Del multitudinario estallido social al rechazo de la nueva constitución en Chile: ¿Qué falló y qué lecciones quedaron?

Los agitados días de 2019 en los que la ciudadanía chilena salió a las calles a manifestarse contra la desigualdad social parecían ir en la misma vía de reescribir las leyes de ese país. Sin embargo, el intento de una nueva Constituyente fracasó. ¿Por qué? Aquí, algunas respuestas.

Por Andrea Jiménez Jiménez 

Desde afuera, desde los demás países de América Latina, se tiene claro que la historia reciente de Chile ha estado marcada por el estallido social, que detonó con una fuerza inusitada el 19 de octubre de 2019, cuando el entonces presidente Sebastián Piñera decretó el estado de emergencia que comenzó en el Gran Santiago y se extendió a diversas regiones del país. 

Sin embargo, lo que aún parece difuso y complejo de dilucidar es por qué con este panorama como telón de fondo, por qué cuando las nuevas generaciones chilenas parecían pedir a gritos un cambio de fondo, una nueva constitución –estaban regidos por las leyes creadas en la dictadura–, la sociedad del país austral no respaldó la propuesta hecha por la Convención Constitucional en el plebiscito convocado para saber si los chilenos la aceptaban o la rechazaban. El 62% de los votantes dijo “no”.

Sobre la atmósfera que lo dominaba todo durante los días más agudos del estallido social, y sobre esta aparente imposibilidad de trazar un derrotero claro para el país, conversaron, durante el Festival Gabo 2023, Ximena Torres, gerenta programática del equipo de Innovación Democrática en Fundación Avina; Patricio Fernández, periodista, escritor e integrante de la Convención Constitucional chilena, y Pedro Bahamondes Chaud, periodista chileno. Con la moderación de Mónica González, maestra y miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo, se animaron a dar luces sobre la democracia en Chile y los enormes retos que significa. 

¿Por qué todo estalló?

“No es que los chilenos ese día se levantaron a quemar el metro, con el hartazgo por los abusos y la desigualdad, y otros a reprimir, a herir los ojos de jóvenes y ciudadanos que solo querían vivir en un país con mayor igualdad. Eso se incubó durante mucho tiempo”. Esta frase introductoria de Mónica González evidencia, al igual que en otros casos –como el de Colombia–, el estallido de Chile se produjo por la desazón general que se convirtió en caldo de cultivo para el levantamiento social. 

De golpe, los chilenos se rebelaron contra la desigualdad social que demostraba la concentración de la riqueza en una parte de sus habitantes y las condiciones de pobreza extrema de otro lado, en campamentos o villas miseria, donde muchas familias, especialmente migrantes, viven sin agua, sin árboles alrededor: sin los mínimos vitales. La indignación también saltó por otras causas: pensiones dignas, derechos femeninos, tarifas justas… y estallaron cuando subió el pasaje del metro. 

Patricio Fernández toma las ideas generales del politólogo búlgaro Ivan Krastev para explicar las razones formales de los estallidos formales: se hacían en contra de los medios de comunicación oficiales, en contra de los partidos políticos, y se orquestaban a través de redes sociales. “Luego están las razones de fondo”, señala Fernández: “El estallido social, y eso es lo que lo vuelve un buen comienzo para la idea constituyente, está lleno de esquirlas. O sea, no hay una explicación. Aparecían, irrumpieron múltiples fuerzas culturales y sociales que habían crecido en Chile hace algunas décadas, luego de la recuperación de la democracia, sin nunca haber sido incorporadas en la toma de decisiones”. 

El primer gran movimiento que se puede señalar son los jóvenes escolares de una generación posterior a la del Frente Amplio –la del actual presidente Gabriel Boric–, que comenzaron a “saltarse los torniquetes en las estaciones del metro. Ese es la primera escena, digamos. Comienza con una generación que tiene entre 16, 18 y 20 años más o menos, que llena las alamedas (…) Había un movimiento muy juvenil, y había causas que eran ‘antiadultocracia’, o sea estaban en contra del poder de los adultos”, precisa Fernández.

Otra característica del estallido social fue la gran ruptura que significó con las figuras de autoridad. “Lo que se suponía que mandaba aquí fue rechazado: los profesores, los políticos, los empresarios, y se resumió muy esencialmente en Sebastián Piñera, que estaba en el gobierno y que sintetizaba toda esta fuerza elitaria, y en los Carabineros, que se convirtieron en la gran contraparte” de quienes salían a las calles. Así que el choque de fuerzas fue esencial.

La comunión de causas ayudó a fortalecer el estallido: el feminismo, la igualdad sexual, la lucha por pensiones dignas (las pensiones que llegaban a la primera generación que logró jubilarse representaban sueldos que no alcanzaban). “Había en estos mismos tiempos una encuesta que decía que solo al 2% de los chilenos les generaba confianza algún partido político existente; por lo tanto los partidos políticos se dieron cuenta de que si se unían no podían llegar a un acuerdo cupular, no les daba para esto. Y de alguna manera, como Poncio Pilato, tiraron al pueblo la responsabilidad”, explica el periodista e integrante de la Convención Constitucional.

El pueblo se apropió de esa responsabilidad que habían dejado a su merced: en el estallido social no había banderas de partidos políticos; no había liderazgo, nunca hubo un nombre, no se marchaba detrás de un gran lienzo ni de un gran líder. “Había una fuerza antiliderazgo. Quien hubiera querido enarbolarse como líder habría sido decapitado. Esta fuerza pasó intacta a la Constituyente”.

¿Qué falló en la nueva constitución?

Fueron muchos los que se preguntaron, especialmente desde otros países de América Latina, ¿qué pasó en el Chile post estallido social para rechazar la nueva constitución? Entre muchos otros factores, Ximena Torres, gerenta programática del equipo de Innovación Democrática en Fundación Avina, señala que apenas se está comprendiendo que hay una gran diferencia entre la movilización y la representatividad, lo que se suele confundir. “Quienes redactaron la constitución en su primera versión estaban movilizados, pero necesitaban ser representativos para toda la sociedad, y eso no solo sucedió en Chile. Son ese tipo de ejercicios los que nos deben hacer reflexionar constantemente y entender que la forma y el fondo van pegados”: entender cómo pasar del estallido a unas apuestas de transformación estructural reales. 

Otro factor del rechazo del 62% de los chilenos a la propuesta de la Constituyente es que hay una deslegitimidad muy fuerte de las instituciones. “Siento que el rol de los medios de comunicación, de lo que pasó en las redes sociales, el fenómeno de desinformación fue muy fuerte para que ese resultado y ese proceso no transitara de la forma en la que idealmente los constituyentes hubieran buscado”, añade Torres.

El proceso de la Convención Constitucional estuvo marcado en parte por hechos como la enfermedad que fingió tener uno de sus miembros, como recordó Mónica González: “Siempre sospechamos que alguien le había pagado para arruinar el proceso Convencional, que había sido una operación.  Hubo muchos hechos como ese que fueron amplificados por los medios. De pronto no fuimos lo suficientemente claros los periodistas, y hago un mea culpa, en mostrar el descrédito de una función tan importante, así como establecer los métodos de convivencia para no caer en la violencia extrema”.

Patricio Fernández, quien vivió desde adentro el proceso constituyente, afirma, antes de enumerar otros factores que terminaron desembocando en el fracaso de dicho proceso, que “ la democracia es muy complicada, muy difícil, y es más difícil mientras más amplia es”. Eso parece haberles pasado factura a los miembros de una convención que  venían de “un mundo de independientes, que no tenía relación con partidos, que no tenía experiencia política, que muy mayoritariamente venía de causas y de luchas activistas: el agua, la ecología, las mujeres, en fin (…) No tenían el conocimiento y la experiencia, ni quizás la sensibilidad, para entender lo que era construir, estar en el poder para construir el espacio común”. Esto derivó  en el “peor y más garrafal error de la Convención: que con la derecha, nada; que con los que venían de determinado mundo, nada. Esa es la primera gran explicación de su fracaso, porque a medida que se fue distanciado, se fue asfixiando en su propio mundo”. 

El trabajo era intenso que había poco tiempo para que algunas de esas 155 personas pudieran percibir lo que pasaba afuera, por lo cual no terminaron nunca de entender que el “trabajo de una constituyente era acordar un espacio común y no imponer lo que cada uno de esos grupos o representantes lo movía a estar ahí”, sintetiza Fernández. 

¿Qué papel jugaron los medios? 

Pedro Bahamondes recuerda que debió afrontar el estallido social desde la realidad de un periodista que está dentro del monopolio de los medios en Chile. Era “un periodista de Cultura, relegado a las páginas de atrás del periódico, redactando temas aparentemente inofensivos, pero que desde allá podíamos decir bastante. Se nos pidió no parecer tan activistas en nuestras redes sociales, y eso ya era una señal muy clara de lo que estaban pensando desde arriba”. 

Recuerda que por entonces, en el diario La Tercera, donde trabajaba, le tocó hacer una entrevista a María Paz Grandjean, una actriz que fue de las primeras víctimas del estallido: el 18 de octubre de 2019 fue baleada por los Carabineros. En la entrevista que concedió a La Tercera, Grandjean afirmaba que esa fuerza policial había disparado entre el 18 y el 20 de octubre, cuando se declaró el estado de emergencia. Balas de verdad, y no de goma. “Esa entrevista, y cualquier otra pauta que tuviera que ver con el estallido en un medio de circulación nacional que aún se imprimía, a nosotros nos empezó a acorralar editorialmente”, rememora Bahamondes. 

El periodista sentencia que si bien los medios cumplían su función de informar, lo hacían “con el sesgo de siempre. Lo había porque se abordaba con el acento en la violencia de las calles, por ejemplo”. 

Mónica González hace énfasis en la particularidad del tratamiento televisivo de la información y, además, el tratamiento que la ciudadanía dio a la TV. “La ciudadanía, donde pudo, arremetió contra los periodistas de televisión, porque le parecía que la televisión no daba cuenta ni antes ni durante de la realidad de la que estamos hablando. Hubo una respuesta muy violenta contra la televisión, se le acusó de ser absolutamente discrecional”.

Bahamondes le pone otro acento del que pocas veces se habla en estos espacios: “Supongo que cada uno también intenta sobrevivir en este medio, que se ha vuelto bien ingrato. Hay mucha presión dentro de los medios de comunicación, y con esa presión hay que sobrevivir a diario. Un tema termina desvirtuándose por la línea editorial de un medio, y eso te compromete como periodista y suma al desprestigio, a la falta de confianza que hay hoy hacia los medios desde la ciudadanía”.

Enfrentar la corrupción, el sistema desigual que aprovecha la “mafia” para hacer de las suyas, “significa una ciudadanía despierta, periodistas despiertos, dispuestos a tejer de nuevo. Tenemos que aprender a tejer”, añade Mónica González. “La ciudadanía tiene que buscar la forma de informarse adecuadamente y de repeler la desinformación, pero no nos desconozcamos, que hay una podredumbre que tiene que ver con la corrupción y de que el periodista ha sido presa de una egolatría fundamental. El ego, el hecho de ser showman o show-woman, y de convertir la noticia, el drama… Esa falta de respeto es simplemente ego que carcome el alma, y eso es lo que nosotros no nos atrevemos a enfrentar”.

Video: Charla ‘La palabra es una herramienta de lucha’ en el Festival Gabo 2017

https://www.facebook.com/festivalgabo/videos/2166246443602246/

 

“La palabra es una herramienta de lucha”, decía el escritor argentino, Juan Gelman, quien junto a su esposa, la psicoanalista Mara La Madrid, escribió el libro Ni el flaco perdón de Dios, donde cuentan historias de hijos de desaparecidos durante la dictadura argentina. Para hablar sobre algunos de los temas que obsesionaron al Gabo en su faceta política: las dictaduras, la memoria y la impunidad. Mara La Madrid (Argentina),  Patricia Nieto (Colombia), autora de Los Escogidos, Patricio Fernández (Chile), director de The Clinic, conversaron con Martha Nubia Bello (Colombia), directora del Museo Nacional de la Memoria.

Sobre el Premio y Festival Gabo

Es convocado por la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, con el objetivo de incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación, el rigor en el tratamiento de los hechos y la coherencia ética en el periodismo. Está inspirado en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez y en la dinámica de innovación, creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín, Colombia. El Premio y el Festival es posible gracias a la alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los grupos Bancolombia y SURA con sus filiales en América Latina.

Reír para sobrevivir al mundo y otras ideas sobre humor y opinión con Patricio Fernández

Patricio Fernández en el taller Humor y opinión en el periodismo. Foto: David Estrada Larrañeta/FNPI

Por: Laura Montoya Carvajal

 

Con las portadas del semanario satírico The Clinic en el proyector, Patricio Fernández, fundador y director de este medio chileno y columnista de The New York Times, condujo el taller Humor y opinión en el periodismo que tuvo lugar en la quinta edición del Festival Gabo en Medellín. La conversación con los participantes exploró las dudas sobre las reglas y los límites del humor, su potencial para enriquecer los ejercicios periodísticos y su papel en la vida y la convivencia. Una charla sobre los temas susceptibles a opinión y generación de información en Latinoamérica ocupó también su espacio en el diálogo.

Aquí algunas de las ideas destacadas que dejó este espacio:

Lo políticamente correcto y su democracia de cristal

“En esto efectivamente hay conquistas de respeto, pero cuando pones lo políticamente correcto como un marco en el que dejas de moverte o hablar, cuando cuidamos así las palabras, me da la sensación de que estamos en una democracia de cristal, en un territorio de mucho cuidado (…) Cuando el humor entra a ser calculado, definido en sus márgenes, se empieza a amenazar esta democracia. Todos estamos en derecho de hacer humor de mal gusto, aunque a veces nos pasemos de la raya. El poeta chileno Nicanor Parra decía que entre caer en la solemnidad y caer en la vulgaridad, es preferible caer en la vulgaridad”.

Los límites del humor

“El humor habita en ellos. Hace reír eso que está de alguna manera en un borde transgresor. Existen tantos humores como formas de pensar, como filosofías, como pensamientos políticos, y ninguno debería prohibirse (…) A mí me entrevistaron mucho sobre lo de Charlie Hebdo, y me sorprendía que me preguntaran tanto sobre los límites del humor. Sentía que cada vez que lo hacían estaban justificando el atentado”.

Reír de las creencias

“¿Dónde entraría yo a dar a una pelea fuerte? Me daría puñetazos con alguien que se burle de un torturado, de un pordiosero que sangra, ¿Pero de una creencia? Me cuesta mucho creer que uno no se pueda reír de las creencias. De las primeras de las que me río es de las mías”.

Jugar o declarar: la diferencia entre la diversión y un delito

“El límite legal está entre jugar y hacer humor sobre alguien y declarar o afirmar que ese alguien efectivamente hizo algo. La exposición de portadas de The Clinic que están viendo, donde nos reímos de personas, es el envoltorio de un trabajo periodístico riguroso, lejos de la injuria y la calumnia”.

Humor negro para sobrevivir

“El humor negro está también en la esencia de la sobrevivencia. Nietzsche decía que el humor es una forma de sobrevivir al dolor. En el mundo pasan cosas atroces tienes dos posibilidades: decidir que estas no pasan, evitar frases molestas, o asumir que el mundo está lleno de dificultades que hay que sortear. El humor es una forma de vivir en un mundo imperfecto, donde no estás condenado solo a llorar”.

Sobre el mandato de no reír de algunas cosas

“Esta responsabilidad se pone equivocadamente sobre el humor. Creo que debería ponerse en lo que debe o no debe hacerse en la vida. Se le piden al humor tantas correcciones como si el humor no tuviera tantas facetas como mundos culturales. No puedes pedir a alguien que no se ría de algo, como no puedes pedir a nadie que deje de pensar en algo”.

Lo indeterminado permite el humor

“Lo que me interesa del mundo del humor es que es un mundo no claro. Al que tiene los mundos claros le cuesta reírse: repito, en la solemnidad radica la muerte del humor. El humor es el orgullo de la duda, es cuando la incerteza encuentra confianza, es cuando la certeza no reina”.

Me gusta y no me gusta como argumento

“Fundamentar una discusión en lo que a alguien le gusta o no le gusta me parece primario y me interesa poco. El sentido crítico no es cercano al me gusta. Que no sea solo la emanación espontánea de egocentrismo lo que haga decir que algo te gusta o no. La tarea central del periodismo hoy en día no es decir me gusta, es ser rigurosamente fiel a las verdades que se ven y se buscan y transmitir lo más verídicamente posible los hechos que se presencian”.

Opinión en el periodismo: primer acercamiento

“Llegué a ella tratándola como un género literario. Me interesaba encontrar motivos para escribir y la columna de opinión está en un cruce de caminos interesante. Yo creo que tiene que tener tono, lenguaje y literatura. Y cada vez creo más que uno no puede opinar con soltura y con arte si no sabe muy bien de lo que está hablando, si no ha reporteado, si no se ha compenetrado con lo que va a tratar”.

Breve contextualización del ambiente y los conflictos sobre los que informar y opinar

“En mi generación y la anterior se estaba ante la posibilidad de un sueño que tenía catedral en La Habana. Había un mundo que creía que el hombre podía ser feliz siguiendo una receta y América Latina parecía el lugar para ello. Estaba claro quiénes eran los buenos y quiénes los malos, después de la Guerra Fría. Había un mundo capitalista enfrentado con un mundo socialista, y este último había conquistado más de la mitad del mundo, por lo tanto hacer la revolución no era una ingenuidad. Hoy estamos en la desarticulación social de ese sueño, en un mundo conquistado por el capitalismo, que no parece tener alternativa, y esto genera todo tipo de conflictos nuevos que coinciden con la revolución tecnológica más grande de la historia de la humanidad”.

Un reto claro para el oficio

“El periodismo hoy está llamado a ser un dique del poder: lo vigila, lo espía, lo supervisa, está mirándolo atentamente. Es quien puede abrir las cortinas y mostrar lo que está sucediendo, donde ellos quisieran que no entrara la luz”.

Sobre el Premio y Festival Gabo

Es convocado por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI-, con el objetivo de incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación y la coherencia ética, con inspiración en los ideales y obra de Gabriel García Márquez y en la dinámica de creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín, Colombia. El Premio y el Festival es posible gracias a la alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los Grupos Bancolombia y SURA con sus filiales en América Latina.

Masas revueltas, auditorios tomados

Resumen del coloquio “Masas revueltas: el periodismo ante los movimientos sociales en red y las protestas en las calles”
Por Juan David López

¿Qué mejor espacio para dar un golpe mediático que un auditorio repleto de periodistas? Y si el tema que los reúne es el de los movimientos sociales, la escena está completa. Así ocurrió en la charla “Masas revueltas: el periodismo frente a los movimientos sociales en red y las protestas en las calles”, en el segundo día del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo, cuando una pregunta de un asistente se convirtió en un acto simbólico de protesta frente a la desatención de los medios de comunicación a los movimientos ciudadanos por la salud.

Un joven estudiante de medicina de la Universidad de Antioquia, residente de otorrinolaringología, tomó la palabra y pidió a sus acompañantes que se pusieran de pie. La sorpresa no fue menor cuando la mitad de los asistentes se hicieron visibles como un grupo organizado. Ellos no son periodistas, pero sí conscientes de la importancia de los medios para poner en la agenda pública las demandas de los movimientos sociales. En sus camisetas se leía: “No a esta reforma a la salud. Ni es reforma ni es salud”.

La pregunta era muy concreta. Si ellos hacen parte de un movimiento absolutamente pacífico y los medios le dan más importancia al espectáculo que produce la violencia, ¿es necesario que acudan a la violencia ellos también? Más que una pregunta, constituía un reclamo para los periodistas, un grito de alerta: “aquí están pasando cosas, ¿no lo ven?”.

La conversación tuvo como participantes a Pirry, de RCN en Colombia, a Patricio Fernández de The Clinic, en Chile, a Natalia Viana de Agencia Pública, de Brasil, y a Marcela Turati, de la revista mexicana Proceso. Los países de origen de cada uno de ellos han sido testigos de la aparición de ese nuevo sujeto político que se forma, se articula y se convoca a través de las redes sociales, y cuyas demandas se mueven entre la diversidad y la espontaneidad.

El primero en tocar el problema fue Pirry, quien explicó cómo veía estas manifestaciones a partir del Paro Agrario que se dio entre julio y agosto en Colombia. Para él, ahora existen dos tipos de manifestaciones sociales: unas de sectores tradicionales, como las de los trabajadores y campesinos, y otras que tienen las redes como su sitio de inicio, desarrollo y desenlace. También lamentó la dinámica que estas toman a veces, “muchas veces la gente joven participa en las manifestaciones correctas por las razones equivocadas”, como sucedió, para él, con la falsa relación de causalidad que se generó entre el documental 9.70 y el mencionado Paro Agrario.

Con respecto a la relación de estos movimientos sociales con los medios, apuntó que los informes de prensa se han vuelto un inconveniente para que el periodismo llegue al fondo de las manifestaciones: “lo que hacen los informes es tratar de distraer”. En otro sentido, afirmó que existe un problema en la manera como la gente se crea opiniones en redes sociales: “nos armamos las opiniones con 140 caracteres”.

Patricio Fernández, fundador del diario chileno The Clinic, habló de la relación de los medios con los movimientos estudiantiles de 2011 en Chile. “Uno de los grandes enemigos de estos movimientos sociales en Chile fueron los medios de comunicación, y con bastante razón”, pues su labor se reducía a mostrar la violencia. Pero gracias a las redes sociales, los medios tradicionales dejaron de ser importantes para comunicarse. Pese a esta ventaja, Patricio Fernández también planteó que la opinión que se forma en las redes tiende a volverse “cerrada y tozuda” frente a la crítica.

Los estudiantes chilenos no solo dieron la espalda a los grandes medios, sino que generaron sus propias alternativas de comunicación aprovechando la potencialidad de la web con sus propios lenguajes y formatos cercanos. Sin embargo, Patricio también mencionó algunos antecedentes, como la primera explosión popular convocada por redes en abril de 2011, que logró reunir a 5 mil personas sin un acuerdo o consigna común.

En el caso de Brasil, aunque es claro que las manifestaciones comenzaron por un alza en las tarifas de transporte, no es tan evidente quiénes siguieron participando y porqué en las manifestaciones populares de mediados de 2013. Natalia Viana ejemplificó la descalificación de los medios leyendo un par de editoriales. Este discurso comenzó a matizarse cuando los mismos periodistas se convirtieron en víctimas de la represión policial.

Como en Chile, los manifestantes brasileños generaron sus propios medios de comunicación. Transmitieron las manifestaciones en vivo por internet, generando no solo información en tiempo real, sino información con un punto de vista claro y definido. Para Natalia, es claro que vendrán más manifestaciones con la realización de la Copa Mundial de la FIFA de 2014 y de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016.

La última en tomar la palabra fue Marcela Turati, mexicana. A diferencia de sus compañeros de panel, no quiso hablar del movimiento estudiantil representado en #YoSoy132, sino más bien de las distintas manifestaciones que se están dando en contra de la violencia en México, particularmente desde los periodistas. Estos han aprendido a sacar provecho de las redes, no solo para manifestarse, sino para prevenirse de posibles ataques en su contra.

Todos los jóvenes del movimiento contra la reforma a la salud en curso escucharon de forma atenta la conversación de los periodistas invitados. Al final, dieron la lección de la jornada. A la pregunta planteada por el joven estudiante, Pirry respondió que estaba haciendo un programa sobre esa reforma y que era necesario encontrar formas distintas a la violencia para llamar la atención de los medios. Esa respuesta no fue realmente reveladora para ellos. Eso fue justo lo que hicieron.

Charla: “Masas revueltas: el periodismo ante los movimientos sociales en red y las protestas en las calles”

En esta charla participaron Patricio Fernández de The Clinic, Natalia Viana de Angência Publica, Pirry de RCN Televisión y Marcela Turati de Proceso y Periodistas de a pie. La introducción y moderación estuvo a cargo del periodista estadounidense Jon Lee Anderson.