En el Festival Gabo 2025, periodistas y estudiantes exploraron junto a Jon Lee Anderson las claves del perfil como género narrativo. La conversación giró en torno a cómo acceder a las fuentes, construir escenas y mantener la mirada atenta para narrar personas en su complejidad, más allá de la caricatura o la biografía plana.
Luisa Fernanda Gómez Cruz / @ilusa_Gomez
Una treintena de periodistas tuvieron el privilegio de participar en un espacio para reflexionar sobre el género del perfil periodístico, un ejercicio narrativo que exige sensibilidad, reportería rigurosa y apertura para comprender la complejidad humana. Jon Lee Anderson, periodista norteamericano y reportero de The New Yorker, compartió su experiencia construyendo perfiles de figuras como Augusto Pinochet, Charles Taylor, Hugo Chávez y Gabriel García Márquez, entre otros.
A lo largo de la sesión, el periodista destacó que el perfil, más que una semblanza o biografía es un intento por narrar la vida de alguien a través de sus contradicciones, escenas significativas y relaciones con el mundo que habita. Pero también es una manera de acercarse al mundo, a una época, a un país o a una cultura, a través de una persona.
Estas son las claves que compartió Anderson con los participantes del taller “Narrar personas, no personajes: una guía para el perfil periodístico” que se realizó el 27 de julio, en el marco del Festival Gabo 2025.
El perfil: más allá de la semblanza
Para Jon Lee Anderson no existe la clasificación de géneros periodísticos que tenemos en América Latina: crónica, reportaje o perfil son lo mismo para él. En esta charla, sin embargo, hizo un esfuerzo por describir el perfil periodístico y las claves para construirlo.
Empezó haciendo una descripción por oposición: no es una semblanza, ni una biografía; el perfil es una ventana a las complejidades de una persona. Una manera de acercar al lector a un país, una cultura o un tema, a través de una persona. “A las personas nos interesa lo que hacen otros, porque lo que pasa en el mundo pasa por las personas”, dijo el maestro, quien recordó sus primeras experiencias en The New Yorker, donde escribió perfiles de líderes políticos como Augusto Pinochet y Charles Taylor. Estos trabajos no eran simples biografías, sino intentos por entender cómo estos hombres de poder entendían el mundo y actuaban en él.
Dejarse sorprender
Anderson no va a las entrevistas con un guión montado. “No me gusta acercarme como un carpintero que ya sabe dónde meter el serrucho”, dijo. “Prefiero dejarme sorprender. Recoger aspectos de la persona que no esperaba”.
Mantiene los ojos abiertos a todo aquello que compone la naturaleza humana. Está atento a encontrar puntos en común con el entrevistado, que detonen conversaciones novedosas. Observa todo como si fuera visto por primera vez. Está presente, con todos sus sentidos. Busca situaciones, escenas.
“Cuando estoy con gente de poder, muchas veces sirve viajar con ellos porque ves cómo miran a su país a través de la ventana. Qué comentan, qué es lo que ven que no ves tú. Esos momentos son muy reveladores”, dijo Anderson.
Para ejemplificar esta enseñanza, habló sobre su perfil de Augusto Pinochet, una figura que no creyó conseguir entrevistar, pero a quien llegó a través de perseverar en la idea. Consiguió varias entrevistas con él, escuchó sus versiones, se acercó a su universo.
“Sin duda no lo llegué a conocer completamente pero llegué a entenderlo de una forma en que no había sido comprendido antes. Pude dar un poco de luz en su forma de pensar y su forma de percibir el mundo”, señaló el periodista.
Trabajo previo
Luego de que le asignan un tema, Anderson revisa lo que sabe sobre ello. Hace algo de lectura previa, escucha música relacionada y quizá ve alguna película o documental. Pero no lee artículos periodísticos sobre el mismo asunto.
“No me gusta leer cosas recientes que hayan escrito sobre el mismo tema. No es por temor de copiar, aunque creo que es un riesgo real”, dijo el cronista. “Es un instinto de no querer que me coloreen lo que yo pienso. Para conservar la sensación de territorio virgen”, que según Anderson es fundamental para hacer un buen texto y debe permanecer durante las distintas fases de la reportería. “Siempre trata los lugares como si fueran nuevos, como si nunca hubieras ido antes. Porque al llegar a un sitio nuevo, todo es nuevo, entonces todos tus sentidos están abiertos”, señaló.
El acceso y la reportería
La reportería de un perfil se parece a abrir puertas una y otra vez. El maestro compartió cómo llegó hasta Pinochet a través de su hija, quien inicialmente desconfiaba de él. “El acceso personal es una utopía, pero cuando se logra, puede dar lugar a algo extraordinario”, señaló.
Ese acceso, explicó, se gana con paciencia, escucha y disposición a observar más allá de lo evidente. Una escena en un museo militar o una conversación casual sobre la Carretera Austral pueden revelar más del personaje que una entrevista formal.
Escenas: el corazón del perfil
Para escribir cualquier texto periodístico hay que hacer entrevistas. En el caso de textos de largo aliento, como los que escribe Jon Lee Anderson, hay que hacer decenas de entrevistas.
Pero por más espacio que se tenga para escribir, es imposible citar e introducir a todas las personas con quienes se conversó. Y la clave de esa elección está en la posibilidad de construir escenas a partir de la conversación.
“A veces, algunos entrevistados solo te dan una cabeza parlante y ya”, dijo Anderson, porque la entrevista tuvo lugar en un escenario aburrido, por ejemplo. Pero otros, —por un detalle, un recuerdo, un gesto— aportan la atmósfera necesaria para la narración.
La escritura: intuición y ritmo
El maestro subrayó que, aunque el perfil se nutre de reportería rigurosa, la escritura también es un acto creativo. “Las palabras deben tener un ritmo, un canto”, dijo, comparando la construcción de un texto con una composición musical.
El arranque debe intrigar y atrapar al lector, sin necesidad de ser sensacionalista. A partir de ahí, la estructura se va revelando en el proceso de escritura, con espacio tanto para la precisión periodística como para la cadencia literaria. En eso consiste la escritura de crónicas, perfiles y reportajes.
Intervenciones de los asistentes
Los participantes enriquecieron el taller con preguntas que abordaron tanto la técnica como los dilemas éticos del perfil y sobre ello versó el grueso de la conversación que se extendió más allá de las cuatro horas destinadas para ello. Los entrecomillados corresponden a las respuestas literales de Jon Lee Anderson.
- ¿Para qué te sirve todo lo que ves y escuchas que te dicen que es off the record?
“Para tener una mejor comprensión del personaje”.
- ¿Cómo hacer que la audiencia no ame u odie a un personaje, incluso cuando ha hecho mucho mal?
“El perfil tiene que reflejar ambas cosas. Si no puedes contar las dos realidades, no es un perfil. A veces tenemos que arriesgarnos a que la gente vea cómo es la cosa. La gente tiene sus lados buenos y sus lados malos. Hay que incluirlo todo, si es que se puede”.
- ¿Tomas notas, grabas o confías en tu memoria?
“Las tres cosas. Si es un mandatario, hay que grabar, porque tienes que tener citado exactamente lo que te dijeron. En general es bueno grabar, pero a mí no me gusta mucho porque cambia la dinámica de la conversación. Cuando puedo, no grabo por esa razón. Pero es muy instintivo: con algunas personas grabo y con otras no. A veces empiezo grabando y pienso que si grabo, se va a perder la atmósfera.
Y si no grabo, apenas salgo de la entrevista, tomo nota. Pero toca salir y ponerse a escribir. Si lo haces inmediatamente, lo recuerdas casi todo: si fueron tres horas de entrevista, vas a estar tres horas recuperándolo. Vas a perder algunos matices, algunas sutilezas, pero lo armas todo. A mí me funciona empezando por lo más fresco, voy por ahí y llego hasta el comienzo. Si esperas unas horas para empezar a tomar apuntes, lo que queda en la memoria es cada vez menos, una noción.
La arquitectura, la emoción, todo eso lo tendrás presente si lo recuperas en el momento en que terminas”.
- En qué o en quién piensas cuando escribes, ¿en tu perfilado o en tu audiencia?
“Pienso en la historia que está saliendo de mí y trato de pensar si eso que acabo de escribir está bien, si voy por buen camino. No pienso en si determinado personaje va a sentirse bien con lo que escribo o no”.
- ¿Cómo abordas el perfil de personajes con quienes es difícil empatizar?
“Lo más peligroso es dejar que las cosas cicatricen sin procesarlas. En mi caso, que no he sufrido las cosas, que he visto bastante, me perturba la memoria algunas cosas que he visto y sí, haber compartido con personas nefastas. Pero no tengo pesadillas. Escribir sobre ello me mantiene sano”.
Conclusiones
El taller dejó varias lecciones centrales para quienes desean narrar personas y no personajes:
- El perfil es un género de comprensión, no de condena ni enaltecimiento de una figura. Debe reflejar todas las facetas de una persona, incluso las contradictorias.
- El acceso y la reportería son procesos de paciencia. No siempre se logra hablar directamente con el personaje, pero las voces de su entorno también iluminan su mundo.
- Las escenas construyen la narración. No se trata solo de acumular datos, sino de encontrar momentos que revelen quién es alguien en su cotidianidad.
- El periodista debe llegar abierto. Evitar prejuicios y planes rígidos permite descubrir matices inesperados.
- La escritura es intuición y ritmo. El perfil debe ser fiel a la reportería, pero también cautivar a través de un lenguaje con cadencia propia.
- El poder exige escrutinio. Perfilar a los poderosos es una manera de fiscalizarlos y comprender cómo conciben la justicia y la sociedad.
Sobre Jon Lee Anderson
Periodista estadounidense (California, Estados Unidos, 1957). Reportero de The New Yorker. Miembro del Consejo Rector de la Fundación Gabo. Inició su carrera en Perú en 1979 como miembro del semanario The Lima Times y se especializó desde entonces en temas políticos latinoamericanos y en varios conflictos modernos, incluyendo los de Siria, Afganistán, Libia e Iraq. Ha desarrollado una escuela sobre la forma de escribir perfiles, habiendo realizado los de importantes personalidades mundiales como Fidel Castro, Gabriel García Márquez, Augusto Pinochet, el rey Juan Carlos I de España y Hugo Chávez. Entre sus más recientes incluyen perfiles de Evo Morales, Jaír Bolsonaro y Gabriel Boric.
Ha publicado los libros: Che Guevara: Una Vida Revolucionaria (1997), La tumba del león: Partes de guerra desde Afganistán (2002), La caída de Bagdad (2004), El dictador, los demonios y otras crónicas (2009), La herencia colonial y otras maldiciones: Crónicas de África (2012), Los años de la espiral: Crónicas de América Latina (2020) y He decidido declararme marxista (2024), entre otros. Forma parte de la plantilla permanente de la revista The New Yorker, y ha sido maestro de la Fundación Gabo desde el año 2000.
Ganó en 2013 el Premio María Moors Cabot que cada año entrega la Universidad de Columbia en Nueva York a periodistas que con su destacada trayectoria han contribuido a mejorar las relaciones en el continente americano.
Sobre el Festival Gabo
Con el lema ‘Vernos de cerca’, el Festival Gabo 2025 se celebró en múltiples escenarios de Bogotá, entre ellos el Gimnasio Moderno y las sedes de BibloRed. Este año reunió a más de 150 invitados de Iberoamérica y del mundo en más de 100 eventos organizados por la Fundación Gabo.
El Festival Gabo es posible gracias a Bancolombia, CAF – banco de desarrollo de América Latina y la Alcaldía de Bogotá a través de la Secretaría de Cultura y BibloRed.