Las formas del fuego, por Juan Villoro

Discurso de aceptación del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2022, leído en el Gimnasio Moderno de Bogotá, el 21 de octubre de 2022, durante el acto de entrega del décimo Premio Gabo en el marco del Festival Gabo 2022.

Comienzo con la noticia de un incendio. A los 14 años tomaba clases de guitarra en el Edificio Aristos de la Ciudad de México. Bajé del camión con mi incómodo estuche y encontré que mi destino de viaje estaba en llamas. Durante horas, presencié el heroísmo de los bomberos y los voluntarios, el pánico de quienes habían buscado refugio en la azotea, las ventas rotas de las que salían lenguas de fuego, la gente arrodillada en la banqueta, rezando por personas que no conocían. 

Esa noche debía escribir mi columna para el periódico escolar La Tropa Loca, que un par de amigos y yo imprimíamos en mimeógrafo y vendíamos a 35 centavos. Mi interés en el periodismo era muy relativo. Me gustaba escribir la “Sección de chismes” porque me daba un curioso poder en el salón. Los romances de turno y los prestigios locales dependían de mi pluma. Sí, me inicié en el escalón más bajo del oficio, el del “periodismo rosa”. 

Todo cambió con el incendio del Edificio Aristos. Al volver a casa no escribí de cortejos ni noviazgos, sino de lo que la gente hace ante las llamas. Muchos años después sabría que otros cronistas habían pasado por un rito de paso similar. Pertenezco, pues, a la legión de los que se encandilan con el fuego y buscan explicaciones en las cenizas. 

Mi vocación se fraguó de esa manera, hace más de cincuenta años. 

En aquel tiempo, el caricaturista Abel Quezada representaba a los periodistas como seres famélicos que escribían a cambio de una torta de jamón. Un oficio de embrujo era ejercido por héroes, mártires y esclavos de la letra que sólo podían enriquecerse por medio de la corrupción. Entre ellos se encontraba un colombiano que no pudo ser olvidado. El poeta antioqueño Miguel Ángel Osorio Benítez, mejor conocido como Porfirio Barba Jacob, llegó a México con la mirada dramática que comparten los que huyen y los que persiguen, y sobrevivió despachando cables en los diarios de la capital y de Monterrey.

José Alvarado, periodista de alta escuela, lo retrató así: “La mejor imagen de Porfirio Barba Jacob es nocturna y acaso él soñó una posteridad con la tiniebla asociada a su larga figura. Vagaba por las noches enlutado y solo. El paso lento y un brillo rencoroso en los ojos […] Vivía en cuartos miserables. Estuvo durante varios meses en un hotel de prostitutas y viciosos por la calle del Pensador Mexicano; fue a caer después en otro semejante por las calles de Aranda, cerca de lupanares y pescaderías”. 

Como otros poetas románticos, Barba Jacob estaba tocado por “el negro sol de la melancolía”, pero la precariedad de su existencia no se debía a una elección bohemia, sino al modo que escogió para subsistir. El periodismo pagaba justo lo suficiente para hacer lo mismo el próximo día. 

Hoy, a las carencias del oficio se suman sus peligros. El país que recibió a Barba Jacob mata a quienes buscan la verdad. En lo que va de este año, 15 periodistas han sido asesinados. Con imperdonable soberbia, decimos que México se está “colombianizando”. Es cierto que nuestros países comparten el quebranto de la violencia, que tantas veces nos “despalabra”, como dice la admirable periodista mexicana Marcela Turati. En demasiadas ocasiones, el saldo del espanto ha sido el silencio. Baste recordar los estremecidos versos de María Mercedes Carranza: “Me he cansado/ de mis palabras, / se las presto”. Pero es mucho lo que Colombia ha hecho para recuperar su tejido social después de tanta sangre derramada, y el periodismo ha sido parte fundamental de esta tarea. Por ello, en julio de 2008, escribí en el periódico Reforma: “La frase ‘nos estamos colombianizando’ ha cambiado de signo: hoy es motivo de esperanza”. Los mexicanos debemos abandonar una comparación que tranquiliza en forma equívoca. No hay países peores que el nuestro. El dolor sólo tiene una patria: la tuya. 

En los años cincuenta del siglo pasado, García Márquez señaló que el problema de la novela de la violencia estaba en ocuparse más de los cadáveres que del miedo de los vivos, y a finales del siglo XX numerosos periodistas colombianos insistieron en que lo más importante de las notas de sangre no son los perpetradores, sino las víctimas. Tuvieron que pasar al menos diez años para que en México se pensara del mismo modo. Costó trabajo entender que la noticia no es la sangre, sino la vida que se pierde con la sangre. Lentamente, surgió en México un periodismo de las víctimas que puso en valor algo intangible y sin embargo decisivo: la ausencia. Esta tarea fue fundamentalmente emprendida por mujeres. Las madres de los desparecidos se convirtieron en buscadoras que hacen la labor que debería hacer el ministerio público y destacadas periodistas emprendieron la insólita misión de escuchar a los demás.

En la ronda que distribuye socialmente las palabras, las mujeres han oído más de lo que han hablado. Relegadas por la dominación masculina a la periferia de los sucesos, han ejercido la lucidez que sólo proviene de una mirada desplazada, excéntrica. En los testimonios recogidos en 1931 en su libro Cartucho, Nellie Campobello asume un punto de vista tres relegado: el de la infancia, el de la mujer y el de la causa villista, que fue la parte vencida de la Revolución mexicana. Inhabilitada para participar, Campobello ejerce la resistencia de quien sabe oír. Ese acto fundacional ha tenido notables seguidoras. En La noche de Tlatelolco, Elena Poniatowska creó un vasto tejido de voces ajenas, el coro múltiple que hace que la matanza del 2 de octubre de 1968 no se olvide. A esa escuela también pertenecen Carmen Aristegui, Marcela Turati, Daniela Rea, Laura Castellanos y otras periodistas de la escucha. 

“No he querido saber, pero he sabido”, escribe Javier Marías. Oír compromete. Hoy en día escuchar al otro es un atrevimiento sometido a atentados y amenazas. Por ello, he decidido destinar el dinero asociado a este premio al laboratorio Quinto Elemento, que apoya a periodistas en zonas silenciadas y de alta peligrosidad.

De las periodistas que enseñan a escuchar, paso a un maestro que enseña a ver lo visible y lo invisible. Siendo muy joven, Gabriel García Márquez fue capaz de reportear “el rumor que dejaba el azúcar cuando subía a las naranjas”. En tiempos de toque de queda, lamentó que ya no hubiera serenatas y se perdiera el placer de deambular al cobijo de la madrugada. Sin hablar de política denunció lo que se pierde con la política. García Márquez recordó la época, ya ilusoria, en que la “madrugada era verdad”, cuando la gente aún salía a cantar por amor. Eso era lo que gobierno había arrebatado, la libertad de deambular a deshoras para oír el mensaje del azúcar que sólo oyen los enamorados. A partir de un indicio incomprobable (la forma en que se endulzan las naranjas), el periodista logró una excepcional metáfora política.

García Márquez se apoyó en lo invisible como un sastre que oculta un hilo para sostener su tejido, pero también prestó atención a las minucias que sólo para algunos son visibles. Pongo un ejemplo de esta segunda manera de ejercer su oficio.

Hace años coincidí en una reunión en la que Carlos Fuentes habló de la cena que compartió con Bill Clinton. Le preguntamos qué había sido lo más notable de ese encuentro. Para Fuentes, el mejor momento ocurrió cuando el presidente de Estados Unidos recitó sin vacilación alguna una página de El sonido y la furia. No cualquiera retiene el ciclón narrativo de Faulkner. La escena describía al protagonista, pero también al testigo. Fuentes era un hombre de amplísima cultura, notable oratoria y contundente carisma intelectual. De manera lógica, admiró el alarde retórico de Clinton.

Pero en aquella cena también estuvo presente García Márquez. ¿Qué le había impresionado a él? Quiso la suerte que mi maestro Sergio Ramírez se hiciera la misma pregunta. Hace unos años nos encontramos en Medellín, hablamos del asunto y me reveló que había interrogado a Gabo al respecto. Una y otra vez, Gabo fue el mejor enviado especial. En su encuentro con el hombre más poderoso de la Tierra no podía fallar. ¿Se deslumbró con la inteligencia, la astucia y la palabrería de Clinton? Nada de eso. Según refiere Sergio Ramírez, Gabo se sorprendió de que el mandatario hablara en forma ininterrumpida sin probar bocado. ¿No tenía hambre o se alimentaba de discursos? Terminada la cena, Clinton se alejó unos minutos antes de la despedida. García Márquez no perdió oportunidad de seguirlo. Por la puerta entreabierta de la cocina vio al dignatario devorar un trozo de pan. Así atrapó una imagen de perfecta elocuencia: la cena del presidente fue un mendrugo; mientras más grande es el poder, más infame es su salario.

Una lección de García Márquez, el periodista que no puede ser rectificado.

Sergio Ramírez sostiene que habitamos una “nueva era de sueños antiguos y espantos renovados”. Vivimos para contarla y nadie nos adiestra mejor que Gabriel García Márquez.

Estar asociado a su nombre es un compromiso que él llamaría “del carajo”. He escrito y dado cursos sobre su obra y he tenido la suerte de colaborar con la Fundación Gabo, dirigida por el sorprendente Jaime Abello, cuyas iniciativas son irresistibles, y también colaboro en México con la Casa Estudio Cien Años de Soledad, creada por el impulso visionario de Miguel Limón Rojas, pero recibir un premio con su nombre es otra cosa.

  El periodista que cree que merece galardones no es buen periodista. La realidad siempre importa más que nosotros. Conviene recordarlo en tiempos del periodismo selfie, en el que sobran los cronistas que se reportean a sí mismos. 

Estoy aquí por la generosidad de un jurado al que prefiero ver como una mesa de redacción. Cuando un jefe de redacción te favorece, no piensa en lo que has hecho sino en lo que debes hacer antes de la hora de cierre. Recibo, pues, una orden de trabajo para cumplir con lo que, exageradamente, se espera de mí. 

A más de medio siglo del incendio del Edificio Aristos, vuelvo a encontrarme en un sitio inesperado. El adolescente que descubrió que su destino estaba en llamas ha llegado aquí por un venturoso azar. Si algo he aprendido desde entonces es que el periodista nunca es la noticia. La insondable verdad se encuentra fuera de nosotros: en el fuego que todo lo consume o en el azúcar que sigilosamente sube a las naranjas.

Muchas gracias.

 

Reflexiones de Jesús Abad Colorado

10 reflexiones de Jesús Abad Colorado sobre periodismo, ética y construcción de paz

“Para mí la fotografía y el periodismo no son una mercancía, sino un servicio a la sociedad”.

Esta es la premisa que rige el trabajo del fotoperiodista Jesús Abad Colorado López, quien por más de 25 años ha cubierto el conflicto armado en Colombia, en una carrera en la que se destacan valores como la independencia, la integridad y el compromiso con los ideales de servicio público del periodismo.

Precisamente estas consideraciones hacen merecedor a Colorado del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2019, el cual exalta su trabajo periodístico, mediante el que ha narrado décadas de confrontación, guerra y dolor en lugares apartados de Colombia, teniendo siempre la ética y la humanidad como faro.

Conversamos con Jesús Abad Colorado, quien nos habló de su trayectoria y de algunas de las lecciones más importantes que le ha dejado su trabajo, siempre en el campo, acerca del oficio del periodismo, la ética y la incidencia de estas al momento de cubrir el conflicto armado en Colombia, el más añejo que se conoce en la región y uno de los más antiguos del mundo:

  1. “La muerte tengo que retratarla con ética, con humanidad, porque no puedo banalizar la vida de un ser humano; tengo que trabajar con mucho respeto porque lo que estoy buscando es generar reflexión y no sed de venganza”.

2. “Yo busco trabajar más desde los sentimientos y mirar a los ojos de los sobrevivientes. A veces para ver la guerra no necesito ver los cuerpos de los que están mutilados, sino que miro los rostros de las viudas, de los huérfanos, de esas personas que se están preguntando ‘¿por qué a nosotros?’”.

3. “Como periodista apuesto a dejarle a las nuevas generaciones una reflexión para que no repitan esa cadena interminable de odios y venganzas”.

4. “A las nuevas generaciones hay que decirles que hoy hay muchas herramientas para trabajar y para comunicar, pero para eso uno primero tiene que ser buena persona, ser un buen profesional, ser un buen ciudadano”.

5. “Necesitamos gente que ponga su ojo, su corazón y su conciencia al servicio de una sociedad que necesita ser contada, fotografiada y narrada con mucho respeto y humanidad”.

6. “La paz no es una firma en una mesa, sino una construcción colectiva en la que no solo participa un gobierno o unos reintegrados, sino también la academia, el empresariado y la sociedad civil”.

7. “Los grandes perdedores de la violencia en Colombia han sido los campesinos que fueron los que pusieron los hijos de todos los ejércitos”.

8. “Los periodistas tenemos que formarnos en los contextos en los que caminamos, no para llenarnos de estadísticas, de cifras o de teorías, sino para ser más humanos”.

9. “Siempre trabajo con humanidad, con respeto, entendiendo que lo que le pasa a los demás también me está pasando a mí, por eso considero tan importante el ejercicio del periodismo”.

10. “A nuestros líderes políticos, económicos o religiosos les pido que entiendan que esta país está cansado de tanta violencia y muchas veces las palabras de odio en medios de comunicación o en el Congreso de la República, se traducen en balas contra líderes de este país que le están apostando todo a la vida”.

Sobre el Premio Gabo y el Festival Gabo

Es convocado por la Fundación Gabo con el objetivo de incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación y la coherencia ética en el periodismo, con inspiración en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, y en la dinámica de innovación, creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín, Colombia.

El Premio Gabo y el Festival Gabo son posibles gracias a la alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los grupos Bancolombia y SURA con su filiales en América Latina.

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15 reflexiones de Ignacio Escolar que inspiran a ejercer un periodismo de calidad

El director y fundador de eldiario.es habló del alcance de su periodismo en la sociedad, de la responsabilidad de un periodista en la actualidad y de cómo los medios digitales han desplazado a los impresos.

Por Duvan Álvarez y Eduardo Pérez Bertel / Estudiantes de Comunicación Social UTB

Fotografías de Valeria García / Estudiante de Comunicación Social UTB

El ganador del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabriel García Márquez de Periodismo 2018, quien además es el primer nativo digital en obtenerlo, contó cómo sus investigaciones han causado revuelo en la política española y de todas las consecuencias que genera hacer un periodismo independiente y de alta calidad.

La redacción de eldiario.es nació con 12 personas y a la fecha son ya 80 trabajadores en Madrid y 57 más en el resto de España. Su éxito como medio digital se ha debido al eficaz modelo económico de Escolar, el cual se basa en la suscripción mensual. Esto, sumado a la credibilidad de un medio que no teme enfrentar al poder político, le ha hecho ganar el respeto de sus colegas en Iberoamérica.

Estas son 15 reflexiones que Escolar compartió y pueden interpretarse como claves para triunfar en el periodismo:

  1. Hacer periodismo que genere consecuencias y repercusión en la sociedad.
  2. Fiscalizar el poder y dar esta información al usuario para que él decida.
  3. Nunca olvidar que los políticos son fuentes y no amigos.
  4. No es deber del periodista meter gente a la cárcel, pero sí debe ser motivo de orgullo que la verdad que muestre, ayude a demostrar un delito.
  5. Desconectar opinión de información y explicárselo al lector.
  6. La ética se pierde cuando el medio se inclina a un partido político.
  7. El periodismo digital sustituye al impreso, no es un complemento.
  8. El papel ya no es la prioridad, hay una corriente que se está globalizando y es pensar primero en la web.
  9. Siempre hay que estar pendiente de la competencia.
  10. La credibilidad del diario siempre se enfrenta a la de los políticos.
  11. No olvidar que el rol del periodista es decir quién miente y quién dice la verdad.
  12. Hay que criticar la justicia si es necesario.
  13. El periodismo digital tiene más posibilidad de ser independiente.
  14. Hay que aprovechar las redes sociales. Pero, evitar ser dependientes de ellas. Es mejor crear una comunidad propia.
  15. El periodista debe evitar que la mentira se imponga.

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Este texto hace parte del cubrimiento especial que los estudiantes de Comunicación Social de la Universidad Tecnológica de Bolívar realizan del FestiGabo 2018 #UTBenFestiGabo.

Las buenas noticias para el periodismo: discurso de Ignacio Escolar, ganador del Reconocimiento a la Excelencia

Foto: Julián Roldán/FNPI.

Quienes me conocen saben que el mejor rasgo de mi carácter probablemente es el optimismo. Es tan fuerte que en ocasiones se convierte en un defecto, porque siempre prefiero ver el vaso medio lleno, en vez de medio vacío, y a veces ni siquiera hay vaso. Pero les aseguro que compensa. Prefiero ser optimista y equivocarme que dar la batalla por perdida.

En este oficio, el periodismo, el pesimismo ha tenido buena prensa. Y eso ha sido muchas veces peor que las propias derrotas del oficio. Llevamos años rendidos. Pronosticando, nosotros mismos, el final del periodismo. Muerto por Internet. Por el derrumbe del papel. Por las redes sociales. Muerto por los bots y la inteligencia artificial. Por las falsas noticias virales. Por esos redactores jóvenes que toman nota en su móvil, en vez de usar la libreta.

Sé que hoy, esta noche, en este hermoso auditorio en la preciosa ciudad de Medellín, solo quedamos los optimistas. Los que no le tenemos miedo al futuro porque depende de nosotros. Los que creemos que ese futuro del periodismo puede ser más brillante que su pasado.

Dicen los pesimistas que el periodismo está en crisis. Pero nuestro trabajo consiste también en no generalizar y profundizar en los detalles.

No está en crisis la función social del periodismo. Nunca lo ha estado. Fuimos, somos y seremos necesarios. Porque nuestro trabajo, cuando es honesto y riguroso, es un gran servicio público. El periodismo sirve para desnudar al emperador cuando va vestido con mentiras.

Tampoco está en crisis la demanda de muchos ciudadanos por el buen periodismo, el que destapa los abusos del poder. Ni está en crisis el método periodístico. Sabemos qué es y qué no es una noticia. Sabemos cómo se investiga. Cómo se comprueba la información y cómo se cuenta a los lectores.

La revolución tecnológica no ha transformado la esencia de nuestro oficio. Solo nos ha dado mejores herramientas. Algoritmos para analizar grandes bases de datos y transformar la información en conocimiento. Buzones encriptados para proteger mejor a nuestras fuentes. Nuevas vías para conversar con nuestra audiencia, a la que hoy también podemos escuchar, algo que deberíamos hacer más.

El método periodístico ha mejorado con la tecnología, que también nos ha dado un altavoz mucho más potente y eficaz. Internet simplemente es mejor que los canales que teníamos antes para distribuir la información. Internet es más rápido, tiene una profundidad infinita y es mucho más barato.

Por todo esto defiendo, a pesar de los pesimistas, que el periodismo no ha entrado en crisis: no en su función social, ni en el interés de las audiencias ni en su método. La única crisis del periodismo ha sido económica: cómo pagar el sueldo a los periodistas. No era un tema menor, porque no hay periodismo sin periodistas que vivan de su trabajo.

El colapso de los viejos modelos de negocio del papel no solo hundió el modo de vida de muchos periodistas. También arruinó el corazón de la prensa: su independencia editorial. Un lujo que solo se pueden permitir aquellos medios que son rentables.

Cuando fundamos eldiario.es, en 2012, las empresas periodísticas en España pasaban por uno de sus peores momentos en la historia. Miles de periodistas perdimos nuestro trabajo. La crisis económica provocó la quiebra de muchos medios y despidos masivos en aquellos que lograron sobrevivir. Quienes se salvaron lo hicieron con sueldos más bajos y, lo que es peor para el oficio: con el miedo en el cuerpo. Entre otros, cerró el periódico para el que yo entonces trabajaba.

Pero decidimos no rendirnos. Con el ahorro de unos pocos periodistas y amigos pusimos en marcha eldiario.es. Aprovechamos las ventajas de Internet para ser dueños de nuestra propia redacción. Apostamos por el periodismo de calidad, en vez de por las noticias virales. Y pedimos el apoyo económico de los lectores, pero no levantando un muro que dejase fuera a quien no pudiera pagar, sino cobrándoles a cambio de un diario que cualquiera puede leer gratis.

Había que ser muy optimista para apostar por un modelo así, pero funcionó. Siempre pensamos que había vaso y hoy eldiario.es es uno de los medios más leídos e influyentes en España, gracias, en gran medida, al apoyo económico de los lectores.

Justo al día siguiente de anunciarse que era el ganador de este premio de periodismo, tuve que ir a declarar como investigado ante un juzgado. La expresidenta de Madrid Cristina Cifuentes me pide hasta cinco años de cárcel. Me acusa, junto a mi compañera en eldiario.es Raquel Ejerique, del delito de “revelación de secretos”, por publicar que le habían regalado un título en una universidad pública española.

Cuando Cifuentes nos puso esa querella, hace seis meses, aún era la todopoderosa presidenta de Madrid. Y para intentar callarnos recurrió a los juzgados porque no tenía otra manera de presionarnos. Con otros diarios, habría usado maniobras más sutiles y eficaces. Hablar con el dueño del periódico y pactar un acuerdo. O retirar la publicidad de su Gobierno, de la que tantos medios dependen.

Con nosotros no pudo hacer otra cosa que llevarnos al juzgado y ni siquiera así logró intimidarnos. Poco después tuvo que dimitir porque perdió el apoyo parlamentario, en gran medida como consecuencia de las informaciones de eldiario.es.

Cifuentes no nos pudo callar porque no tuvo ningún dueño ajeno al periodismo con el que hablar, porque no hay ningún dueño de eldiario.es salvo los periodistas que trabajamos cada día en la redacción. Y también porque somos económicamente independientes. Porque no dependemos de la publicidad institucional de los gobiernos. Porque no tenemos deudas. Porque no nos financiamos con el intercambio de favores con el poder. Porque dependemos de los lectores.

En estos seis años, hemos alcanzado una audiencia mensual de diez millones de usuarios únicos y hemos convencido a 34.000 personas, nuestros socios, de que merece la pena pagar por periodismo independiente. Que les ayuda en sus vidas. Que sirve para cambiar las cosas. Y la mejor noticia de todas es que no somos los únicos que estamos logrando encontrar en los lectores la respuesta a la pregunta más importante: ¿quién va a pagar por el periodismo?

Era muy simple. El periodismo lo van a pagar sus lectores.

En todo el mundo, cada vez son más los medios que encuentran un futuro gracias a los lectores. Nuevos diarios digitales, como el nuestro, y también grandes periódicos de papel que se reinventan. El crecimiento en suscripciones está siendo generalizado en la mayoría de los medios de calidad estadounidenses. Allí los periódicos crecen, aunque la publicidad retroceda.

Está pasando en todo el mundo. La publicidad cada día es menos rentable para pagar el periodismo porque la mayor parte de ese negocio se lo han quedado otros, Google y Facebook, y dudo que vaya a volver a los periódicos con la importancia que antes tuvo.

A medio plazo, esto dejará dos tipos de modelos de negocio para la prensa en Internet. Habrá periódicos digitales que vivan solo de la publicidad, y para lograrlo necesitarán generar mucha audiencia al menor coste posible. Con algunas excepciones, serán medios sensacionalistas, esclavos de la difusión viral en redes sociales y donde el entretenimiento primará sobre la información relevante.

Pero también florecerá la prensa de calidad, esa prensa de excelencia que mereció que el derecho a la información y la libertad de expresión fuesen consagrados en todas las constituciones democráticas. Algunos pocos saldrán adelante gracias a las donaciones. Sostenidos por fundaciones que consideran, con razón, que financiar el periodismo independiente es un bien mayor, que no se puede dejar solo a los designios del mercado, especialmente en algunos países donde ese mercado es tan injusto, ineficiente e interesado.

Pero la mayor parte de la prensa escrita de calidad estará pagada mayoritariamente por sus lectores. Dependeremos de ellos. Más de lo que la prensa lo ha hecho nunca en su historia.

Toda la prensa siempre ha dicho, de forma a veces pomposa, que se debía a sus lectores. Pero, seamos sinceros, no siempre ha sido así. En demasiadas ocasiones, el lector no era el cliente, sino la mercancía. Y el negocio de la información era otro: el de las relaciones públicas, la propaganda y el cabildeo de favores con el poder.

Pero en el futuro próximo de verdad nos vamos a deber a nuestros lectores. Entre otras razones, porque no habrá mejores alternativas. Solo los medios que consigan la confianza de sus lectores, el respeto de sus lectores, el amor de sus lectores, van a crecer y consolidarse en el futuro.

El nivel de exigencia de un lector que paga por su periódico es muchísimo mayor. Y los lectores no pagarán por noticias virales. Ni por titulares exagerados, que decepcionan en el primer párrafo. Ni por noticias falsas o escritas al dictado del poder. Todo eso lamentablemente sobrevivirá. Pero la frontera entre la prensa de calidad y la propaganda va a estar cada vez más nítida.

Los lectores pagarán por buen periodismo. Por el ideal del periodismo.

Por eso soy tan optimista. Porque se va a imponer el periodismo de excelencia, que comprueba las noticias, que fiscaliza al poder, que pone por delante la verdad y el interés general de sus lectores. Que rectifica y pide disculpas cuando se equivoca. Ese va a ser el periodismo del futuro y no solo porque sea moralmente superior a la propaganda, que lo es. También porque va a ser nuestro único camino.

Muchas gracias al consejo rector y a la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano Gabriel García Márquez por este gran honor. Espero estar a la altura de la responsabilidad que me habéis entregado y tener siempre presente una de las muchas lecciones que nos dejó Gabo: que la ética debe acompañar siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón.

Gracias a mi madre, Montse, a mi padre, Arsenio, y a mi mujer, Fátima; todos ellos periodistas. Gracias a mi hijo, Íñigo, que por ahora dice que de mayor quiere ser inventor y escritor, pero que aún no descarto transmitirle mi pasión por este oficio, que es el mejor del mundo. Gracias a mis compañeros de la redacción, porque este premio también se lo han ganado ellos. Pero sobre todo, quiero dar las gracias a los socios y socias de eldiario.es. Gracias a esos lectores comprometidos, que nos permiten ser libres y mirar hacia el futuro de la prensa con optimismo.

eldiario.es: periodismo de calidad en tiempos de crisis

El periodista español Ignacio Escolar contó durante la primera jornada del Festival Gabo 2018 cómo nació y creció en menos de seis años eldiario.es.

Por Andrea Baza Fajardo / Estudiante de Comunicación Social UTB

Fotografía de Silvia Garzón / Estudiante de Comunicación Social UTB

Ignacio Escolar, cofundador y director del portal español eldiario.es, y ganador del Premio a la Excelencia del Premio Gabo 2018, contó que hace siete años decidió crear un medio revolucionario. Tuvo esa idea cuando fue testigo de la transformación de la prensa en España por la crisis económica y los problemas políticos.

El 18 de septiembre de 2012 salió al aire este portal, en un momento de incertidumbre para la prensa tradicional española. Esa crisis y la notoria relación de los medios con los poderes políticos y económicos motivó a Escolar a apostarle a un medio en el que estuviera garantizada, desde el principio, la independencia editorial.

Eldiario.es empezó con solo 12 personas y un presupuesto modesto, pero desde sus inicios prometía un crecimiento meteórico. A los pocos meses, el proyecto comenzó a generar ganancias económicas, que por mínimas que fueran, resalta Escolar, eran importantes para garantizar su viabilidad a largo plazo de eldiario.es.

Fotografía de Silvia Garzón / Estudiante de Comunicación Social UTB

En 2013 el capital del proyecto era el resultado de aportes de los periodistas fundadores y sus familiares. Cinco años después, eldiario.es suma ingresos de anunciantes, financiación de organizaciones internacionales y, especialmente, de una nutrida red de suscriptores, quienes pagan cinco euros mensuales para ayudar al sostenimiento del medio y tener acceso a contenidos exclusivos.

Quienes no pagan el aporte pueden navegar gratuitamente la oferta noticiosa diaria del medio, pero sin acceder a ciertos productos que son de consumo exclusivo de los suscriptores.

Tanto ha crecido eldiario,es en seis años que de 0 lectores ha pasado a registrar hasta 10 millones de visitas en su sitio web. Además, hoy cuenta con una sala de redacción en Madrid de 83 personas y ha logrado tener presencia en otras 13 ciudades de España, lo que garantiza cubrimientos regionales más allá de lo que ocurre en la capital.

Para Ignacio Escolar parte del éxito de cualquier proyecto periodístico está en, “además de transmitir información, tener impacto social”. Sobre todo lo dice porque considera que los medios de comunicación deben ser coherentes y sensatos con su audiencia. Y es a esa coherencia y sensatez a la que le apunta desde hace seis años eldiario.es.

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Este texto hace parte del cubrimiento especial que los estudiantes de Comunicación Social de la Universidad Tecnológica de Bolívar realizan del FestiGabo 2018 #UTBenFestiGabo.

Video: Charla ‘Desobedezcan, siempre desobedezcan’ en el Festival Gabo 2017

https://www.facebook.com/FNPI.org/videos/10156589609277388/

Jorge Ramos (México) se define de dos maneras: inmigrante y periodista. Luego de cumplir 30 años de carrera en Estados Unidos, de entrevistar a los personajes más poderosos del mundo y cubrir algunos de los hitos de la historia contemporánea, el periodista mexicano recibirá el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabriel García Márquez. El hombre que le habla diariamente a millones de latinos en Estados Unidos tiene un consejo para las nuevas generaciones de periodistas: “Desobedezcan, siempre desobedezcan”. Él conversó con Rosental Alves (Brasil), miembro del Consejo Rector de la FNPI, y Maria Elvira Arango (Colombia), directora del programa Los Informantes.

Sobre el Premio y Festival Gabo

Es convocado por la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, con el objetivo de incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación, el rigor en el tratamiento de los hechos y la coherencia ética en el periodismo. Está inspirado en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez y en la dinámica de innovación, creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín, Colombia. El Premio y el Festival es posible gracias a la alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los grupos Bancolombia y SURA con sus filiales en América Latina.

Disobey: Jorge Ramos speech Gabriel García Márquez Award

Medellín, Colombia
September 29, 2017

 

I come here today to urge you—no, to beg you—to not follow the instructions of your governments, to refuse to believe many of the things you learned in journalism school, to not always pay attention to your parents and teachers, and to not follow to the letter the precepts of what a respectable journalist is supposed to be.

I come here today to urge you to disobey.

All of you.

To disobey, after all, is to transgress. Good journalism always breaks something. It never leaves things as they were. That is why I like to think of journalism as a countervailing power. You must always be on the opposite side of those who hold power, and particularly those who abuse their authority.

That is why we must disobey the anti-immigrant bully that sits in the White House.

That is why we must disobey the dictators in Cuba and Venezuela.

That is why we must disobey the president of Mexico, where so many journalists have been killed, and where most crimes enjoy total impunity.

That is why we must disobey whoever demands of us loyalty and patience.

I understand journalism to be a public service. And what service can journalists provide? We can ask questions.

Here in Colombia they have a beautiful word that they use when one takes full responsibility and there are no two ways around it: toca—it’s on me.

Well, it’s on journalists to ask uncomfortable questions, to demand accountability, to put up against the wall the presidents and governors, the priests and businessmen—anyone that holds a little authority.

Toca—it’s on us.

When I’m going to interview someone important or influential, especially if it takes places in a historically relevant moment, I always remember two things.

The first is that if I don’t ask the difficult questions, those that make your hands sweat before you ask them, then nobody will.
The second is that I will never see the interviewee again. It’s better that way. I am not expecting kind words at the end of the interview or more access in the future. Sometimes it happens that the interviewee I skewered returns for another interview. Certainly, there have been cases of masochism. It usually happens, though, that those who return have nothing to hide.

I am convinced that the main social function of journalism is to question power. In the face of racism, discrimination, corruption, public lies, dictatorships, and violations of human rights, we are bound to break the silence and question. That is what journalism is for.

Journalism and parenthood are very similar. In both cases half the work is simply to be there. Good parents and good journalists are the ones that are where they need to be, the parent with his children and the journalist wherever the news is.
To be a witness is enormously important. When a starting journalist is off to a special assignment for the first time asks me for advice, I almost always say this: I want you to be my eyes. Take me to where you are.

In our dear, passionate, convulsed Latin America, where democracy and justice battle it out, we desperately need journalists that are where they need to be, and that, being there, will disobey.

Journalism, more than a profession, is a mission.

The courage of my colleagues never ceases to amaze me, those who report on the drug lords in a small town, or the ones that take on the task of finding the disappeared¬ from Ayotzinapa to Argentina, or those that call out heads of state and politicians for their whitewashed homes and black accounts.

I very often ask myself what would have happened if instead of moving to Miami—the foxhole from which I plan my battles—I had stayed in Mexico. I left my home country of Mexico in order to enjoy freedom from censure. Today, as I approach sixty, I believe I made the right choice. I have been able to say everything I have wanted to say. But others stayed back home.

We have been murdered—and I speak of we because we are a family. Over 109 journalists have been murdered in Mexico since the year 2000, according to the organization Article 19. In the six years of Enrique Peña Nieto’s term already thirty-six have lost their lives.

Tonight, this award goes to those who stayed, to those who did not flee, to the 780 journalists—our brothers and sisters—that according to Reporters Without Borders have been assassinated from 2006 to 2016 because of their professional work. This award goes to those who disobeyed and were murdered for it.

What their murderers and the governments who protect them do not know is that for every journalist they kill there will be two, three, or a thousand to take up their causes, their stories, and their words. This is our promise to the departed.
We are not in the business of holding silence.

Silence is an accomplice.

Wherefore—please—disobey.

“Las crisis hacen que salga lo mejor del periodismo”: Marcela Turati

Foto: Jaider Ruiz/ FNPI.

México se ha convertido en el país más riesgoso de América Latina para ejercer el periodismo. En lo corrido de este año ya son siete los reporteros asesinados por investigar la corrupción, los carteles de la droga y los vínculos del gobierno con el crimen organizado.

Fue el crimen contra Javier Valdez, fundador del semanario Ríodoce de Sinaloa, el que despertó un movimiento de indignación por parte de colegas México y la región. Esto llevó a crear la iniciativa Agenda de periodistas, que busca plantear estrategias comunes dirigidas a detener los ataques contra la libertad de expresión.

Una de las líderes de este proceso es Marcela Turati, fundadora de la Red de periodistas de a pie y Quinto Elemento Lab, quien estará en el Festival Gabo conversando con Guillermo Osorno, director de Horizontal.mx; Ismael Bojórquez, director editorial de Ríodoce; Javier Garza, director editorial de El Siglo de Torreón y Javier Lafuente, corresponsal de El País en Centroamérica. Inscríbete sin costo al Festival Gabo.

 Turati, quien obtuvo el Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo en 2014, habla sobre la manera como los periodistas de todos los rincones de México se están uniendo para protegerse y seguir revelando la verdad.

¿Cómo la situación de violencia que viven los periodistas en México afecta la manera de cubrir las historias?

De alguna manera las crisis hacen que salga lo mejor del periodismo, se están haciendo muy buenas piezas de periodismo de investigación. También estamos aprendiendo a hacer reportería de manera más segura a través de trabajos colaborativos, a ayudarnos entre regiones y darle apoyo a los periodistas de lugares apartados desde la ciudad de México y otros estados grandes.

¿Cómo el trabajo colaborativo ayuda a blindar a los periodistas ante ataques?

Queremos creer que el trabajo entre periodistas de varios medios, de varios lugares, hace que el riesgo sea menor porque hay un mayor costo político si alguien pretende silenciar a alguien que hace parte de un gran equipo. Hasta ahora así ha ocurrido, esperemos que así siga. Lee el perfil de Marcela Turati.

¿Tienen algunos referentes o modelos donde esta estrategia haya funcionado?

Hay ejemplos en Latinoamérica, especialmente en Colombia, que nos inspiran y de los que aprendemos mucho en cuestiones de seguridad. Uno de ellos es el Proyecto Manizales (en 2002, siete medios se unieron para continuar con las investigaciones que adelantaba el recién asesinado subdirector del diario La Patria, Orlando Sierra).

Otra cosa que estamos haciendo es, entre muchos periodistas, investigar los asesinatos o amenazas a nuestros colegas para que no queden impunes. Eso ocurrió en Argentina tras el asesinato de José Luis Cabezas: el gremio se unió para exigir cuentas al gobierno y saber quién lo había matado. En este momento aspiramos a eso, a lograr unirnos e investigar, que no queden impunes los asesinatos y desapariciones de nuestros colegas.

¿En qué van las iniciativas de periodistas que, a raíz del asesinato de Javier Valdez, han surgido para detener la violencia y la impunidad contra el gremio?

Sabemos de colectivos de periodistas que se están organizando en sus regiones para protegerse, para ayudar a otros, para salvar vidas, para aprender sobre libertad de expresión y sobre leyes. También se han articulado periodistas y organizaciones para trabajar mejor y estar más atentos a los ataques. Sin embargo, después de Javier han seguido desapareciendo periodistas.

¿Qué balance preliminar haría de la iniciativa Agenda de periodistas?

Casi 400 periodistas de todo el país nos reunimos para hablar de la agenda posible que necesitamos, de seguridad, de la impunidad, cuestiones laborales, todo lo que se necesita cambiar y pensar en estrategia. En eso estamos, estamos revisando modelos organizativos de otras organizaciones; estamos en contacto con la FLIP, de Colombia; Fopea, de Argentina; Ipys, de Perú; Abraji, de Brasil; El Faro, de Centroamérica.

Es una emergencia y en una emergencia hay que hacerlo todo rápido. Sabemos que tenemos que hacer algo distinto, reaccionar distinto, pues ya son más de 120 periodistas asesinados y 20 desaparecidos. No queremos seguir esperando a que haya otro para reaccionar, sabemos que ya estamos tarde.

¿Ha habido respuestas por parte del Estado, la sociedad civil, la academia o algún otro sector ante estos movimientos?

En México la política de Estado es la impunidad. Los actores políticos no se mueven, los crímenes contra periodistas no son un tema que les importe, de hecho a mucha gente le conviene silenciar periodistas; no solo a los narcos, sino también a los alcaldes, las policías municipales, los gobernadores, los empresarios. Por eso este cambio no va a venir de fuera, tenemos que generarlo nosotros.

Sobre el Festival Gabo

Es convocado por la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, con el objetivo de incentivar la búsqueda de la excelencia, la innovación, el rigor en el tratamiento de los hechos y la coherencia ética en el periodismo. Está inspirado en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez y en la dinámica de innovación, creatividad y liderazgo que caracterizan a Medellín, Colombia.
El Premio y el Festival es posible gracias a la alianza público-privada conformada por la Alcaldía de Medellín y los grupos Bancolombia y SURA con sus filiales en América Latina.

Los incómodos de El Faro o el valioso trabajo de los reporteros

[vc_row][vc_column][vc_column_text]En el segundo día del Premio y Festival Gabriel García Márquez de Periodismo los periodistas de El Faro Óscar Martínez, Carlos Dada y José Luis Sanz recordaron los orígenes de este medio digital, pionero en Latinoamérica, y contaron detalles de su estilo de trabajo, por el que recibieron el reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2016.[/vc_column_text][vc_raw_html]JTNDZGl2JTIwY2xhc3MlM0QlMjJzdG9yaWZ5JTIyJTNFJTNDaWZyYW1lJTIwc3JjJTNEJTIyJTJGJTJGc3RvcmlmeS5jb20lMkZGZXN0aXZhbEdhYm8lMkZsb3MtaW5jb21vZG9zLWRlLWVsLWZhcm8lMkZlbWJlZCUzRmJvcmRlciUzRGZhbHNlJTIyJTIwd2lkdGglM0QlMjIxMDAlMjUlMjIlMjBoZWlnaHQlM0QlMjI3NTAlMjIlMjBmcmFtZWJvcmRlciUzRCUyMm5vJTIyJTIwYWxsb3d0cmFuc3BhcmVuY3klM0QlMjJ0cnVlJTIyJTNFJTNDJTJGaWZyYW1lJTNFJTNDc2NyaXB0JTIwc3JjJTNEJTIyJTJGJTJGc3RvcmlmeS5jb20lMkZGZXN0aXZhbEdhYm8lMkZsb3MtaW5jb21vZG9zLWRlLWVsLWZhcm8uanMlM0Zib3JkZXIlM0RmYWxzZSUyMiUzRSUzQyUyRnNjcmlwdCUzRSUzQ25vc2NyaXB0JTNFJTVCJTNDYSUyMGhyZWYlM0QlMjIlMkYlMkZzdG9yaWZ5LmNvbSUyRkZlc3RpdmFsR2FibyUyRmxvcy1pbmNvbW9kb3MtZGUtZWwtZmFybyUyMiUyMHRhcmdldCUzRCUyMl9ibGFuayUyMiUzRVZpZXclMjB0aGUlMjBzdG9yeSUyMCUyMkxvcyUyMGluYyVDMyVCM21vZG9zJTIwZGUlMjBFbCUyMEZhcm8lMjBvJTIwZWwlMjB2YWxpb3NvJTIwdHJhYmFqbyUyMGRlJTIwbG9zJTIwcmVwb3J0ZXJvcyUyMiUyMG9uJTIwU3RvcmlmeSUzQyUyRmElM0UlNUQlM0MlMkZub3NjcmlwdCUzRSUzQyUyRmRpdiUzRQ==[/vc_raw_html][/vc_column][/vc_row]

Discurso El Faro, vencedor reconhecimento a excelência

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Ir contra a corriente

Queridos amigos:

Muito obrigado por esse reconhecimento. O recebemos com humildade, conscientes das dimensões de um prêmio que nos coloca ao lado de grandes praticantes do ofício e nos obriga, assim, a redobrar esforços para elevar a qualidade do nosso jornalismo.

A Fundação García Márquez nos batizou como “Os incômodos”. O entendemos como uma acusação direta, e a apreciamos. Nos reconhecemos incômodos. Incômodos para o poder. Incômodos para os criminosos. Incômodos para os corruptos. Somos tão incômodos que o somos para nós mesmos. Mas há outra forma de fazer jornalismo que não seja a partir do incômodo? Como pode um jornalista se sentir cômodo, como pode se acomodar se ao seu redor poucas coisas e poucas pessoas parecem estar, funcionar, viver bem?

Para fazer jornalismo é preciso renunciar à comodidade; e gostamos de pensar que é essa renúncia, que fizemos deliberadamente desde o início, a que nos une como equipe, como projeto, e a que explica, em boa medida, por que estamos aqui.

Não poucas vezes essa renúncia significou ir contra à corrente. Nos aventurar na investigação quando ao nosso redor, em plena crise financeira, as redações de grandes jornais do mundo fechavam equipes especializadas e espaços para grandes publicações. Nos aventurar em reportagens extenuantes e na produção de grandes formatos quando a sensatez pedia que nos submetêramos à ditadura do clique. Enquanto outros se entregavam à imagem de impacto, reivindicamos a palavra como o mais apreciado em nossas comunidades. A palavra da vítima, a palavra da testemunha, a palavra da memória. E a palavra do narrador. Falamos muito, escrevemos muito, fotografamos muito, porque é o único que podemos dar aos nossos leitores, ouvintes, espectadores. À nossa comunidade.

Oferecemos a palavra e nossa melhor intenção de entender. Se fomos contra a corrente foi mais impulsionado pela busca jornalística do que por estratégias de mercado. Porque necessitamos tempo, muito tempo, para compreender antes de relatar. E porque necessitamos ainda hoje grandes espaços para dizer tudo o que acreditamos que devemos dizer.

Ir contra a corrente. Fazer jornalismo de fôlego ainda que por ele, nos nossos primeiros anos, os grandes guias do jornalismo na internet nos previram uma morte breve precedida por pulsantes estertores. Num sentido mais literal, esses mesmos desejos foram expressados também por pessoas a quem incomodamos.

Ir contra a corrente significou também dizer o que ninguém quer escutar. Incomodar também nossos leitores. Fazê-lo por acreditar que o jornalismo não se deve ao público, sim aos seus princípios. Que a única maneira que o jornalismo tem para ajudar a sua comunidade é utilizar as ferramentas ao seu alcance para dizer inclusive aquilo que seus membros não querem saber. Nos cabe dizer ao rei que ele está nu. E nos cabe dizê-lo em praça pública, para que todo o povo saiba. Mas também nos cabe dizer ao público que a água que bebe e que bebem por anos está envenenada.

Envenenada por uma história contínua de violência e de injustiça; envenenada pela manipulação política. Pelo senso reacionário e de urgência que produz a região na qual nos coube fazer jornalismo. O chamado triangulo norte da America Central, comporto por El Salvador, Guatemala e Honduras, é hoje a região mais violenta do mundo. É uma região pobre, desigual e corrupta, muito corrupta. Uma região cuja população parece ter pedido as esperanças; uma região que cospe, todos os dias, sua gente pra fora de suas fronteiras, gente que se vai em busca de uma vida minimamente digna e segura que nossos estados são incapazes de oferecer. Indagar sobre as causas dos nossos males, denunciar esses males, expô-los até que nos doa ainda mais do que já nos dói, até fazê-los insustentáveis, significou sempre, também, ir contra a corrente. Não somos os primeiros nem os únicos a fazê-lo.

Desde sempre, o que vai contra a corrente porque considera seu dever fazer o que faz corre o risco de terminar acreditando-se o que não é; de adquirir um complexo de mártir ou de redentor. Esses são dois complexos dos quais não gostamos. Que nos incomodam. Dos quais fugimos. Sabemos que são contrários ao exercício jornalístico. Para evitar tentações nos cabe lembrarmos, a cada dia, o que fazemos, nos auto-avaliar todas as semanas. Praticar a auto-crítica como ferramenta, como método jornalístico, e como fonte de conhecimento também.

Construímos o El Fato mediante a autocrítica constante. Entre todos. Porque não é possível fazer esse trabalho sozinho. Não tal e como nós o entendemos. O El Faro não é um jornal digital, é um projeto jornalístico coletivo, que se nutre dos seus membros e o debate jornalístico na redação nos faz acreditar e nos protege da comodidade e do resto das tentações.

Por isso nos sentimos honrados de sermos o primeiro grupo a receber o Prêmio à Excelência da FNPI. Um premo que compartimos com todos os que, nestes 18 anos contribuíram na construção do El Faro. Com todos os jornalistas, fotógrafos, documentaristas que passaram pela nossa redação. Com todos os que passaram para o outro lado do muro dedicando seus esforços e garantir nossa subsistência e crescimento.

Nos sentimos honrados de receber esse prêmio por acordo de um conselho do qual fazem parte alguns dos nossos grandes mestres e nossos grandes cúmplices. De recebê-lo de uma fundação que sentimos como nossa casa. A Fundação García Márquez nos serviu de sala de aula e salão de festas para o melhor do jornalismo iberoamericano, e é nosso lugar de encontro. Crescemos, também, debaixo do seu generoso guarda-chuva.

É hoje, assim, um dia de festa para El Faro, que estendemos a aquele jornalismo iberoamericano do qual também somos cúmplices e de quem também aprendemos e estamos comprometidos a seguir aprendendo. Obrigado, muito obrigado por esse reconhecimento que nos honra e nos obriga. E nos chama, de imediato, a celebrar. Saúde.

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