Por: David Lara | Foto: Unsplash
La crónica tiene dos niveles. Uno, la historia y dos, la idea contenida en esa historia. En la historia está la trama, los contextos. En la idea está el conocimiento, las sensaciones humanas que el cronista quiere transmitir. Con estos dos conceptos comenzó el segundo día del ‘Taller de crónica: un espejo de lo real’, que dirige el cronista peruano Joseph Zárate, al que asisten 20 periodistas de Iberoamérica.
“Cualquier pieza narrativa, un perfil, una crónica, un pódcast, una historieta, un reportaje, debe contener esos niveles que abren una ventana hacia otro ser humano, hacia el conocimiento de toda una comunidad”, comentó Josehp Zárate.
Luego de tener clara las visiones y niveles de la crónica, se abrió la reflexión en torno a la reportería. Zárate dijo, que era la etapa que más disfrutaba, porque era poder encontrarse con el otro. Presentó un esquema con los elementos que contiene una crónica periodística: personajes, acciones, conflictos y resoluciones. “Hallar cada uno de esos ladrillos es la base de la reportería, con esos ladrillos se construye la casa del relato”.
Tres preguntas en torno a la reportería
¿Cómo logramos acceder a la vida de una persona? ¿Cómo comenzamos a conocerla y entenderla? ¿Qué necesitamos hacer? Fueron las preguntas que motivaron el diálogo inicial. Además, una frase del libro Esto es agua, del escritor David Foster Wallace, quien dice que escribir es “aprender a pensar: ir en contra de nuestra falla de origen”. Zarate agregó que es una idea muy poderosa: “Ir en contra de nuestra falla de origen”, porque la crónica trata lo que le sucede al otro, de lo que piensa el otro, la crónica se convierte entonces en el espacio para que ese otro sea comprendido.
David Foster asegura que hay que apartarse de una idea que está en el ser humano: pensar que es el centro del mundo. El cronista ha de luchar contra su propio ego. Se trata de escribir un texto sobre otro ser humano sobre una comunidad, para hacerlo, el cronista ha de ir en contra de su falla de origen, de sus propias vanidades.
Para Zárate, al hacer reportería hay que salir de uno mismo para entender, escuchar, sentir al otro. Esa idea está en un plano más allá de lo periodístico, toca el sentido humano que nos ayuda a mirar distinto, a abandonar los preconceptos y los prejuicios.
Al respecto, citó su crónica sobre Edwin Chota, líder de la comunidad indígena asháninka, que vivió en la selva amazónica peruana, cerca de la frontera con Brasil. Chota se enfrenta a los traficantes de madera y es asesinado. Cuenta Zárate que al ir en contra de su falla de origen, pudo ampliar el perfil, la visión de Edwin Chota y narrar, entre otros asuntos, que había abandonado a su familia para dedicarse al activismo, a la defensa de la selva. Gracias a ello fue posible presentar otros matices del personaje. “Cuando dejamos atrás esas ideas preconcebidas, las historias se abren. Describir es aprender a pensar”, como dice Foster Wallace, eso debe estar en la mente del cronista.
Hacer reportería es tratar de capturar la mayor cantidad de detalles. Esos detalles no solo vienen de la observación, vienen también de las preguntas que se hacen para comprender la naturaleza de las personas con las que dialogamos.
Leyó un texto del escritor Elías Canetti: “Revisar una vida en vez de por los años según sus contenidos, como: todos los terrores, todas las sorpresas, todas las metamorfosis, todas las entradas y salidas, todos los contrastes, todas las esperanzas, todas las enemistades, todas las desgracias, todas las satisfacciones, todos los castigos”.
Canetti nos pide que al acercarnos a una persona busquemos otros elementos que también hacen parte de su humanidad.
¿Cómo conseguimos ese nivel de cercanía? Para dar respuesta a esa pregunta, Zárate presentó una idea del escritor Gay Talese, quien compara a la reportería con la idea de tener una cita, de salir con una pareja que nos gusta. Ese es el interés que tenemos en construir la historia, el gusto de investigarla.
Si estamos interesados en alguien queremos estar con esa persona, pero también saber aspectos de su vida, de su existencia: “Me pasa que sueño con los personajes, te obsesionas con sus relatos, con sus vidas, te obsesionas con la forma de encarar la reporetería y te pones al servicio de ella, porque deseas escribir una gran historia”, comentó Zárate.
Las fuentes se conectan
Las diversas fuentes se integran para dar conexiones y contextos al relato. En tal sentido privilegió los testimonios, los diálogos. Las voces de las personas que lleva a la crónica. También están las fuentes documentales que son trascendentales para hallar detalles del pasado, registros fotográficos sobre los protagonistas en otras épocas. Conocimientos que dan sentido, trascendencia al relato.
Las fuentes testimoniales y las documentales se interconectan, se apoyan. Adicionalmente, hay que sumar las labores de observación e interpretación de esa realidad y las experiencias del reportero en su trabajo de búsqueda.
La entrevista
Zárate dijo que la herramienta que más usa es la entrevista, cuyo éxito está en el tipo de preguntas que se plantean. Hay que hacer preguntas que exijan respuestas descriptivas, que reten a las personas a dar respuestas inesperadas. “Nuestro trabajo consiste en convertir al entrevistado en un contador de historias”, aseguró.
Sobre la forma de trabajar la entrevista Zárate mencionó que Talese hacía la misma pregunta varias veces en espera de la mejor respuesta de su entrevistado. Comentó que la escritora Svetlana Alexiévich ha dicho que más que entrevistar a una persona lo que hace es reflexionar junto a ella sobre lo que ocurrió, sobre cómo esos hechos han impactado en la manera de ver el mundo, sus transformaciones.
Por supuesto, las personas no se revelan en el primer momento, es necesario mostrar un legítimo interés en ellas. Propiciar espacios, encuentros. Es una relación de respeto, de comprensión, de cercanía.
Al cerrar la jornada, Zárate hizo referencia al texto Una cena muy especial y algo dura con Liam Neeson, escrito por Tom Chiarella. Esa entrevista es un buen ejemplo de cómo a través de otros recursos como poner a dibujar al personaje, los silencios, la paciencia, el respeto, propiciar preguntas que indagan en detalles, conectan con la vida de una persona y se abren de forma generosa ante el reportero que escucha.
Sobre Joseph Zárate
Recibió el Premio Gabriel García Márquez 2018 en la categoría Texto, el Premio Ortega y Gasset 2016 a Mejor Historia o Investigación Periodística y el Premio Nacional PAGE 2015 de Periodismo Ambiental creado por la ONU. Fue subeditor de las revistas Etiqueta Negra y Etiqueta Verde. Ha colaborado con diversos medios como The New York Times (Estados Unidos), Courrier International (Francia), Internazionale (Italia), Revista 5W (España), Agencia Pública (Brasil), GK (Ecuador) y Ojo Público (Perú). Su trabajo ha sido incluido en los libros Un mundo lleno de futuro (2017), Eduardo Galeano, un ilegal en el paraíso (2016), Ciudades visibles (2016), Latinoamérica se mueve (2016) y ¡Atención! (2015), antología que reúne diez reportajes de autores latinoamericanos publicados en Alemania.
Tiene un máster en Creación Literaria de la Universidad Pompeu Fabra en Barcelona y recibió la beca Ochberg 2018 del Dart Center for Journalism & Trauma de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York. Fue editor en IDL-Reporteros y editor en residencia en Radio Ambulante. Actualmente es profesor de Periodismo Literario en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. Es autor de Guerras del interior (Debate, 2018), libro de crónicas sobre conflictos socio-ambientales causados por la explotación de oro, madera y petróleo en los Andes y la Amazonía, y que ha sido traducido al inglés, italiano y polaco.
Por sus crónicas sobre el trabajo funerario durante la pandemia de Covid-19 en Perú ganó el Premio Nacional de Periodismo 2020 y fue nominado al True Story Award 2020/21, que reconoce al mejor periodismo narrativo publicado alrededor del mundo.
Sobre el Festival Gabo y el Premio Gabo
Son convocados por la Fundación Gabo, que inspirada en los ideales y la obra de Gabriel García Márquez, busca promover espacios de reflexión y debate y exaltar el periodismo ético, riguroso, innovador y de servicio público.
El Festival Gabo y el Premio Gabo son posibles gracias a la alianza de la Fundación Gabo con los grupos SURA y Bancolombia, con sus filiales en América Latina.
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