus transformaciones.  

Por supuesto, las personas no se revelan en el primer momento, es necesario mostrar un legítimo interés en ellas. Propiciar espacios, encuentros. Es una relación de respeto, de comprensión, de cercanía. 

Al cerrar la jornada, Zárate hizo referencia al texto Una cena muy especial y algo dura con Liam Neeson, escrito por Tom Chiarella. Esa entrevista es un buen ejemplo de cómo a través de otros recursos como poner a dibujar al personaje, los silencios, la paciencia, el respeto, propiciar preguntas que indagan en detalles, conectan con la vida de una persona y se abren de forma generosa ante el reportero que escucha.

Sobre Joseph Zárate

Recibió el Premio Gabriel García Márquez 2018 en la categoría Texto, el Premio Ortega y Gasset 2016 a Mejor Historia o Investigación Periodística y el Premio Nacional PAGE 2015 de Periodismo Ambiental creado por la ONU. Fue subeditor de las revistas Etiqueta Negra y Etiqueta Verde. Ha colaborado con diversos medios como The New York Times (Estados Unidos), Courrier International (Francia), Internazionale (Italia), Revista 5W (España), Agencia Pública (Brasil), GK (Ecuador) y Ojo Público (Perú). Su trabajo ha sido incluido en los libros Un mundo lleno de futuro (2017), Eduardo Galeano, un ilegal en el paraíso (2016), Ciudades visibles (2016), Latinoamérica se mueve (2016) y ¡Atención! (2015), antología que reúne diez reportajes de autores latinoamericanos publicados en Alemania.

Tiene un máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona y recibió la beca Ochberg 2018 del Dart Center for Journalism & Trauma de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. Fue editor en IDL-Reporteros y editor en residencia en Radio Ambulante. Actualmente es profesor de Periodismo Literario en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Es autor de Guerras del interior (Debate, 2018), libro de crónicas sobre conflictos socio-ambientales causados por la explotación de oro, madera y petróleo en los Andes y la Amazonía, y que ha sido traducido al inglés, italiano y polaco.

Por sus crónicas sobre el trabajo funerario durante la pandemia de Covid-19 en Perú ganó el Premio Nacional de Periodismo 2020 y fue nominado al True Story Award 2020/21, que reconoce al mejor periodismo narrativo publicado alrededor del mundo.

Sobre el Festival Gabo y el Premio Gabo 

Son convocados por la Fundación Gabo, que inspirada en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, busca promover espacios de reflexión y debate y exaltar el periodismo ético, riguroso, innovador y de servicio público.

El Festival Gabo y el Premio Gabo son posibles gracias a la alianza de la Fundación Gabo con los grupos SURA y Bancolombia, con sus filiales en América Latina.

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8 motivos para romper el molde de la crónica prefabricada (y lograr ser publicado), según Josefina Licitra

La cronista argentina Josefina Licitra, durante el taller que impartió en el Festival Gabo. Foto: Julián Roldán – Fundación Gabo

Por Andrea Jiménez Jiménez@andrejimenezj

¿Por qué los editores devuelven crónicas y otros textos que les llegan como propuestas? Josefina Licitra tiene la respuesta. “Lo que llega hace muchos años es un formato. Quizá sea el formato de la nueva crónica latinoamericana, que es muy ordenador, que sigue dando piezas periodísticas interesantes que vale la pena leer, pero que impuso una especie de estructura que también vale la pena romper”.

Las crónicas, como producción en masa, vienen con molde pre-hecho, una guía establecida que ha convencido a la argentina, ganadora del Premio Cemex en 2004, de que hay que comenzar a darle la vuelta a la forma en la que contamos las historias para que estas tengan cabida, con una voz propia, en espacios dedicados a cultivar este arte narrativo.

Entonces, ¿por qué rebotan las historias cuando las rebotan? ¿Cómo se puede fundamentar la idea de que hay un molde a romper? Aquí, las razones:

  1. La crónica busca –supuestamente- usar el dato paro luego trabajar el texto en función de su elemento visual, que es imaginártelo como un documental, y eso no está mal. Pero en esta forma de concebir las crónicas como elementos organizados por escenas, el dato dejó de importar. Cuesta dar con estos, con material que esté fuerte de datos. Empecé a tener profundo respeto por los datos, porque, más allá de que estén chequeados, una cosa es equivocarse en el dato y otra no buscarlo. Pero en nombre del estilo y del nuevo periodismo literario, no hay datos. Hay un manejo más literario del material, más allá de que sea bueno o malo. Y el dato es fundamental. En nombre de que a la idea hay que articularla en elementos visuales, que estoy de acuerdo, hemos olvidado los datos, y las ideas hay que argumentarlas, y eso es tan importante como la estética.

 

  1. No hay estructura. A veces uno se encuentra escena, pero no hay progresión dramática. Esto no necesariamente debe pasar en el perfil, porque el perfil es otra cosa, es como una fotografía. En la crónica debe haber movimiento. Hay que hacer lo que en lenguaje audiovisual se llama escaletear. Es muy importante la estructura, y esa estructura está rezagada y solo vemos escenas lindas una al lado de la otra.

 

  1. El periodismo tiene un punto de vista que no es opinión, y está bien seguir pensándolo en ese sentido, pero la pregunta sobre el punto de vista hoy nos terminó quedando antigua. Creo que a nadie se le ocurre pensar que el periodismo se concibe sin la idea del punto de vista, porque el tema de la objetividad dejó de ser una discusión, porque todos entendemos que la objetividad no existe, es una discusión estéril. Así que encontrar y mostrar el punto de vista es importante.

 

  1. Esta no es una pregunta menor: Con eso que vemos, ¿podemos hacer algo? En los talleres de creación es una pelea constante por lograr que los participantes cuenten lo que vieron y no lo que sienten que tienen que contar. Hay un temor y una autocensura que son bastante grandes.

 

  1. Las crónicas se hacen con eso que el periodismo narrativo llamó “detalle simbólico”. Como recurso está bien, es interesante, pero suele ser una equivocación. Y uno recibe textos que tienen detalles que no dicen nada, y el detalle tiene que decir algo. El texto no puede ser la fiesta del detalle, hay que elegir un par, mirar bien dónde lo vas a poner. Si uno muestra un detalle, este tiene que explotar. Si no, no ayuda: hace ruido.

 

  1. La falta de moralización, de línea ideológica, es uno de los preceptos del ‘nuevo viejo periodismo’ que sigo sosteniendo. Creo que nos cuesta mucho meternos con “gente buena”. Les perdonamos la vida en todos los aspectos. Tenemos miedo de que nos señalen, y más en tiempos de redes sociales, en los que estamos con una fiscalía digital que a muchos nos atemoriza, pero debemos superar.

 

  1. Siempre hubo esa idea de que el periodismo narrativo no iba detrás de la primicia, de la urgencia, y como nunca vamos a llegar a tiempo, nuestra posibilidad de diferenciarnos no es en flecha horizontal sino vertical: vayamos hacia el fondo ya que no podemos ir más rápido que los demás. Pero no tomar las características de la televisión o internet para ir rápido no quiere decir que debamos hacer una alegoría de lo pequeñito, de lo demorado. ¡Queremos que nos lean! Y si queremos que nos lean debemos empezar a pensar un poco más en grande. Hay pequeñas historias que valen porque pueden crecer, pero por eso valen, y si se quedan pequeñas no van para ningún lado. Pero la idea no tiene que ser en el nombre de que no estamos apurados, y eso no nos vuelve demagógicos, sino con sentido común. Debemos pensar que un buen tema puede pasar desapercibido, pero que no necesariamente hay que buscarlos en el universo marginal. Saber leer los diarios, que son la centralidad del discurso periodístico, también nos puede dar un punto de partida para hacer una buena historia.

 

Teniendo los rasgos del molde a romper, no está mal tener en cuenta otras recomendaciones (e ideas):

-Cuando golpeas muchas puertas y hay mucho “no, no, no”, ahí hay algo. Cuando los rebotes son sistemáticos, esas negativas son sintomáticas. Y hay que revisarlas.

No sirve un editor que te perdone todo, o que te admire. No está mal desenamorarse del texto de uno, si es un buen editor

– Si no hay algo que te conecte con trabajos de largo aliento, te vas a cansar.

-Sobre la primera persona: si en una escena uno tiene algo que contar, uno cumple una función. De ninguna manera me parece algo vanidoso o egocéntrico.

-Uno tiene que poder escuchar su propio hartazgo y saber cuándo parar (con respecto a la autoedición)

-Cuando uno escribe sobre sí mismo es toda una decisión a tomar. Son textos son muy dolorosos de hacer. Si se hacen con honestidad, no son textos fáciles, y exigen un procedimiento que tal vez sea complicado cuando llevas poco tiempo escribiendo, porque suponen cierta madurez. Porque uno tiene que escribir sobre la falla y analizarse uno mismo desde lo editorial; uno debe mirar la textura, la calidad. Hay que tener distancia como sea. Creo que eso se ejercita. Uno paga precios altísimos. No hay que escribir una falsa literatura. Hay que entregar todo lo que uno tiene.

-Uno tiene que poder sacrificar su ansia de lucirse en pos de lo que el texto necesita.

Se necesitan personajes. Si no hay personas, lo que tienes es una nota.

-En general, escribir con mucho moño, con mucha retórica, es fácil. La escritura es limpieza.

Sean incorrectos. No como dogma, no como provocación, sino como honra a la verdad.

Sobre el Premio Gabo y el Festival Gabo

Es convocado por la Fundación Gabo con el objetivo de incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación y la coherencia ética en el periodismo, con inspiración en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, y en la dinámica de innovación, creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín, Colombia.

El Premio Gabo y el Festival Gabo son posibles gracias a la alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los grupos Bancolombia y SURA con su filiales en América Latina.

Consejos que salvan crónicas (y cronistas)

Josefina Licitra es una maestra en convertir los dilemas existenciales del periodismo en preguntas prácticas que ayudan a resolver los problemas cotidianos del oficio. Lejos de las discusiones retóricas sobre la objetividad del periodista o sobre el uso legítimo de las herramientas de la literatura para narrar no ficción, Licitra se decanta por las inquietudes que enfrenta el reportero y que necesita despejar para sacar adelante su trabajo. En su caso, desentrañar los pormenores metodológicos es más importante que elucubrar sobre el futuro de una forma de narrar cuya realidad es que está en apogeo.

Entre las ideas que la cronista comparte con estudiantes y profesionales que quieren encontrar salidas para las encrucijadas del día a día, está la definición de la crónica como un género donde la forma y el fondo son indisolubles. Eso significa que la buena investigación no debe separarse de la buena escritura. Más porque para competir con otras fuentes de información que son inmediatas, la crónica no tiene otra opción que llenarse de profundidad y belleza.

—Hoy escribir bien es una obligación —dice Licitra—. Es la única manera que tienes de garantizar que los lectores te lean.

Luego de tener claro ese principio, el paso a seguir es escoger la historia. La pregunta sobre si algo es o no es narrable se resuelve, por un lado, si el periodista cree que tiene posibilidades de trascender la impresión inicial que tuvo de una situación y de convertir su curiosidad en la llave para abrir una ventana a la comprensión de una realidad. Por otro lado, debe asegurarse de si lo que quiere contar exige verbos, es decir, si tiene movimiento y modulaciones, si promete acción. Cada crónica, propone Licitra, debería ser un viaje.

También en el camino de la definición de la historia, la cronista considera imprescindible identificar los personajes. Sin ellos, explica, no puede existir una buena crónica. Es más: una manera rápida de reconocer si un tema puede ser narrado es dar con los actores que hacen parte de la situación que se va a contar. Si no están claros o no existen, es una señal inequívoca de que los esfuerzos deben dirigirse hacia otro género.

Dada la situación de que el periodista encuentre los personajes, y sean significativos, su misión se vuelve garantizar el correlato entre las personas de carne y hueso y las “de papel” que quedan registradas en la historia. Para esto, aconseja, se puede recurrir a la grabadora. Tener el registro de la voz de los entrevistados es un insumo que ayuda a cuidar la fidelidad de los testimonios y que permite prestar atención a los detalles del ambiente sonoro que rodeó el encuentro con la fuente.

Todas las decisiones que se deben tomar durante la reportería y la escritura llevan con facilidad a la cuestión sobre la objetividad de la crónica como documento histórico. Para Licitra, la clave para despejar los nubarrones que sobrevienen con esta incertidumbre, discutida muchas veces de manera infructuosa, es sincerarse sobre lo que realmente incomoda a los lectores. Es decir, lo que sobra en el texto periodístico es la opinión, no el punto de vista. Este último implica que el periodista tiene la capacidad de disponer la información con una intención argumental, de tal manera que no necesita decirle al lector qué pensar; él por sí solo llegará a las conclusiones, siempre y cuando se basen en la fuerza de la evidencia.

Para lograr lo anterior, una de las estrategias más efectivas es el uso de datos. Licitra deja claro que éstos no son ajenos al lenguaje de las crónicas. Aunque hay quienes piensan que afean el texto, lo que hacen es darle soporte a la narración. En ese sentido, vale aclarar que un dato no es necesariamente un número. En cambio, puede ser describir la tensión de un situación o registrar una omisión en un testimonio. También los detalles, si se ponen en el lugar adecuado, ayudan a resolver una escena, o incluso a revelar información de la que ningún entrevistado quiso responsabilizarse.

Licitra también recalcó la importancia de la crónica para la memoria. Su valor está en que rescata historias que hacen parte de la vida pero que no pasan el filtro de otras disciplinas porque aparentemente carecen de importancia. A la luz de esto, el camino del cronista está particularmente lleno de preguntas más que de respuestas, de incomodidad en vez de confort. Pero en eso consiste su labor: arrancarle esos episodios al barullo de la actualidad y convertirlos en textos que nadie pueda dejar de leer.

Más consejos para “encender el fuego”:

– El periodista debe elegir como tema de investigación una pregunta que tenga muchas ganas de resolver y que lo implique a nivel personal.

– Es útil preparar un sumario que reúna las hipótesis sobre el tema y que facilite venderle la idea de la historia a los editores.

– Conviene aprender el arte de frecuentar a las fuentes al igual que el arte de callar. Se puede obtener mucha información dejando que los entrevistados sean los que hablen.

– No hay plazos para proponerse la escritura de primeros párrafos que sean memorables, que le prometan al lector que va a pasar un buen rato.

11 consejos para salvar una crónica. Apuntes capturados al vuelo durante el taller con Josefina Licitra.